Periodista de formación, publicista de remuneración. Bilbaíno de paraguas y zapatos de cordones. Aficionado a pasear con los ojos abiertos pero mirando al frente y no al suelo, de ahí esta obsesión con las baldosas.
La proximidad ya está aquí
Esta semana se ha puesto en marcha en Bilbao la llamada “policía de proximidad” que va a traernos mejoras a vecinos y visitantes de esta Villa. Es tema de gran enjundia porque se trata, según parece, de un cambio importante en la organización de la fuerza pública municipal y, por eso mismo, llevamos mucho tiempo leyendo sobre el particular mientras nos íbamos aproximando a esa proximidad.
Bien es cierto que lo que hemos podido leer quienes aún mantenemos la heroica afición de repasar prensa de papel o digital todas las mañanas ha sido mucho de broncas y líos y casi nada o más exactamente nada en absoluto de las ventajas que esta nueva organización de la policía nos va a suponer. No digo yo que no las tenga pero nadie las ha explicado.
La puesta en marcha de esa policía que dicen también “vecinal” ha sido causa de declaraciones casi incendiarias de los sindicatos del cuerpo, que hablan del práctico desmantelamiento del servicio, de improvisaciones intolerables, de servicios que ya no se podrán atender y de que estamos poco menos que ante el golpe definitivo a nuestra histórica guardia urbana.
No sé si será para tanto, ni tampoco si las ventajas compensarán tanto ruido pero lo cierto es que casi todas las declaraciones de los responsables municipales han sido para desmentir los desastres anunciados y hablar de normalidad. Sin desmerecer ni el valor de esa normalidad ni la importancia de las preocupaciones sindicales, que parecen intensas, se ha echado de menos un poco más de atención a los ciudadanos, que somos supuestamente quienes nos vamos a beneficiar, o lo que sea, de ese cambio.
Cambio que incluye llamar a los policías “inspectores vecinales”, que es un nombre que -si les digo la verdad- no me gusta nada. Pero son cosas mías, que tampoco me gustó que los maestros dejasen de serlo para convertirse en profesores de Primaria o EGB o que los jefazos pasasen a llamarse CEO (Chief Executive Officer). Oiga, como que no.
Un policía en la calle, y mejor dos, no dudo que den una sensación subjetiva de tranquilidad y hasta de que pudieran disuadir con el solo brillo de sus chalecos fosforito a un hipotético delincuente. No lo niego, pero es obvio que no pueden estar paseando y simultáneamente preparando en comisaría el seguimiento o la detención de un delincuente, ese sí, conocido y real. La cosa de detener gente es tarea desagradable, laboriosa y de mucho papeleo así que cuantos más agentes haya en la calle menos habrá tramitando esos asuntos en comisaría, que enciman tienen plazos y vencimientos que, de no cumplirse, hacen que los malhechores salgan libres. Es cuestión de valorar el saldo final entre lo que se ganará por un lado y de lo que sin duda se va perder por el otro.
A quienes no sabemos nada de cómo se organiza un cuerpo de seguridad nos parecerá más vistoso y tranquilizador ver muchos municipales por las calles, pero a poco que nos pongamos a pensar cinco o seis minutos, enseguida sospecharemos que tal vez nuestra primera impresión pudiera no ser la más correcta.
Por si fuera poco los responsables municipales abogan porque este nuevo sistema estimule que “nos acerquemos a ellos para hacerles ver nuestros problemas y necesidades” así dicho suena fabuloso pero a mi se me ocurren mil problemas y necesidades que un policía jamás podrá solucionarme, por más que pierda una hora escuchándome amablemente. Es más, no me cuesta nada imaginar a agentes sobrepasados atendiendo demandas vecinales de cualquier clase, porque la importancia de las cosas es algo muy subjetivo, no crean.
Esperemos que en poco tiempo nuestros responsables municipales se vayan explicando y presenten el balance con datos ciertos, ojo, no con impresiones de paseante, sino con estadísticas que demuestren la mejora objetiva que este sistema nos va, supuestamente, a traer. Reconozcamos que la cosa no empieza bien con los propios policías-patrulleros-inspectores vecinales de uñas pero habrá que dar un cierto margen a quienes sí deben saber de esto.
Porque si pasa el tiempo y no se nos explica lo bien que ha ido la cosa, con datos -insisto-, se podría pensar que se ha sacrificado la seguridad real de la ciudad para conseguir una percepción superficial, amable, cívica y pintoresca, tan conveniente en vísperas electorales como inútil a la larga.
Me queda la esperanza de que tanto patear las aceras día tras día estos nuevos “inspectores vecinales” así como sin querer hagan la encomiable labor de revisión de todas las baldosas que esconden charcos traidores bajo ellas. Ya he dicho que cada cual escoge sus desvelos y el nombre de esta columna semanal es testigo de cuáles son los míos.
Esta semana se ha puesto en marcha en Bilbao la llamada “policía de proximidad” que va a traernos mejoras a vecinos y visitantes de esta Villa. Es tema de gran enjundia porque se trata, según parece, de un cambio importante en la organización de la fuerza pública municipal y, por eso mismo, llevamos mucho tiempo leyendo sobre el particular mientras nos íbamos aproximando a esa proximidad.
Bien es cierto que lo que hemos podido leer quienes aún mantenemos la heroica afición de repasar prensa de papel o digital todas las mañanas ha sido mucho de broncas y líos y casi nada o más exactamente nada en absoluto de las ventajas que esta nueva organización de la policía nos va a suponer. No digo yo que no las tenga pero nadie las ha explicado.