Periodista. Entre rebote y rebote 'cambió' el baloncesto por la actualidad.
Extranjeros, inmigrantes y otras cosas de opinar
Llevo varios días resistiéndome a escribir sobre la bola xenófoba que corre por las calles de Euskadi últimamente. Me niego a hacer el caldo gordo a quienes utilizan algo tan importante como la dignidad de los seres humanos para hacer campaña; a quienes son conscientes de que en una justa pugna por electorado tienen desventaja y deciden embarrar el discurso para obtener beneficios.
Todos sabemos que dentro de nueve meses hay elecciones locales y algunos regidores necesitan urgentemente un enémigo (uno que no curiosamente no habían descubierto en los más de tres años de legislatura) y una bandera que agitar para reclamar la atención de las masas. Igual que algunas formaciones de la oposición boquean en la lona suplicando un titular que les meta en una pelea de la que las encuestas -y la opinión pública- les ha descabalgado. Se trata de llamar la atención, aunque para ello haya que difamar. Estas actitudes son tan repugnante que no merece la pena alimentarlas.
Pero tampoco hay que dejar que sus mentiras se conviertan en verdad por el principio de que algo falso mil veces repetido adquiere tintes de veracidad. Eso sí, las mentiras se rebaten con verdades y con rigor. Los datos se rebaten con más datos contrastados. El Observatorio Vasco de Inmigración (Ikuspegi), dependiente de la UPV y cofinanciado por el Gobierno vasco, acaba de publicar el informe sobre el número de inmigrantes en Euskadi. En la introducción del documento aseguran que “este año, por segundo año consecutivo, desciende la población inmigrante en la CAPV. Principalmente, como consecuencia de la crisis económica y en parte, de las nacionalizaciones” (sic). Es decir, el peso de la reducción del número de inmigrantes recae PRINCIPALMENTE en el éxodo de muchos de ellos por la consecuencia de la crisis y, en segundo lugar, por el número de nacionalizaciones. Pero el informe no aporta datos sobre cuántos extranjeros fueron nacionalizados en 2013.
Vamos con las cifras. El número de extranjeros que había en Euskadi, según los datos de Ikuspegi, en 2013 era de 148.877. En 2014, un año después, 140.917. Y el número de nacionalizaciones en ese mismo periodo, según el Observatorio Permanente de Inmigración del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, fue de 9.004.
Hagamos la suma. En 2013 había 148.877 extranjeros en Euskadi. Se nacionalizó a 9.004 así que quedarían 139.873. Pero la realidad es que, si todos los datos son correctos, en 2014 hay 1.044 inmigrantes más para llegar hasta los 140.917 registrados. Lo que ya no son es extranjeros. Como Diego Costa o Serge Ibaka...
Si son muchos o pocos depende de la interpretación de cada uno. A un servidor, poco amigo de banderas y distinciones, le parece una discusión absurda. Cuando la línea económica iba hacia arriba casi nadie se lo cuestionó. Cuando aportaban a la Seguridad Social y ayudaron a mantener las pensiones, nadie les hizo ascos. Ahora, creo que tampoco deberían ser tema de debate y mucho menos el foco de los problemas con las ayudas sociales en las que si hay fraude, que lo hay, debe perseguirse sin mirar el origen del timador. Como con el fraude fiscal.
Además, no todos los inmigrantes reciben ayudas sociales. Y si lo hacen es porque son una de las partes más débiles de la sociedad. La gran mayoría de ellos trabaja o ha trabajado. Y aunque el paro les afecta en un 40%, por el 16% de los autóctonos, deberían tener los mismos derechos y deberes sociales que el resto de trabajadores.
Y con los datos, algunos matices. El primero, que el efecto llamada para cobrar las ayudas sociales no existe. Hace diez años llegaron 18.8134 inmigrantes a Euskadi. Hace dos años, 6.638. La cifra actual, por lo tanto, no puede considerarse 'efecto llamada'.
El segundo matiz es reconocer la labor de Ikuspegi que, como siempre, ha ofrecido datos rigurosos. Sí es arriesgada la frase que afirma que el número de inmigrantes desciende por la crisis, pero el matiz de las nacionalizaciones y el resto del documento contiene el rigor habitual del observatorio que es referente en inmigración en Euskadi. Es cierto que en primera instancia algunos medios, incluido eldiarionorte.es, hemos hecho una lectura simplista de los datos.
Llevo varios días resistiéndome a escribir sobre la bola xenófoba que corre por las calles de Euskadi últimamente. Me niego a hacer el caldo gordo a quienes utilizan algo tan importante como la dignidad de los seres humanos para hacer campaña; a quienes son conscientes de que en una justa pugna por electorado tienen desventaja y deciden embarrar el discurso para obtener beneficios.
Todos sabemos que dentro de nueve meses hay elecciones locales y algunos regidores necesitan urgentemente un enémigo (uno que no curiosamente no habían descubierto en los más de tres años de legislatura) y una bandera que agitar para reclamar la atención de las masas. Igual que algunas formaciones de la oposición boquean en la lona suplicando un titular que les meta en una pelea de la que las encuestas -y la opinión pública- les ha descabalgado. Se trata de llamar la atención, aunque para ello haya que difamar. Estas actitudes son tan repugnante que no merece la pena alimentarlas.