Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Feijóo confía en que los jueces tumben a Sánchez tras asumir "los números"
Una visión errónea de la situación económica lleva a un freno del consumo
OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

Que dejen el paso libre (Ernai)

Recuerdo que hace unos diez años, hubo una gran lucha en mi pueblo, Soraluze, para poder conseguir locales de ensayo para grupos de música. Durante algunos meses cada semana los grupos que necesitaban un local se plantaban delante del ayuntamiento con sus instrumentos para sacar ruido y de ese modo hacer patente la necesidad de locales de ensayo en el pueblo. Al final, el PNV tuvo que ceder y prestaron unos locales que en su época fueron de la Ikastola. Locales precarios y con mucha humedad, todo hay que decirlo.

Gracias a esa lucha en el pueblo hubo un florecimiento de grupos de rock que no se conocía de muchos años atrás. Yo también tuve la oportunidad de crear con otros cuatro amigos de la infancia un grupo de punk, pero esa es otra historia. A consecuencia del florecimiento, al año y pico tuvimos que luchar de nuevo para que nos cedieran más locales. Fué una epoca muy enriquecedora para mí, ya que tuvimos que hacer obras en auzolan -trabajo en común-, para insonorizar y partir el local en dos, para así tener tres locales de ensayo y no dos.

Esta pequeña historia es una diminuta demostración de lo que ha sido el movimiento juvenil y cultural autogestionado en Euskal Herria. Al menos desde los años 70, siempre ha habido un movimiento vivo y dinámico que ha sabido sacar las castañas para poder realizar su capacidad creativa. Quizá sean los Gaztetxes el ejemplo más claro de todo ello, pero no son el único ejemplo. Podriamos hablar de cientos de locales y asambleas que cogen forma de ateneo, casa de cultura, salón creativo, librería, radio libre e incluso salones de conciertos más profesionales como el Kafe Antzokia.

Todos estos espacios han proporcionado un gran dinamismo cultural a Euskal Herria, que además de ser escenarios para poder demostrar al público nuestras creaciones artísticas, tambien han sido espacios para crear, con todo lo que ello significa. Han sido zonas de respiro.

En cambio, tengo la impresion que desde las instituciones públicas, muchas veces, se a intentado sabotear todas estas experiencias, ya que se les van de las manos. El ejemplo más latente para todas puede ser el caso de Kukutza, pero no es el único. Han intentado contraprogramar actividades y la oferta musical en concreto con sus propios eventos. Y esto no es malo. ¡Al revés! Es muy positivo que las instituciones inviertan en cultura. Cuanto más amplio sea la oferta cultural, más enriquecedor será sin duda.

Pero la cuestión es cómo se hace esa oferta cultural o musical para la juventud. Sin participacion alguna de la juventud. Es esa la cuestión. Que los mayores organizan “para los jóvenes” desde una perspectiva no juvenil y según lo que les parezca a ellos. Se parece mucho a aquello de “todo para el pueblo pero sin el pueblo” ¿no?

Por eso creo, sinceramente, que la función de las instituciones públicas en esta materia no debería de ser ese “organizar para”. Lo que deberían hacer es ofrecer herramientas a las jóvenes para poder crear o hacer lo que queramos pero sin obsesiones de control. Y herramientas pueden ser locales cedidos, partidas de dinero e incluso que se quiten del medio. Que dejen el paso libre a las que están haciendo algo que beneficia a toda la sociedad, sin torpedearlas.

No hay nada más enriquecedor que dejar las riendas sueltas a la creatividad. Ya sabremos organizarnos mediante la autogestión entre nosotras. No somos infantiles e irresponsables.

Recuerdo que hace unos diez años, hubo una gran lucha en mi pueblo, Soraluze, para poder conseguir locales de ensayo para grupos de música. Durante algunos meses cada semana los grupos que necesitaban un local se plantaban delante del ayuntamiento con sus instrumentos para sacar ruido y de ese modo hacer patente la necesidad de locales de ensayo en el pueblo. Al final, el PNV tuvo que ceder y prestaron unos locales que en su época fueron de la Ikastola. Locales precarios y con mucha humedad, todo hay que decirlo.

Gracias a esa lucha en el pueblo hubo un florecimiento de grupos de rock que no se conocía de muchos años atrás. Yo también tuve la oportunidad de crear con otros cuatro amigos de la infancia un grupo de punk, pero esa es otra historia. A consecuencia del florecimiento, al año y pico tuvimos que luchar de nuevo para que nos cedieran más locales. Fué una epoca muy enriquecedora para mí, ya que tuvimos que hacer obras en auzolan -trabajo en común-, para insonorizar y partir el local en dos, para así tener tres locales de ensayo y no dos.