Soy Dani Álvarez, presento y dirijo cada mañana Boulevard en Radio Euskadi entre las 6 y las 10 de la mañana. A los 12 años escuché por primera vez a Iron Maiden y me dije “esto es lo mío”. Desde los 22 busco y cuento noticias, y a todas horas escucho Metal. He entrevistado a más lehendakaris (5) que veces he visto a Metallica o he ido a Wacken (4). Decir más sería reiterativo.
Crítica de 'Prequelle', el nuevo disco de los suecos Ghost
Ha llegado el cuarto testamento. El clero de Ghost está dispuesto a evangelizar a las masas, y para ello entregan Prequelle, un disco elegante, con el que quieren seducir a cualquier amante del buen Rock duro. Su misa negra no es sólo para metaleros o seguidores de lo oscuro, este disco expande los tentáculos musicales porque el resultado es eso que los horteras llamaban hace años “buena música”. Hace quince años, los grupos importantes eran atacados por algunos seguidores de vendidos o de hacer discos comerciales cuando lograban grandes éxitos o daban giros en su estilo. Eso era cuando en la música se vivía de vender discos, pero como eso ya no existe, nadie califica a los discos como “comerciales”. Pues bien, este lo es, es comercial en el sentido de que conectará con nuevos públicos.
Quizás, esto sea consecuencia del advenimiento del Cardenal Copia, el sustituto del Papa Emeritus III (Ghost muda cada disco de pastor de la oscuridad), y de la energía que aportan los demonios sin nombre que le acompañan en esta nueva etapa. En la realidad, el cerebro de Tobias Forge reconecta sus circuitos para asaltar el éxito absoluto, en una muestra de ambición total, y una gran concentración dirigida a crear el trabajo más atractivo posible. Se ha rodeado de músicos muy competentes. El cuarto disco suele ser el clave en la proyección de los más grandes. El tiempo dirá si Prequelle alcanza esa categoría, pero no cabe duda de que va a sonar muchas veces en vuestros reproductores. Ghost son ya una catch-all-band, se lanzan a por el público sin pudor, independientemente de sus etiquetas y gustos concretos.
Empieza con una introducción inquietante, propia del oscurantismo de la banda y el universo que ha sabido construir, que no acabamos de saber si es una parodia, simple utilitarismo o, tercera posibilidad, si ellos de verdad se lo creen. Estar en 2018 con Papas, cardenales y evangelios es simplemente ridículo para los nacidos a partir de 1980, porque a nadie le preocupan la Iglesia, los curas ni su poder menguante; pero con Ghost, por alguna razón, esto funciona. 'Ashes' da paso al primer salmo, un 'Rats' con ritmo y con gancho, la batería y la guitarra marcan el camino hasta la aparición del Cardenal, al que le rodean coros y secciones de viento y cuerda que serán ya una constante en todo el trabajo. Es sencillo intuir que con su hipnótico movimiento, 'Rats' será la apertura de sus conciertos.
El segundo mensaje del Cardenal, 'Faith', empieza con un riff de guitarra que simula un canto de misa, para dar paso de nuevo a un bamboleo guitarrero que dirige, otra vez, el cantante que, sin ser un artista de recursos extraordinarios, sí sabe lo que quiere, y ha madurado hasta convertirse no sólo en el líder del proyecto, sino también en un frontman excelente. Nadie puede imaginar a Tobias Forge en otro proyecto que no sea Ghost. Su final con el canto y el órgano sacro de acompañamiento es magnético. Continúa el rito con un 'See the light', canción entre balada y medio-tiempo, en el que comprobamos que lo comercial se apodera del experimento. El teclado es clave de principio a fin, y pienso si el espíritu de ABBA se adueñó del Cardenal durante la composición, porque la fabricación de partes pegadizas es constante.
A lo largo de los 41 minutos que dura el trabajo, encontramos diez cortes, y nada menos que tres de ellos son instrumentales. La intro y otras dos canciones. Hay que ser atrevido en este momento de la historia para hacer tal cosa. Era algo frecuente en los 80, así que este es otro síntoma más de que el concepto bebe de esa etapa. 'Miasma' es fabulosa. No necesita voz, tiene una primera parte discreta, para cambiar súbitamente de velocidad en sus dos últimos minutos, a lo Fleetwood Mac, y rematar con un saxofón que parece un claro homenaje a Supertramp. “Miasma” es un desafío al consumo de música actual, marcado por el mp3 y la reproducción sólo de aquellas canciones que más nos gustan. Si quieres entender este trabajo, hay que oírlo de principio a fin.
Además, la instrumental es un gran prólogo para uno de los mejores momentos del disco, 'Dance macabre', una canción que va camino de ser clásico, con un estribillo y un juego de palabras tan facilones que uno se pregunta cómo no se le ocurrió antes. Solamente hay que cerrar los ojos e imaginarse al público saltando al ritmo de esa pieza en directo. Una de las virtudes de Prequelle es que no tiene descansos ni momentos valle. Son 41 minutos para ir descubriendo sus secretos en cada nota. Es así en “Pro memoria” cuando, tras otra intro catedralicia, el Cardenal nos sermonea: “Lucifer susurra silenciosamente en tu cabeza”, para avanzar en un crescendo fantástico, que concluye con ese “no olvides que vas a morir”, confirmando que esto no es sólo un disco, sino un musical, o una ópera Rock, o todo a la vez.
“Witch image” es ese puente entre el Heavy Metal y el Rock clásico que envuelve Prequelle, a veces guitarras contundentes, a veces frenazos, y ritmos que son más para bailar que para agitar la cabeza. La grabación, entre Estocolmo y California, bajo la producción del británico Tom Dalgety, le da las dosis exactas para que haya un equilibrio estupendo entre todo lo que quieren transmitir. Si, como yo creo, son burlescos y paródicos, lo son como nadie; si se lo creen de verdad, chapeau igualmente. “Helvetesfonster” es la tercera instrumental, y enfila la recta final, a modo de cuento o parábola.
El cierre, con “Life eternal” es como aquellos finales de misa en los que los asistentes cantaban con el cura para salir con el alma purificada y la sonrisa en la cara. Es ampulosa, está híper adornada, con coros y un piano que va de principio a fin, en un clímax en el que el Cardenal sólo dirige la orquesta hasta despedirnos. No, este no es un disco que siga la corriente mayoritaria ahora mismo en el Heavy Metal: no es de voces guturales y guitarras fieras. Es otra cosa: es un regreso al gusto por la buena música, por la exploración, los ritmos comerciales y los estribillos coreables. Ghost le hacían mucha falta al Rock duro, quizás contribuyan a una catarsis y a una recomposición de los esquemas. Mientras, 'Prequelle' es para disfrutar, el tiempo dirá cómo madura, pero la primera impresión es muy buena.
Ha llegado el cuarto testamento. El clero de Ghost está dispuesto a evangelizar a las masas, y para ello entregan Prequelle, un disco elegante, con el que quieren seducir a cualquier amante del buen Rock duro. Su misa negra no es sólo para metaleros o seguidores de lo oscuro, este disco expande los tentáculos musicales porque el resultado es eso que los horteras llamaban hace años “buena música”. Hace quince años, los grupos importantes eran atacados por algunos seguidores de vendidos o de hacer discos comerciales cuando lograban grandes éxitos o daban giros en su estilo. Eso era cuando en la música se vivía de vender discos, pero como eso ya no existe, nadie califica a los discos como “comerciales”. Pues bien, este lo es, es comercial en el sentido de que conectará con nuevos públicos.
Quizás, esto sea consecuencia del advenimiento del Cardenal Copia, el sustituto del Papa Emeritus III (Ghost muda cada disco de pastor de la oscuridad), y de la energía que aportan los demonios sin nombre que le acompañan en esta nueva etapa. En la realidad, el cerebro de Tobias Forge reconecta sus circuitos para asaltar el éxito absoluto, en una muestra de ambición total, y una gran concentración dirigida a crear el trabajo más atractivo posible. Se ha rodeado de músicos muy competentes. El cuarto disco suele ser el clave en la proyección de los más grandes. El tiempo dirá si Prequelle alcanza esa categoría, pero no cabe duda de que va a sonar muchas veces en vuestros reproductores. Ghost son ya una catch-all-band, se lanzan a por el público sin pudor, independientemente de sus etiquetas y gustos concretos.