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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Basta Ya, 20 años

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Nos vamos haciendo viejos. La semana pasada se cumplieron veinte años de la entrega del Premio Sajarov a Basta Ya por parte del Parlamento Europeo. Fue una forma de reconocer a la iniciativa ciudadana su defensa de la democracia y, por tanto, también de denunciar que en una parte de España no había democracia plena ni la libertad estaba plenamente garantizada por la acción de una banda terrorista. 

Permitidme que diga con orgullo que tuve el enorme privilegio de estar allí. Fui una de las personas que viajó a Estrasburgo a recoger el premio (o a acompañar a quienes lo recogían, más bien), y uno de los privilegiados que pudo escuchar en directo la inolvidable intervención de Fernando Savater ante el Parlamento Europeo. Tuve la suerte de compartir aquellas jornadas con personas a las que ya entonces admiraba, como el propio Fernando o José María Calleja, entre otros muchos. Y pude conocer y saludar a José María Mendiluce, de quien había leído su libro Pura Vida, que tanto me había marcado, además de haber seguido con admiración sus reflexiones sobre las guerras de los Balcanes. Además, tuve la ocasión de conocer y cenar junto a Joseba Pagazaurtundúa, asesinado poco después por ETA. Conservo una foto de ese momento, yo sentado a su lado. 

Yo era un simple joven comprometido con la defensa de la libertad y de la democracia. Por decirlo de manera menos elevada, me indignaba que ETA asesinara a conciudadanos inocentes por el simple hecho de pensar diferente, así que, en lugar de mirar para otro lado, participaba en las concentraciones que se convocaban después de cada asesinato. Tampoco fue gran cosa, pues era lo mínimo que uno podía hacer (aunque casi nadie lo hiciera). Sí tuve ocasión de participar de manera más comprometida en Denon Artean Paz y Reconciliación, junto con Cristina Cuesta o Iñaki Arrizabalaga, entre otros, desde donde pudimos organizar la primera (y última) manifestación de “La juventud vasca contra ETA”. Fue a mediados de los años 90. Ocasionalmente escribía “Cartas al Director” contra el terrorismo de ETA en El Diario Vasco. Y participaba en las manifestaciones convocadas por Basta Ya. 

Fue por todo esto y por la participación de mis padres en esas mismas manifestaciones que un fin de semana, de madrugada, nos lanzaron tres cócteles molotov al balcón de casa, sin otro resultado que nuestro firme propósito de seguir adelante. Al parecer, a los líderes de Basta Ya les gustó mi contestación a los autores del atentado, quienes me acusaron de militar en el PP para justificar lo injustificable. Esta fue mi respuesta: “Podemos entender de dos maneras diferentes el atentado sufrido: como una equivocación, un error más en la larga lista de errores cometidos por la kale borroka, o como un acierto, en el sentido de que han atacado la vivienda que pretendían. Si estamos ante el primer caso, queremos solidarizarnos con la persona a la que pretendían atemorizar y reiterar que nadie debe ser acosado por defender unas ideas tan legítimas como cualquier otra. Si nos encontramos ante el segundo caso, cosa que sospechamos, exigimos a los saboteadores que expliquen las verdaderas razones del acto, y que no mientan”. Sea como fuera, no lograron nada, y seguimos participando en todas las manifestaciones que se convocaron contra ETA, del mismo modo que antes. No nos movilizamos contra ETA porque nos atacaba sino que nos atacó porque nos movilizábamos contra ella. Y justo después de eso, recibí una llamada de Basta Ya invitándonos a mí y a mis padres a viajar a Estrasburgo a recoger el premio. Me apunté sin dudar medio segundo. 

Basta Ya no era como tal un movimiento pacifista, puesto que no era paz lo que nos faltaba sino libertad

Basta Ya surgió a finales de los 90 para enfrentarse al terrorismo de ETA y al nacionalismo obligatorio. Lo novedoso y revolucionario de este movimiento cívico fue que, además de oponerse a los asesinatos de la banda, reivindicó en positivo y sin complejos la Constitución Española, es decir, la legalidad vigente y nuestro Estado de Derecho. O sea, la democracia. Y denunció la ideología nacionalista que estaba detrás de las acciones de los terroristas. Todo esto fue lo que diferenció a este movimiento cívico de otros que hubo antes y en los que tuve también la ocasión de participar, como Denon Artean Paz y Reconciliación o Gesto por la Paz. Y todo ello lo hizo usando la voz y la palabra, de manera que se les entendía, con mensajes reivindicativos y en positivo, provocando con todo ello la reacción del PNV, de parte del periodismo y de parte del establishment, que hizo todo lo posible para debilitar a esta iniciativa ciudadana.   

Basta Ya no era como tal un movimiento pacifista, puesto que no era paz lo que nos faltaba sino libertad. Es decir, no había una guerra o dos bandos enfrentados sino una banda terrorista, apoyada por un grupo político (Herri Batasuna y sus diferentes versiones), que pretendía doblegar la democracia para alcanzar sus objetivos e imponer su proyecto político totalitario. Basta Ya hablaba con claridad meridiana, razón por la cual sus miembros más destacados fueron perseguidos por ETA y algunos de ellos, como el propio Joseba Pagazaurtundúa o José Luis López de la Calle, asesinados. Basta Ya logró en 2000 reunir en San Sebastián a más de cien mil personas, hecho nunca logrado antes por ningún movimiento de este tipo. Se pasó de concentraciones de apenas dos decenas de personas a manifestaciones multitudinarias en las que participaba gente diversa y de procedencias distintas unidas por su defensa de la democracia efectivamente vigente. A eso ayudó que los mensajes fueran, no solo claros, sino también valientes y desacomplejados. Recuerdo que Otegi, tras una de las grandes manifestaciones de Basta Ya, dijo aquello de: “Solo faltaba la cabra de la Legión”. Basta Ya, en lugar de disimular, mantenerse en silencio o pedir perdón, le respondió como merecía, por boca de Fernando Savater: “Prefiero manifestarme con la cabra de la Legión que con la cantidad de cabrones con los que habitualmente suele manifestarse el señor Otegi”. 

Los miembros más destacados de la iniciativa tuvieron que sufrir permanentes amenazas e insultos, no solo desde las filas del nacionalismo más radical sino del supuestamente democrático y de otros sectores del establishment. Ser de o defender a Basta Ya no estaba bien visto en algunos sectores: lo habitual es que te acusaran de tensar a la sociedad o de ser un extremista. Un destacado dirigente del PNV dijo aquello de: “Igual que logramos desactivar a Jarrai, desactivaremos a Basta Ya”. Y otra vez Fernando Savater, representándonos a todos, le contestó como correspondía: “Que venga acompañado porque solo no va a poder”. Poco tiempo después, Joseba Pagaza fue… “desactivado”.  

20 años han pasado desde que el Parlamento Europeo entregó el Premio Sajarov a Basta Ya. Nunca tan pocos hicieron tanto por tantos. Y nunca se lo agradeceremos lo suficiente. 

Nos vamos haciendo viejos. La semana pasada se cumplieron veinte años de la entrega del Premio Sajarov a Basta Ya por parte del Parlamento Europeo. Fue una forma de reconocer a la iniciativa ciudadana su defensa de la democracia y, por tanto, también de denunciar que en una parte de España no había democracia plena ni la libertad estaba plenamente garantizada por la acción de una banda terrorista. 

Permitidme que diga con orgullo que tuve el enorme privilegio de estar allí. Fui una de las personas que viajó a Estrasburgo a recoger el premio (o a acompañar a quienes lo recogían, más bien), y uno de los privilegiados que pudo escuchar en directo la inolvidable intervención de Fernando Savater ante el Parlamento Europeo. Tuve la suerte de compartir aquellas jornadas con personas a las que ya entonces admiraba, como el propio Fernando o José María Calleja, entre otros muchos. Y pude conocer y saludar a José María Mendiluce, de quien había leído su libro Pura Vida, que tanto me había marcado, además de haber seguido con admiración sus reflexiones sobre las guerras de los Balcanes. Además, tuve la ocasión de conocer y cenar junto a Joseba Pagazaurtundúa, asesinado poco después por ETA. Conservo una foto de ese momento, yo sentado a su lado.