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Bizkaia, o donde todo sigue igual a pesar de la COVID-19
Entre vacunaciones a la carta y promociones de hidrógeno se ha aprobado el presupuesto de la Diputación Foral de Bizkaia para este año 2021. Las promesas de siempre encima de la mesa; mucha bici y zapatilla, como le gusta decir al diputado General, mucho slogan new age al estilo euskanglish, que NIC que si EIC, que si atracción de turismo, y de talento. Bizkaia el faro del universo, más compromiso, más de todo, bombo, platillo y txistu para acabar diciendo nada. Tan sólo giros retóricos y lenguaje ambiguo, o como diría mi amama: mucho ruido y pocas nueces, porque los presupuestos aprobados no sirven, parece el presupuesto para un año sin pandemia (sin crisis económica, social, climática y de cuidados). No es momento de actuar con conservadurismo. Estamos en tiempos de hechos y no de palabras, es momento de que la Diputación sea un escudo y haga de línea de defensa y protección de los derechos de todas.
Los retos que tenemos por delante son serios. En Bizkaia hay, a día de hoy, 73.579 personas sin empleo, una tasa de paro del 13,2%, y no debemos olvidar que sin los 20.494 ERTE estaríamos aun peor. Ante esto, La Diputación tiene capacidad de crear empleo público, y al mismo tiempo, poder reforzar unos servicios públicos que languidecen. ¿Y qué ha hecho? aumentar los cargos elegidos a dedo y reducir la plantilla de trabajadores públicos; de hecho, el Instituto Foral de Asistencia Social es el paradigma de la destrucción de empleo en el sector público, cierra servicios y pierde plazas de gestión pública directa.
Transformar el modelo de cuidados no es sólo buscar soluciones al envejecimiento de larga duración, sino atender y dar soporte a todas las tareas de cuidado, que son las tareas que sostienen la vida
Otro de los fiascos de Bizkaia lo tenemos en la red de cuidados y en las residencias de mayores. La COVID-19 se ha cebado con nuestras personas mayores, una población vulnerable que ha sufrido lo indecible con esta crisis. Entendemos que la gestión de semejante reto haya sido complicada, pero no nos engañemos, las residencias ya adolecían mucho antes de la pandemia porque la fórmula ideada por el PNV se basa en un sistema que pone en riesgo la salud; con cargas indecentes de trabajo, plantillas insuficientes y ratios desfasados que no garantizan una buena atención a las personas usuarias de residencias. De hecho, el departamento de Acción Social de la Diputación no ha sido capaz de dar datos veraces y transparentes sobre el impacto real de la COVID en cada una de las residencias de la red. Las familias han pedido incluso la dimisión del diputado. ¿Qué necesitan las residencias? Un vuelco de cabo a rabo porque si esto sigue así a una se le quitan las ganas de envejecer, pero mientras tanto es urgente aumentar el presupuesto y destinarlo a incrementar el número de plazas públicas residenciales y el número de personas de atención directa en las residencias, porque somos el territorio que menos tiempo dedica a la atención individualizada, 1 hora por persona al día, algo lamentable. También se deberían hacer más inspecciones, sobre todo en los centros privatizados, donde lo que prima es el beneficio económico. Y es que por más que el diputado Foral se empeñe, solo un 19,9% considera que las inspecciones que se realizan son suficientes. Por mucho que se esfuercen por esconder la realidad de lo ocurrido en residencias como la de Ermua, Barakaldo, Zamudio o Muskiz, por mucho que se empeñen en manipularla y retorcerla, por mucho que se empeñen en dañar la imagen de aquellas entidades que sí representan a las familias y a las personas usuarias de los servicios, la realidad es tozuda y se hace visible en forma de protesta, de huelga, de quejas e incluso de muerte.
Transformar el modelo de cuidados no es sólo buscar soluciones al envejecimiento de larga duración, sino atender y dar soporte a todas las tareas de cuidado, que son las tareas que sostienen la vida. Es tener en cuenta que son trabajos precarizados, por estar feminizados. La crisis sanitaria no ha hecho más que empeorar las cosas para nosotras. Ya lo dijo Simone de Beauvoir: “no olvidéis nunca que bastará con una crisis para que los derechos de las mujeres retrocedan. Estos derechos nunca son adquiridos. Deberéis permanecer alerta durante toda vuestra vida”. Que tengamos una crisis sanitaria sin precedentes no es motivo para que el gobierno foral aparque la acción política en materia de igualdad. ¿Dónde está aquí la Diputación, como línea de defensa de los derechos de las mujeres? ¿Dónde está la Diputación como línea de defensa del medioambiente? ¿O del transporte público?
Las decisiones políticas de ahora marcarán si saldremos o no de esta, con un sálvese quien pueda o si la Diputación Foral hará de línea de defensa y protección de los derechos de todas. Una situación excepcional que requiere de medidas excepcionales. Si se quiere, se puede. El problema aquí es que quien gobierna hace tiempo que renunció a ser la línea de defensa de los derechos de las gentes de Bizkaia para ser la línea de defensa de los derechos de las constructoras, de los bancos, de los fondos de inversión y de las multinacionales, dejaron de trabajar para Bizkaia. Hubiera estado bien que la Diputación Foral de Bizkaia pusiera todos los medios necesarios para orientar Bizkaia hacia un futuro menos incierto.
Entre vacunaciones a la carta y promociones de hidrógeno se ha aprobado el presupuesto de la Diputación Foral de Bizkaia para este año 2021. Las promesas de siempre encima de la mesa; mucha bici y zapatilla, como le gusta decir al diputado General, mucho slogan new age al estilo euskanglish, que NIC que si EIC, que si atracción de turismo, y de talento. Bizkaia el faro del universo, más compromiso, más de todo, bombo, platillo y txistu para acabar diciendo nada. Tan sólo giros retóricos y lenguaje ambiguo, o como diría mi amama: mucho ruido y pocas nueces, porque los presupuestos aprobados no sirven, parece el presupuesto para un año sin pandemia (sin crisis económica, social, climática y de cuidados). No es momento de actuar con conservadurismo. Estamos en tiempos de hechos y no de palabras, es momento de que la Diputación sea un escudo y haga de línea de defensa y protección de los derechos de todas.
Los retos que tenemos por delante son serios. En Bizkaia hay, a día de hoy, 73.579 personas sin empleo, una tasa de paro del 13,2%, y no debemos olvidar que sin los 20.494 ERTE estaríamos aun peor. Ante esto, La Diputación tiene capacidad de crear empleo público, y al mismo tiempo, poder reforzar unos servicios públicos que languidecen. ¿Y qué ha hecho? aumentar los cargos elegidos a dedo y reducir la plantilla de trabajadores públicos; de hecho, el Instituto Foral de Asistencia Social es el paradigma de la destrucción de empleo en el sector público, cierra servicios y pierde plazas de gestión pública directa.