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América Latina 2019, un repaso
Una afirmación evidente sobre el paso del tiempo y un pronóstico inmediato en el marco espacio temporal: finaliza el 2019 y percibimos que 2020 será, a pesar de ataques, de claro-oscuros, de dudas y certezas, un año cargado de futuro prometedor en América Latina.
En los últimos tiempos, en especial en 2019, aumentó la revisión crítica sobre el momento en que estaba el continente latinoamericano. Se ha discutido así sobre el fin del llamado ciclo progresista, sobre su agotamiento y cierta frustración respecto a los logros conseguidos en unos y otros países. Se constató, sobre todo en el último año, el hecho de que se estaba entrando en una fase larga de reversión de los cambios y transformaciones habidas con todo lo que esto suponía de pérdida de derechos, de democracia y de libertades. Fase esta en la que las élites políticas y económicas dominantes, precisamente aquellas que se han apropiado de esos conceptos políticos, nuevamente ganaban espacios para la vuelta a la ortodoxia neoliberal. Esto, sin duda alguna, generaba una angustia existencial real para las grandes mayorías y para los diversos colectivos que habían visto en los últimos años una mejora de sus condiciones de vida y un crecimiento en el reconocimiento y, sobre todo, en el ejercicio de sus derechos individuales y colectivos.
Incidía en esas oscuras perspectivas también el hecho de los golpes de estado, llamados blandos pero golpes al fin y al cabo, y el refortalecimiento de las opciones electorales y fácticas de las oligarquías en la mayoría de países del continente. Respecto a los primeros, los golpes de estado, pasaban ahora, con el ejemplo de Bolivia, a no ser blandos, sino a retrotaernos claramente a aquellos más duros que se daban en el siglo pasado. La intervención directa de lo policial-militar en este golpe y la brutal represión (35 muertos, cientos de heridos y detenidos, exilados y refugiados políticos nuevamente, etc.) así lo atestiguan. Por otra parte, a los países que nunca salieron del neoliberalismo (Centroamérica, Chile, Perú, Colombia) se les habían unido otros como Argentina, Ecuador o Brasil, con una clara vuelta a este sistema, mientras el asedio local e internacional crecía hacia el resto de los que aún se mantenían en el camino de los cambios y transformaciones sociales.
Asistimos así al hecho innegable de que las políticas de derecha y ultraderecha se han ido asentando en detrimento de los derechos de las personas, de los de la naturaleza y de la democracia y las libertades. América Latina fue el gran laboratorio del neoliberalismo en las últimas décadas del siglo XX y ahora retornaba a estas políticas con la suma en la ecuación de la evidente venganza de clase que traían los regímenes de ultraderecha (Brasil, Guatemala, Bolivia) y la determinación por acabar con todos los avances habidos de una manera acelerada para sepultar esos procesos. El expolio y destrucción de los territorios (Amazonía, minería a cielo abierto, forestales, hidroeléctricas…), así como los recortes de derechos (sociales, laborales, políticos…) aumentan con el dominio de oligarquías y trasnacionales que imponen las viejas recetas de explotación salvaje para aumentar sus cuentas de resultados y, sobre todo, sus tasas de beneficios a cualquier precio.
Sin embargo, si atendemos a una revisión más global y profunda de una década que va concluyendo con el 2019 percibimos también que habiendo fuertes claro-oscuros, no solo éstos últimos han dominado el panorama de América Latina en estos últimos 12 meses. Este año ha contado igualmente con pasos esperanzadores del resurgimiento de los movimientos sociales como fuerzas que pueden cambiar las sociedades (Ecuador, Chile, Colombia).
Cierto es que el escenario no es alentador, que los golpes han sido fuertes y que el continente sigue siendo el pionero en el aumento de la brecha de las desigualdades. Sin embargo, la relectura ahora de este año recien concluido nos lleva a comprender que América Latina sigue siendo un continente vivo, sugerente y central en la construcción de alternativas y de las luchas por las mejoras de las condiciones políticas, sociales, económicas y culturales. Las mismas que deben de alcanzar a las grandes mayorías revirtiendo situaciones de injustica social, de destrucción medioambiental, de patriarcados y machismos, de continuas violaciones a los derechos de los pueblos. Cuando incluso en la vieja Europa se producen procesos de recorte de libertades y hay un ostensible crecimiento de opciones ultraderechistas, con sus cargas de racismo, machismo y fascismo, en el continente americano se sigue poniendo freno a procesos similares y tejiendo alternativas para la construcción de sociedades verdaderamente democráticas y realmente justas.
Un sencillo y breve repaso de este 2019 nos lleva a reconocer las luchas de meses contra el neoliberalismo y la corrupción en Haití, Guatemala, Ecuador, Chile, Colombia. Nos permite entender mejor las demandas en el global del continente de los movimientos feministas que se extienden cuestionando estructuras de siglos de machismos y patriarcados. Nos vislumbra la determinación de los pueblos indígenas por defender su identidad, su dignidad y los territorios frente a transnacionales que solo los expolian y gobiernos que pretenden su vuelta a la invisibilidad (Guatemala, Brasil, Bolivia, Colombia). Nos muestran infinidad de organizaciones y movimientos sociales vivos en barrios, comunidades, urbes y campos que por la vía de la protesta social y/o la electoral consiguen cuestionar profundamente o acabar con algunos de los aparentes oasis de la estabilidad neoliberal (Chile, Ecuador, Argentina).
Esta es América Latina en las primeras semanas del 2020. Cierra el año 2019 no solo con una mirada a lo vivido, sino con la vista puesta en la puerta que se entreabre a un futuro de justicia social, democracia real y libertades verdaderas para todas y todos, no cercenadas en el continente por parte de las “élites siempredominantes”.
Una afirmación evidente sobre el paso del tiempo y un pronóstico inmediato en el marco espacio temporal: finaliza el 2019 y percibimos que 2020 será, a pesar de ataques, de claro-oscuros, de dudas y certezas, un año cargado de futuro prometedor en América Latina.
En los últimos tiempos, en especial en 2019, aumentó la revisión crítica sobre el momento en que estaba el continente latinoamericano. Se ha discutido así sobre el fin del llamado ciclo progresista, sobre su agotamiento y cierta frustración respecto a los logros conseguidos en unos y otros países. Se constató, sobre todo en el último año, el hecho de que se estaba entrando en una fase larga de reversión de los cambios y transformaciones habidas con todo lo que esto suponía de pérdida de derechos, de democracia y de libertades. Fase esta en la que las élites políticas y económicas dominantes, precisamente aquellas que se han apropiado de esos conceptos políticos, nuevamente ganaban espacios para la vuelta a la ortodoxia neoliberal. Esto, sin duda alguna, generaba una angustia existencial real para las grandes mayorías y para los diversos colectivos que habían visto en los últimos años una mejora de sus condiciones de vida y un crecimiento en el reconocimiento y, sobre todo, en el ejercicio de sus derechos individuales y colectivos.