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Espacio de reflexión sobre educación y ciencia del grupo ALHE de la UPV/EHU.

¿Dónde encuentro una escuela creativa?

Aula de un colegio

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Esta es una de las muchas preguntas que nos hacemos los padres y las madres a la hora de buscar un centro educativo. La realidad es que venimos de una escolarización del pasado siglo, y siempre tenemos la esperanza —muchas veces fallida— de que queremos algo que estimule todas las potencialidades de nuestras hijas e hijos. En parte, por las valoraciones que hacemos de nuestra propia escolarización. Por si fuera poco, estas cuestiones se acrecientan cuando sospechamos que el mundo que nos rodea, con la digitalización, sus riesgos y potencialidades, nos dirige a un mundo muy diferente. Somos coincidentes de los grandes cambios que hemos vivido al socializarnos y, lógicamente, deseamos que tengan opción a construir un proyecto vital que se les antoje tan atractivo como enriquecedor.

La forma misma de afrontar el aprendizaje en las escuelas es diferente al conocido hasta hace pocos años atrás. Hoy día, en la gran mayoría de proyectos educativos que se pueden encontrar en las webs de las escuelas se alaba y valora el aprendizaje en equipo que realiza el alumnado. Del mismo modo que otros aprendizajes indispensables para la vida en sociedad; llamémosles convivencia, resolución de conflictos o respuesta a la diversidad. 

Mi experiencia como coordinador del grupo de investigación ALHE Auzo Lana Hezkuntzan (UPV/EHU), evidencia que, en la mayoría de los casos, todo ese alarde de aprendizajes esenciales para la vida deja de ser relevante según el alumnado avanza en su vida académica. Es decir, hoy día, por poner un ejemplo, encontramos numerosas y atractivas ofertas pedagógicas en infantil. En ellas, se fomenta la creatividad, el movimiento autónomo y la colaboración entre los niños y niñas. Contextos educativos y ofertas pedagógicas pensadas y orientadas al aprendizaje mediante el descubrimiento del conocimiento, así como la colaboración entre iguales. Curiosamente, cuando visitamos estos espacios, nos acordamos de aquellos años de nuestra infancia donde éramos libres de experimentar en nuestro entorno, aventurarnos a la orilla del río, recorrer con los amigos en bicicleta las calles del barrio colindante u ocultarnos durante largo tiempo de la mirada de los adultos para vivir nuevas sensaciones.  

Sin embargo, en la mayoría de los casos, como he apuntado, estos aprendizajes que se ofrecen en la etapa infantil dejan de tener importancia a medida que los niños avanzan en la vida escolar, pudiendo ser esto un error. Aprendizajes en favor de la creatividad son dejados de lado en primaria y, en su lugar, son sustituidos por materiales didácticos descontextualizados que —supuestamente— les serán de gran ayuda en el futuro. 

La cuestión es saber si es o no es posible —y deseable— que esa práctica pedagógica contemporánea basada en la creatividad, la colaboración y el descubrimiento autónomo del conocimiento no pueda ser la tónica habitual de la vida escolar hasta el final de la educación obligatoria.  

Me gustaría traer a colación al gran pedagogo brasileño del siglo XX, de nombre Paulo Freire, cuando apuntaba que la cuestión principal es descubrir cómo transformar las dificultades en posibilidades. Al hilo de ello, y siendo conscientes del contexto demográfico en el que vivimos y su efecto en nuestros centros educativos, ¿no es éste un momento propicio para revisar la oferta pedagógica y adecuarla a las necesidades de la sociedad actual? Es decir, ¿no es hora de avanzar e implementar renovaciones pedagógicas con el fin de capacitar a las futuras generaciones en la búsqueda de respuestas a las necesidades y problemas de la sociedad? Esa escuela que hemos conocido y sufrido, esa escuela de respuestas únicas (en formato de libro o, en la actualidad, formato digital) no responde a ese cometido. 

La escuela debe potenciar la creatividad y la colaboración, pero no únicamente en la etapa infantil sino durante todo el proceso de escolarización obligatoria, algo de lo que adolece el sistema en su conjunto. Es necesario que el alumnado pueda descubrir el “por qué” y el “para qué” de los avances en las ciencias sociales y en las ciencias naturales que, durante siglos, ha desarrollado y conseguido nuestra sociedad. Estos descubrimientos no pueden ofrecerse, como ocurre en la gran mayoría de centros escolares, en formatos descontextualizados, estáticos y magistrales. Más bien, contextualizados en propuestas pedagógicas basadas en el descubrimiento y la colaboración, partiendo y apoyándonos en planteamientos pedagógicos globales e interdisciplinares.

Esta propuesta de escuela creativa es esencial, dado que, tal y como creemos, la mayoría de niños y niñas que acuden a la escuela van a desempeñar trabajos desconocidos hoy en día y, si de algo podemos estar seguros, es de eso mismo. La creatividad va a ser de gran ayuda a la hora de enfrentarnos a los retos que nos deparará el futuro. No olvidemos que la creatividad no es innata, sino que es una capacidad necesitada de entrenamiento y para ello es para lo que necesitamos el sistema educativo.  

Nuestras investigaciones —en el grupo ALHE— evidencian que proyectos educativos globales e interdisciplinares como los que llevan a cabo las escuelas que participan en las distintas Comunidades de Práctica que desarrollamos (p. e. Laboratorio de Eibar, las Eskola Txikiak que siguen las orientaciones de Tonucci o la red de escuelas del Sistema Amara Berri) hace años que son conscientes de estas cuestiones, priorizando el bienestar de los niños y las niñas ante las exigencias del curriculum impuesto. Puesto que, no nos engañemos, para querer aprender, es esencial estar a gusto con nosotros mismos y con nuestro entorno; es decir, es imprescindible interactuar en un entorno que nos valore y nos tome en consideración. Un espacio donde nuestra palabra sea importante y tengamos opción de pensar, discutir, argumentar, errar, aprender y seguir adelante.

Estas escuelas existen en nuestro entorno y pertenecen al sistema educativo público vasco, algunas de ellas llevan largos años perfeccionando su práctica pedagógica con alto nivel de profesionalidad. Son, en realidad, verdaderas joyas educativas de nuestros pueblos y ciudades. Las futuras generaciones de maestros y maestras que acudan a estos centros deben valorar, cuidar y mejorar el legado de sus predecesores. Los investigadores de ALHE (Auzo Lana Hezkuntzan) forman parte de estas Comunidades de Práctica, con el fin de apoyar y colaborar con estos profesionales docentes en aras de la mejora continua de la práctica pedagógica. Una labor, sin duda alguna, tan grata como enriquecedora. 

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