Una nueva ventana desde la que mirar al mundo a través de las historias y la mirada del periodista Iñaki Makazaga (Vitoria, 1982). 'Piedra de Toque' es un blog especializado en viajes, montaña y cooperación, donde el contenido no solo se lee, sino que también se escucha.
Por el interior de Iparralde, a las faldas del monte Larrún entre Sara, Ainhoa y Ezpeleta
La cima del monte Larrún se alza como el mejor balcón natural a la costa vasca. A tan solo 10 kilómetros de San Juan de Luz y a 905 metros sobre el nivel del mar, ofrece una de las vistas más completas de la costa desde la bahía de Txingudi a las Landas pasando por toda la costa del País Vasco francés. Eso sí, si el cielo está despejado; si no, siempre se puede disfrutar de un café en la cima y de la experiencia de ascender hasta ella en un tren cremallera con casi un siglo de vida.
En 'Piedra de Toque' recorremos el desconocido interior de Iparralde en busca de pueblos de postal como son Sara, Ainhoa y Ezpeleta siempre con el frontón y la iglesia como referencias para salir a caminar sus calles repletas de casas de estilo labortano con sus vigas de madera de colores y sus flores frescas en el alfeizar. Todas ellas unidas por multitud de senderos que atraviesan las faldas del monte Larrún y hablan de antiguos pasos de ‘mugalaris’ (expresión en euskera que designaba a los contrabandistas que pasaban a través de la frontera o ‘muga’ entre España y Francia productos básicos e incluso personas), peregrinos del Camino del Santiago y montañeros en busca de la transpirenaica.
Arrancamos la ruta en Ascain, junto a su frontón francés. Es sábado por la mañana y tanto la plaza como el frontón lo ocupa un mercado de antigüedades. Cerca de él, otro de productos frescos de caserío. No nos paramos demasiado porque nos espera el tren de Larrún, uno de los mayores atractivos turísticos de Iparralde con más de 350.000 visitantes anuales. Así que no hay tiempo que perder, que nos quedamos sin pasaje para ascender a la cima.
El tren cremallera de Larrún, cerca de un siglo de historia
En efecto, el primer tren de las 9.30 horas está ya casi repleto. Faltan tan sólo diez localidades a media hora de partir. No dejan de pasar autobuses con excursionistas de las diferentes localidades de la costa. Siempre está la otra opción: ascender los 700 metros de desnivel positivo caminando.
El tren se inauguró en 1925 tras una visita de Napoleón III junto a la emperatriz Eugenia de Montijo. Un monolito en la cima habla de esa primera visita y de cómo surgió la idea de construir un tren cremallera que facilitara la ascensión y el disfrute de las vistas. La Primera Guerra Mundial paralizó las obras, pero se consiguió terminar hace ahora casi un siglo. Desde entonces, el tren viste los mismos materiales de madera y hasta el mismo estilo de cortinas en sus amplias ventanillas.
Día de niebla. No se ve más allá de cinco metros. “Todo el mundo nos pregunta lo mismo: dónde están los baños, esto es Francia o Navarra y cuándo se van las nubes”, señala con humor uno de los camareros del gran restaurante de la cima, por supuesto, navarro. Y es que la cima se comparte entre Navarra y Lapurdi.
La descendemos de manera suave, al ritmo del tren, y contemplamos el inicio de los Pirineos. La vida aquí lleva ya otro ritmo. “Tras la cima, toca visitar Sara, Ainhoa y Ezpeleta, entre los pueblos más bonitos de Francia y siempre con rincones por descubrir”, señala Nicolás Prince desde la Oficina de Turismo de Pays Basque.
Sara, Ainhoa y Ezpeleta, la vida a ritmo pirenaico
En Sara descubrimos la ruta de las Pottokas que mira hacia Navarra y une la localidad con Zugarramurdi de manera circular. Una ruta en homenaje a los ‘mugalaris’ y a la raza de caballos autóctona que todavía hoy pastan de manera libre por las laderas de las montañas. El último domingo de agosto, la localidad invita a 36 personas de diferentes pueblos de la zona a realizar parte del camino corriendo y con 9 kilos al hombro. Una carrera que rinde homenaje a los ‘mugalaris’ que recorrían las fronteras con mercancías y cuyas sendas han tomado ahora los excursionistas.
En Ainhoa, las fachadas de las casas dejan claro por qué es uno de los pueblos más bonitos de Francia: siempre de piedra con las vigas de madera de colores, el tejado a dos aguas y las flores frescas siempre en el alfeizar. Por aquí pasan peregrinos del Camino de Santiago y ‘mendizales’ (montañeros en euskera) que buscan completar el GR10 que atraviesa todos los Pirineos desde Hendaia hasta el Mediterráneo.
En Ezpeleta, las flores frescas compiten con las ristras de pimientos. Desde que en 1650 llegaran los primeros chiles de México, esta localidad se ha convertido en una referencia del pimiento. No sólo lo cultivan, sino que después producen todo tipo de elaboraciones artesanales con él: mermelada, chocolate, aceites, especias... Decidimos almorzar aquí en el restaurante Aintzina. Degustamos el pimiento en cada plato. Una delicia.
Irouléguy, los viñedos más pequeños de Europa
Ahora ponemos dirección al valle de los Aldudes. Paramos en Baigorri para conocer los escarpados viñedos de Irouléguy, los más pequeños de Europa, y unos vinos con aromas a trufa. Ximon Bergougnan es la tercera generación de bodegueros de la zona y ahora mismo forma parte de la cooperativa la Cave d´Irulegy junto con otros 35 productores más. “Nos encanta trabajar en los viñedos, nos ayudamos entre todos y estamos muy orgullosos de la calidad de nuestros vinos”, asegura a sus 35 años.
Igual de orgulloso se encuentra Pierre Oteiza en el pueblo de Aldudes. También es la tercera generación de una familia de carniceros que ha sabido llevar al cerdo de Kintoa a lo más alto de la calidad del jamón. Basta con caminar por los alrededores de su caserío y de su restaurante. Lo que hace tres siglos era una cantera, ahora es un bosque de robles y hayas donde pastan en libertad los cerdos pata negra de Kintoa. Y Oteiza atiende cada una de sus necesidades para que engorden y sigan manteniendo el modo de vida de sus antepasados. Imposible marcharse de allí sin ganas de regresar pronto.
Postal sonora desde Iparralde en formato pódcast
Cerca de la costa, existe otro Iparralde que mira al Pirineo lleno de rincones por descubrir, pueblos con encanto y una gente implicada con su desarrollo rural. Escucha ahora el podcast y sigue las recomendaciones de Oiartza Pampliega, de Furgobidaiak.eus. También lo puedes escuchar en Piedra de Toque, Spotify, iVoox, iTunes y Google Podcast:
La cima del monte Larrún se alza como el mejor balcón natural a la costa vasca. A tan solo 10 kilómetros de San Juan de Luz y a 905 metros sobre el nivel del mar, ofrece una de las vistas más completas de la costa desde la bahía de Txingudi a las Landas pasando por toda la costa del País Vasco francés. Eso sí, si el cielo está despejado; si no, siempre se puede disfrutar de un café en la cima y de la experiencia de ascender hasta ella en un tren cremallera con casi un siglo de vida.
En 'Piedra de Toque' recorremos el desconocido interior de Iparralde en busca de pueblos de postal como son Sara, Ainhoa y Ezpeleta siempre con el frontón y la iglesia como referencias para salir a caminar sus calles repletas de casas de estilo labortano con sus vigas de madera de colores y sus flores frescas en el alfeizar. Todas ellas unidas por multitud de senderos que atraviesan las faldas del monte Larrún y hablan de antiguos pasos de ‘mugalaris’ (expresión en euskera que designaba a los contrabandistas que pasaban a través de la frontera o ‘muga’ entre España y Francia productos básicos e incluso personas), peregrinos del Camino del Santiago y montañeros en busca de la transpirenaica.