A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.
Danobat, una prueba de que el modelo cooperativo funciona
¿Qué dirán? Pues parece que da un poco igual. Hemos vivido los dos últimos meses una persecución lamentable a Mondragón. Todavía colea, como se pudo oír ayer en el Parlamento Vasco. Y coleará. No cuestiono que se podía haber gestionado mejor la crisis de Fagor Electrodomésticos, pero probablemente eso pasa con todas las crisis empresariales. Nadie dijo que ser cooperativa y ser parte de la economía social fuera garante de éxito infinito. Cualquier empresa corre el riesgo de morir o de sufrir. Sí, se podían haber hecho las cosas de otra manera, pero es fácil decirlo a toro pasado.
El mismo día que publiqué un artículo en El Diario Norte defendiendo el modelo Mondragón en el diario El País se escribía un editorial defendiendo lo contrario. Terrible pero cierto. Hoy nos encontramos en los medios un gran contrato para Australia y Asia por valor de 103 millones de euros. Los mismos que llenaron páginas digitales y de papel vilipendiando el modelo cooperativo, hoy ven el contrato la puerta de salida de la crisis.
Ni lo uno ni lo otro. Es una fantástica noticia y es la prueba evidente de que se escribieron muchas tonterías sobre el modelo Mondragón y sus dirigentes. Me pregunto si alguna de estas personas conoce el buen hacer del director general del Grupo Danobat, Iñigo Ucin, y de su equipo. Su capacidad de trabajo y su buen hacer. Del impulso que a este grupo cooperativo, perteneciente a Mondragón, dio el hoy ya jubilado Rafael Barrenetxea.
Arrepiéntanse por favor. Ya sé que Fagor Electrodomésticos ha ido mal, ya sé que hubo errores, pero no me digan hoy que son los mejores cuando ayer dijeron lo contrario y mañana a saber lo que dirán. Son tiempos duros para todas las empresas, también para las cooperativas, como para que nos empeñemos en hundir su imagen. No saben lo sencillo que es dañar una marca y no sé si se dan cuenta de que hacerlo tiene costes reales, efectos en la cuenta de resultados de la empresa y en el bienestar de los ciudadanos.
¿Qué dirán? Pues parece que da un poco igual. Hemos vivido los dos últimos meses una persecución lamentable a Mondragón. Todavía colea, como se pudo oír ayer en el Parlamento Vasco. Y coleará. No cuestiono que se podía haber gestionado mejor la crisis de Fagor Electrodomésticos, pero probablemente eso pasa con todas las crisis empresariales. Nadie dijo que ser cooperativa y ser parte de la economía social fuera garante de éxito infinito. Cualquier empresa corre el riesgo de morir o de sufrir. Sí, se podían haber hecho las cosas de otra manera, pero es fácil decirlo a toro pasado.
El mismo día que publiqué un artículo en El Diario Norte defendiendo el modelo Mondragón en el diario El País se escribía un editorial defendiendo lo contrario. Terrible pero cierto. Hoy nos encontramos en los medios un gran contrato para Australia y Asia por valor de 103 millones de euros. Los mismos que llenaron páginas digitales y de papel vilipendiando el modelo cooperativo, hoy ven el contrato la puerta de salida de la crisis.