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Nuevos retos de la conservación de la naturaleza y la biodiversidad
En los años sesenta, la bióloga Rachel Carson hizo temblar a los sectores político y empresarial de los Estados Unidos con su libro “La Primavera Silenciosa”, un contundente ensayo sobre el impacto ambiental de los plaguicidas. La metáfora de aquel libro -una primavera sin cantos de pájaros- sigue vigente más de medio siglo después (concretamente sesenta y seis años, ya que fue publicado por estas fechas, pero en 1962), debido a la sostenida reducción de las aves en los campos de cultivo europeos, a merced de prácticas agrícolas poco sensibles con los servicios que la biodiversidad ofrece.
Rachel Carson puso de manifiesto en su libro la percepción de que cada vez se iban haciendo más escasas las especies que nos acompañan en el Planeta Tierra. Posteriormente, se han documentado los factores humanos que impactan sobre las poblaciones de muchas especies, a destacar los siguientes: los herbicidas destruyen las plantas que sirven de alimento a pájaros granívoros como el escribano cerillo (Emberiza citrinella); los insecticidas y la ganadería intensiva abaten los invertebrados que forman la dieta de ciertas aves insectívoras y omnívoras, como la perdiz pardilla (Perdix perdix), así como de las rapaces que se alimentan de ellas, caso del halcón peregrino (Falco peregrinus); la desecación de praderas contrae el hábitat potencial de especies como la avefría (Vanellus vanellus); y otro tanto ocurre con el zorzal común (Turdus philomelos) en respuesta a transformaciones sufridas por el bosque, el matorral y los setos alrededor de las tierras de cultivo.
Hoy sabemos que el ritmo de extinción de especies se ha situado a un nivel similar al de las otras cinco grandes extinciones habidas a lo largo de la evolución de la vida en nuestro planeta, y de ahí que diversos científicos hayan bautizado a esta época como la sexta extinción.
Frente a esta situación, se ha tratado de luchar para evitar la pérdida de la biodiversidad a través de varias estrategias de conservación. La primera de ellas ha sido con la declaración de espacios protegidos, que fue iniciada en Estados Unidos con el Parque Nacional de Yellowstone, en 1872. En el Estado español, se inició con el Parque Nacional de Covadonga (hoy, Picos de Europa), que fue declarado en 1916. En el País Vasco, mucho más tarde, en 1994, a través de distintas figuras de protección como los parques naturales, biotopos protegidos y árboles singulares.
Concretamente, en Euskadi, han sido declarados nueve parques naturales (Aiako Harria, Aizkorri-Aratoz, Armañon, Pagoeta, Valderejo, Urkiola, Gorbeia, Izki y Aralar). Los biotopos protegidos han sido: Diapiro de Añana, Gaztelugatxe, Inurritza, Itxina, Lagunas de Laguardia, Meatzaldea-Zona Minera de Bizkaia, Río Leizaran, y Tramo litoral Deba-Zumaia. Y los árboles singulares declarados son 25.
Una segunda estrategia es la protección de especies y hábitats. De esta forma, hace 26 años se aprobó la Directiva Europea de Hábitats, que propició la creación de la Red Natura 2000 de lugares protegidos. La citada Directiva tiene como finalidad asegurar en el futuro los hábitats y especies más amenazadas en Europa por medio de zonas especiales para su protección y conservación.
Precisamente, el 21 de mayo se celebra una nueva edición del Día Europeo de la Red Natura 2000, una fecha en la que se quiere que la ciudadanía descubra la riqueza de esta gran red europea que alberga más de 217.000 espacios protegidos en toda Europa.
La celebración este año dirige el foco hacia el valor que tienen los productos producidos en esta gran red de espacios europeos, garantizando la conservación de los valores naturales e impulsando el desarrollo económico y social del territorio.
La Red Natura 2000 es la apuesta europea más decidida para conservar la biodiversidad y su definición en el País Vasco ha contado con un gran proceso de participación ya que los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad son detener la pérdida de biodiversidad y combatir el cambio climático. Euskadi aporta a Red Natura 2000, 55 espacios, con una extensión de 1.500 kilómetros cuadrados, superando la media europea en la designación de espacios de la Red Natura, ya que el 23% del País Vasco está incluido en esa figura de protección europea, mientras que la media comunitaria es del 18%.
En Euskadi viven más de 700 especies de animales vertebrados, 1.780 invertebrados y unas 7.600 especies de plantas. De ellas, 46 especies vertebradas se encuentran amenazadas -21 en peligro de extinción-, y 125 especies de flora vascular se encuentran en situación de amenaza, con 54 especies en peligro de extinción. Algunas de las especies más relevantes en peligro de extinción son la rana meridional; águila perdicera, quebrantahuesos, milano real; cangrejo de río común; libélula; murciélago de bosque, nutria, visón europeo; lamprea; amapola violeta, geranio de roca y nenúfar blanco. El declive de muchas especies se debe al deterioro de los hábitats naturales, ya que nuestra comunidad, por sus condiciones orográficas, desarrollo industrial y modelo de población, ha pagado en algunas zonas un alto precio en la conservación del medio natural.
La Red Natura 2000 es clave para asegurar el suministro y mantenimiento de una amplia gama de los servicios de los ecosistemas, en los que se sustentan la prosperidad económica y el bienestar sostenible. Los espacios de la Red Natura en Euskadi constituyen un importante almacén de carbono y eficaz herramienta para mitigar los efectos del cambio climático; también regulan los recursos hídricos y proporcionan agua de calidad para el consumo humano; reducen los costes de reparación que provocan las inundaciones; preservan paisajes que son el principal activo para la recreación y el turismo de naturaleza; y contribuyen decididamente al mantenimiento de la agricultura y de la ganadería tradicional vasca.
Una cuestión muy importante a destacar, es que la Red Natura 2000 es más que una red de espacios protegidos por su valiosa biodiversidad, ya que también permite a las comunidades locales, beneficiarse de los servicios ecosistémicos que generan, y no pretende establecer santuarios para la vida silvestre ya que el ser humano es parte integral de la naturaleza y algunos hábitats naturales, animales y plantas silvestres dependen de las condiciones ambientales que favorecen algunas actividades humanas. Por ello, los espacios naturales deben de ofrecer nuevas oportunidades para el desarrollo socioeconómico de esas zonas, como las ya enumeradas anteriormente, respetuosas con el medio ambiente.
Los espacios naturales que forman parte de la Red Natura 2000 en Euskadi y su evolución futura tienen que ver con la colaboración y participación de vecindarios, ayuntamientos y demás instituciones (Gobierno vasco y diputaciones forales), asociaciones conservacionistas y ecologistas, empresariado, comunidades locales y cualquier ciudadano o ciudadana preocupados por nuestra herencia natural y biodiversidad y un desarrollo económico y social sostenible.
Su preservación requiere afrontar importantes retos. Uno de ellos, sin duda, consiste en mejorar los mecanismos de financiación de la Red, que no cuentan con instrumentos específicos, sino que se nutre de la aportación de otros fondos comunitarios, como es el caso del Programa LIFE, que es el único instrumento financiero de la Unión Europea dedicado de forma exclusiva al medio ambiente. En Euskadi, gracias al Programa LIFE-Naturaleza, se han realizado diversos proyectos, como los de conservación de especies de interés comunitario -visón europeo y águila Bonelli en Alava; de hábitats, como la regeneración de dunas en Urdaibai; de erradicación de plantas invasoras, como supuso el tratamiento de eliminación de la “Baccharis halimifolia conocida popularmente como ”chilca“, realizada en más de 780 hectáreas de las zonas de Urdaibai, Lea y Txingudi; el proyecto Life+Irekibai de cara a mejorar la conectividad y los hábitats de ríos comprendidos por Navarra y Gipuzkoa; etcétera.
Una adecuada respuesta a estos retos nos va a exigir un esfuerzo de concertación, dotación de recursos e impulso para que la Red Natura contribuya a conservar la biodiversidad y la naturaleza y unos pueblos vivos en Euskadi.
*Julen Rekondo es experto en temas ambientales, Premio Nacional de Medio Ambiente.
En los años sesenta, la bióloga Rachel Carson hizo temblar a los sectores político y empresarial de los Estados Unidos con su libro “La Primavera Silenciosa”, un contundente ensayo sobre el impacto ambiental de los plaguicidas. La metáfora de aquel libro -una primavera sin cantos de pájaros- sigue vigente más de medio siglo después (concretamente sesenta y seis años, ya que fue publicado por estas fechas, pero en 1962), debido a la sostenida reducción de las aves en los campos de cultivo europeos, a merced de prácticas agrícolas poco sensibles con los servicios que la biodiversidad ofrece.
Rachel Carson puso de manifiesto en su libro la percepción de que cada vez se iban haciendo más escasas las especies que nos acompañan en el Planeta Tierra. Posteriormente, se han documentado los factores humanos que impactan sobre las poblaciones de muchas especies, a destacar los siguientes: los herbicidas destruyen las plantas que sirven de alimento a pájaros granívoros como el escribano cerillo (Emberiza citrinella); los insecticidas y la ganadería intensiva abaten los invertebrados que forman la dieta de ciertas aves insectívoras y omnívoras, como la perdiz pardilla (Perdix perdix), así como de las rapaces que se alimentan de ellas, caso del halcón peregrino (Falco peregrinus); la desecación de praderas contrae el hábitat potencial de especies como la avefría (Vanellus vanellus); y otro tanto ocurre con el zorzal común (Turdus philomelos) en respuesta a transformaciones sufridas por el bosque, el matorral y los setos alrededor de las tierras de cultivo.