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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Distintas formas de mirar los resultados electorales

Como en la novela de Julio Llamazares Distintas formas de mirar el agua, en la que dieciséis personas unidas por lazos familiares contemplan las aguas del pantano que anegó el pueblo del abuelo Domingo, a cuyas aguas se disponen a arrojar sus cenizas para cumplir su última voluntad de reposar lo más cerca posible de la tierra, hoy sumergida, donde nació. Hay también distintas formas de mirar los resultados de estas últimas elecciones al Parlamento vasco.

Para empezar, hay que señalar el apabullante éxito de Elkarrekin Podemos, sólo matizado por el hecho de que los resultados finalmente obtenidos van a ser confrontados, inevitablemente, con las expectativas generadas por los distintos sondeos (la mayoría les otorgaban alrededor de 15 escaños) y, sobre todo, con los espectaculares resultados de las últimas dos convocatorias de elecciones generales (335.740 votos el 26-J, 317.674 el 20-D). Evidentemente, tendrán que reflexionar sobre la diferencia final que se ha dado entre las previsiones demoscópicas y la realización final (algo diré al respecto más adelante, cuando analicemos los datos de participación) y, sobre todo, en Elkarrekin Podemos deben buscar con urgencia la manera de escapar de la trampa del voto dicotómico (en las elecciones “vascas” voto una cosa, en las “españolas” otra) que condena a los partidos de ámbito estatal a complementar a los partidos nacionalistas. Pero entrar por primera vez en el Parlamento vasco con 156.000 votos es contar con un suelo que, si se trabaja bien, puede convertirse en trampolín para futuras convocatorias. Si se trabaja bien. La falta de experiencia institucional de las personas que lo van a representar va a necesitar de mucho apoyo exterior.

El PNV es la única otra fuerza que puede mostrarse plenamente satisfecha con los resultados obtenidos. Los datos hablan por sí solos. Es cierto que pocas veces antes habíamos visto una campaña tan personalista como esta de la “U”. ¿Cuántos de los votos obtenidos son votos directos a Urkullu? El lehendakari ha encarnado un “modelo de éxito”, aunque la valoración concreta de su gestión al frente del Gobierno vasco no sea para tirar cohetes: según la encuesta preelectoral del CIS el 49% de las vascas y vascos califican de buena la situación general del País Vasco (¡el 64,5% de las personas de 18-24 años!), frente al 65% que consideran la situación general de España mala o muy mala; sin embargo, solo el 36% de las personas encuestadas calificaban de buena (y el 6,5% de muy buena) la gestión realizada al frente del Gobierno vasco del lehendakari Iñigo Urkullu. El mito del “oasis vasco” parece definitivamente establecido; si es así, salvo catástrofe, el partido gobernante cuenta con viento favorable.

El PSE ha perdido 86.000 votos y 7 escaños. Su situación es la más delicada de todas. Por sí mismo parece atrapado en un proceso acelerado de entropía, de pérdida de energía, que lo sitúa muy cerca del punto de no retorno. Sin embargo, la aritmética (9 + 29 = 38) prefigura un escenario de gobierno de coalición. El espejismo de ser “necesario para la estabilidad del gobierno” en un entorno de evidente inestabilidad puede hacerles olvidar que el socialismo vasco se encuentra en una situación tan crítica que su futuro se juega fuera de las instituciones: en la recomposición del partido y en su reconexión con la sociedad. La sombra del PNV es lo suficientemente alargada y espesa como para ocultar a sus aliados de gobierno; que miren, si no, lo que está pasando con la Diputación de Bizkaia o con el Ayuntamiento de Bilbao.

A pesar de la pérdida de más de 50.000 votos desde 2012, en EH Bildu respiran aliviados por no haber salido todo lo malparados que se preveía. Venían de los 153.339 votos del 26-J y de unos sondeos que apuntaban a su superación por Elkarrekin Podemos, por lo que los resultados obtenidos les permiten reforzarse en el terreno de juego y constatar que hay partido, y que en unas elecciones autonómicas o locales son capaces de plantar cara a la nueva izquierda post 15-M. Otra cosa es a qué van a dedicar su capital político en la próxima legislatura. Con una plancha renovada en la que sólo Jone Goirizelaia conecta con la vieja cultura militante de la izquierda abertzale, no les va a resultar sencillo gestionar la tensión entre conciliar con el PNV para impulsar un frente soberanista a la catalana y cuestionar sus políticas socioeconómicas para no perder espacio frente a Elkarrekin Podemos.

En cuanto al PP, pueden estar razonablemente contentos con sus resultados. Son los últimos, pero son. Siguen siendo el refugio de un votante que aspira a resistir más que a influir. Aunque para conseguir este objetivo tengan que quedarse con aquello que menos parece movilizar a la mayoría del electorado vasco: la identidad explícitamente vascoespañola, la sospecha frente a la inmigración y las ayudas sociales, la memoria del terrorismo.

Pero aunque los votos, su distribución y su resultado en escaños, sea lo más llamativo de unas elecciones, merece la pena detenerse, aunque sólo sea brevemente, en los datos generales de participación. En este momento, me limito a apuntar dos reflexiones.

Aunque el censo potencial de votantes se ha incrementado en 8.000 personas, finalmente la abstención se ha incrementado en más de cuatro puntos porcentuales, superando el 40% y convirtiéndose en la opción de 76.000 ciudadanas y ciudadanos más que en 2012. Son muchas personas. La abstención puedes ser una de las grietas a través de las cuales el contexto estatal se filtra en la política vasca: una parte de la ciudadanía, aburrida o cabreada con la crisis de gobernabilidad en España, ha abordado estas elecciones vascas como si fueran “las terceras” de la serie inaugurada el 20-D; otra parte, seguramente votante potencial del PSE o de Elkarrekin Podemos, ha podido verse desanimada como consecuencia de los líos internos (pero absoluta y frívolamente exteriorizados) en los que se han ido metiendo ambas formaciones en el ámbito estatal.

Habrá que esperar a las encuestas postelectorales, pero es probable que la abstención haya castigado más a EH BIldu y, sobre todo, a Elkarrekin Podemos. ¿Por qué lo digo? En el estudio preelectoral del CIS quedaba clara la preferencia de voto hacia el PNV entre las personas de más edad, que eran además quienes más seguras estaban de ir a votar y quienes en mayor medida decían tener ya decidido su voto, frente a las personas más jóvenes, más tendentes a votar a EH Bildu y Podemos, pero algo menos seguras de ir a votar y con muchas más dudas sobre el sentido final de su voto. Por otra parte, en ese mismo estudio encontramos que las personas de 18-24 años eran las que en mayor medida decían que a la hora de votar lo más importante a tener en cuenta serían “los temas generales de España” (el 23,3%, frente al 16,6% de media).

En fin, que a pesar de la rotundidad de los datos, hay tema para rato. Habrá que seguir mirando el agua.

Como en la novela de Julio Llamazares Distintas formas de mirar el agua, en la que dieciséis personas unidas por lazos familiares contemplan las aguas del pantano que anegó el pueblo del abuelo Domingo, a cuyas aguas se disponen a arrojar sus cenizas para cumplir su última voluntad de reposar lo más cerca posible de la tierra, hoy sumergida, donde nació. Hay también distintas formas de mirar los resultados de estas últimas elecciones al Parlamento vasco.

Para empezar, hay que señalar el apabullante éxito de Elkarrekin Podemos, sólo matizado por el hecho de que los resultados finalmente obtenidos van a ser confrontados, inevitablemente, con las expectativas generadas por los distintos sondeos (la mayoría les otorgaban alrededor de 15 escaños) y, sobre todo, con los espectaculares resultados de las últimas dos convocatorias de elecciones generales (335.740 votos el 26-J, 317.674 el 20-D). Evidentemente, tendrán que reflexionar sobre la diferencia final que se ha dado entre las previsiones demoscópicas y la realización final (algo diré al respecto más adelante, cuando analicemos los datos de participación) y, sobre todo, en Elkarrekin Podemos deben buscar con urgencia la manera de escapar de la trampa del voto dicotómico (en las elecciones “vascas” voto una cosa, en las “españolas” otra) que condena a los partidos de ámbito estatal a complementar a los partidos nacionalistas. Pero entrar por primera vez en el Parlamento vasco con 156.000 votos es contar con un suelo que, si se trabaja bien, puede convertirse en trampolín para futuras convocatorias. Si se trabaja bien. La falta de experiencia institucional de las personas que lo van a representar va a necesitar de mucho apoyo exterior.