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Doble moral y prostitución

¿Quién va de putas? La verdad es que resulta difícil encontrarse gente que te diga “yo soy putero habitual”, aunque algunos encuentras. Recuerdo que había un sujeto, que opositaba a inspector de Hacienda en el colegio mayor de Madrid en el que pasé una buena temporada, que hacía gala de su afición y anunciaba sus escapadas enseñando las sábanas que por “higiene” llevaba a la cita de pago. Recuerdo otros que hacían excursiones desde Vitoria a un club en Briviesca y hacían la gracia de que se iban a comprar “garrapiñadas”. Las dos anécdotas tienen un lado cómico y repugnante a la vez. Pero quiero insistir en que la mayoría de los clientes son discretos o secretos. No lo cuentan.

En la portada de www.eldiaronorte.es se puede ver todavía una noticia sobre la desarticulación de una trama de explotación sexual. Estoy seguro de que no hay persona que no diga que le parece bien. Estoy seguro de que existe prostitución masculina, pero no necesito ver las estadística para pensar que la mayor parte de los clientes de pago por el sexo son varones.

Estaba rebuscando datos y me he encontrado que en una guía de explotación sexual en España publicada hace ya un par de años por el Ministerio de Sanidad decía que el 39% de los ciudadanos de nuestro país había pagado por mantener relaciones sexuales. Las cifras sobre el número de profesionales de la prostitución supera, y son estadísticos porque no hay un censo, los 300.000.

Entre esos 39 de cada 100 estoy seguro que hay varios de los que aplauden las operaciones policiales contra la explotación sexual en esa doble moral tan nuestra. Nos parece mal que un político vaya en coche oficial y no pagamos el IVA del arreglo de las persianas. Siempre es el otro el responsable.

Pues en esta cuestión me atrevo a decir que hay mucho responsable de la explotación sexual de mujeres. No voy a entrar al debate de prostitución regulada o no, ni a los debates paralelos sobre la cuestión. Tan solo quiero dejar claro que son nuestros hijos, nuestros padres, amigos, hermanos, somos nosotros los que participamos de una forma u otra en que esta explotación exista.

Ya sé que hubo un tiempo en que no se era un señor burgués reputado sin tener una doble vida con amante y meretrices, pero en teoría vivimos en otra etapa. Digo en teoría porque la realidad en cuanto a la explotación sexual parece que es peor. Esta misma mañana, al revisar la prensa en papel, veía los anuncios de prostitución con sus sugerentes fotos y me preguntaba si los directores de los medios, que tienen la última palabra sobre todo lo que se publica, incluida la publicidad, viven cómodos. Ya sé que buscaremos excusas varias y que en los tiempos de crisis no se puede renunciar a una publicidad tan fiel.

¿Quién va de putas? La verdad es que resulta difícil encontrarse gente que te diga “yo soy putero habitual”, aunque algunos encuentras. Recuerdo que había un sujeto, que opositaba a inspector de Hacienda en el colegio mayor de Madrid en el que pasé una buena temporada, que hacía gala de su afición y anunciaba sus escapadas enseñando las sábanas que por “higiene” llevaba a la cita de pago. Recuerdo otros que hacían excursiones desde Vitoria a un club en Briviesca y hacían la gracia de que se iban a comprar “garrapiñadas”. Las dos anécdotas tienen un lado cómico y repugnante a la vez. Pero quiero insistir en que la mayoría de los clientes son discretos o secretos. No lo cuentan.

En la portada de www.eldiaronorte.es se puede ver todavía una noticia sobre la desarticulación de una trama de explotación sexual. Estoy seguro de que no hay persona que no diga que le parece bien. Estoy seguro de que existe prostitución masculina, pero no necesito ver las estadística para pensar que la mayor parte de los clientes de pago por el sexo son varones.