Beatriz

Apreté los dientes y me alegré. Los informativos de la madrugada del martes se abrieron dando cuenta del parto prematuro de Beatriz, la joven salvadoreña que ha suplicado y reclamado durante interminables semanas el derecho al aborto por el riesgo inminente para su vida. El Tribunal Constitucional de su país se lo negó y la Conferencia Episcopal bendijo lo que, según criterios médicos, suponía una segura condena a muerte para una mujer de 22 años y con un hijo ya de 14 meses.

Pensaba en Beatriz peleando por sobrevivir en la UCI mientras su hija anencefálica ya había muerto y mis recuerdos se fueron a las 'abortistas de Basauri'. Con esa etiqueta se bautizó a las once mujeres del municipio vizcaíno que el 16 de junio de 1980 se sentaron en el banquillo de la Audiencia de Bilbao con una petición fiscal que superaba los cien años de cárcel.

Ocho de las mujeres procesadas estaban acusadas de haber abortado, otra de haberlo intentado y las dos restantes de practicar los abortos o colaborar en su realización. Comparecieron con una dignidad envidiable.

No eran ningunas niñas. Sus edades oscilaban entre los 33 y los 46 años. Todas, excepto una, estaban casadas y con un promedio de tres hijos cada una. Su situación económica era muy difícil y en buena parte de los casos, los médicos de lo que entonces se denominaba Seguridad Social les habían negado los anticonceptivos solicitados.

Por eso, cada una con su tragedia, visitaba a la vecina, una mujer casada y con tres hijos, que sin estudio alguno en medicina, practicaba los abortos. Mientras, familias con saneada capacidad adquisitiva financiaban los viajes a Londres de sus hijas para abortar con seguridad médica y jurídica.

Lo cierto es que la Audiencia de Bilbao, en una resolución histórica, absolvió a todas las mujeres. Aunque tres años después, el Tribunal Supremo discrepó de la interpretación de lo que para los jueces vascos suponía un “estado de necesidad”, las procesadas evitaron los cien años de cárcel y el movimiento a favor del derecho al aborto tomó un impulso irrefrenable.

Quiero suponer que el mismo impulso que ahora guiará a muchas mujeres de El Salvador en la reivindicación del derecho que les asiste a tomar decisiones sobre su vida. La implicación de la Corte Internacional de Derechos Humanos al demandar al Gobierno de Mauricio Funes una intervención que permitiera salvar la vida de Beatriz puede resultar clave en ese camino que se aventura largo, duro y difícil.

Y no sólo para las mujeres de El Salvador. Digamos que ellas tienen un trecho doble que recorrer, pero aquí mismo, en la que presume de ser parte de la Europa más desarrollada, estamos a punto de dar un gran paso atrás con la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva que permite abortar hasta la semana 14 de embarazo sin tener que alegar un motivo para ello (violación, malformación o riesgo para la vida de la mujer).

Los anuncios ya realizados por el gobierno de Mariano Rajoy dan pruebas de su compromiso evidente con la Conferencia Episcopal. Es una santa alianza en la que la mujer saldrá perdiendo. Una vez más.

El ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que elabora las modificaciones legales, no tiene interés alguno en conocer el estudio que ha publicado la reputada revista “The Lancet”, y en el que se confirma que la tasa de abortos es menor en los países con leyes más permisivas. Lo que quieren es lo que ha querido toda la vida la derecha: mano dura y que las mujeres no decidan.