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El caos que oculta nuestra realidad

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Escribe Tonia Etxarri en su artículo de El Correo (20.08.2020) que en este año no es necesario recurrir a las tradicionales “serpientes de verano”: “Entre la declaración de la emergencia sanitaria, las vacaciones palaciegas de Pedro Sánchez, el cerco policial a Podemos y el golpe de autoridad de Pablo Casado no hay reposo”. Muy acertada Tonia, como casi siempre, acaso le ha faltado añadir los actos irresponsables de los negacionistas de la pandemia y, quizás, el excesivo movimiento de las gentes que ocupan las playas en exceso añadiendo nuevos riesgos al inherente a la propia epidemia. Cada uno de los cuatro apartados citados permite hacer algunas puntualizaciones que deberían desembocar en un nuevo compromiso de los responsables políticos e institucionales de asumir sus deberes y de tranquilizar un tanto las actitudes, que mesurara los debates públicos y ayudara a convivir pacíficamente a los ciudadanos.

¿En qué quedan las opiniones y consejos aportados por los científicos y versados en la materia cuando los juicios y pareceres se disparan como piedras buscando solamente herir y, de paso, sacar algún provecho meramente electoral y electoralista? Podemos dejar a un lado la declaración de emergencia sanitaria en Euskadi, justificada por el incremento y gravedad de los signos que definen la pandemia. Digo dejar a un lado, aunque soy de la opinión de que estas decisiones deberían responder a paso previo de considerar el ámbito nacional, -España, o quizás más-, para hacer extensivas las órdenes. Pero las tres situaciones que Tonia denuncia sirven para definir la miseria en la que se desarrolla el debate político y social en nuestros días. Curiosamente esas miserias ocultan unas evidencias plás ticas y fotográficas, realmente reales.

Mientras nuestras playas se llenan hasta el extremo de tener que ser clausuradas, nuestros espacios públicos limitados en su aforo y severamente vigilados, y los movimientos ciudadanos controlados, quienes provocan dichos excesos no dudan en criticar, con toda la inquina que les cabe en sus semblantes, al Presidente del Gobierno que ha acudido en Andalucía al entierro de un conocido o allegado. ¿Quién alienta este tipo de actuaciones callejeras? Desde luego que quien lo hace no es una persona normal ni buena, porque para vocear consignas groseras, absurdas e interesadas hay que ser, como poco, perverso y algo absurdo.

Del mismo modo que hay que serlo para acudir al lugar en que pasa el verano Pablo Iglesias, con su familia, para abroncarle, por muy absurdas que puedan considerarse las últimas declaraciones de PI dedicadas al Jefe del Estado. Y por fin, el último trueno de esta tormenta de verano (el relevo de Álvarez de Toledo como portavoz del PP) igualmente forma parte del oportunismo que afecta casi de forma exclusiva al PP, y puede ser valorada y calibrada desde diferentes puntos de vista. Sin embargo, estas serpientes de verano no deben alejarnos de los problemas que se avecinan. Veamos: la pandemia genera enfermos por doquier, y deja secuelas, y provoca consecuencias tan tristes como dolorosas y cuantiosas, y mata. ¡La pandemia mata! Y lo más triste es que esté dando la impresión de que el lema a aplicar cada vez se parezca más al “sálvese quien pueda”.

Por todo esto, y por las múltiples consecuencias de ello, que nos arruinarán física, moral y económicamente, es el tiempo de la cordura y es el tiempo en que debe prevalecer la humanidad de cada uno para no convertir la convivencia en una competición desregulada y brutal. ¡Seamos personas! Yo he visto alguna vez a dos perros porfiando por el mismo hueso, pero no los he visto llegando a matarse los unos a los otros. Si, en alguna ocasión, la situación ha resultado de tal brutalidad habrá sido porque la excepción ha prevalecido sobre la regla... y eso no ocurre casi nunca en el reino animal. ¿Por qué ocurre tantas veces en las porfías entre humanos?

Escribe Tonia Etxarri en su artículo de El Correo (20.08.2020) que en este año no es necesario recurrir a las tradicionales “serpientes de verano”: “Entre la declaración de la emergencia sanitaria, las vacaciones palaciegas de Pedro Sánchez, el cerco policial a Podemos y el golpe de autoridad de Pablo Casado no hay reposo”. Muy acertada Tonia, como casi siempre, acaso le ha faltado añadir los actos irresponsables de los negacionistas de la pandemia y, quizás, el excesivo movimiento de las gentes que ocupan las playas en exceso añadiendo nuevos riesgos al inherente a la propia epidemia. Cada uno de los cuatro apartados citados permite hacer algunas puntualizaciones que deberían desembocar en un nuevo compromiso de los responsables políticos e institucionales de asumir sus deberes y de tranquilizar un tanto las actitudes, que mesurara los debates públicos y ayudara a convivir pacíficamente a los ciudadanos.

¿En qué quedan las opiniones y consejos aportados por los científicos y versados en la materia cuando los juicios y pareceres se disparan como piedras buscando solamente herir y, de paso, sacar algún provecho meramente electoral y electoralista? Podemos dejar a un lado la declaración de emergencia sanitaria en Euskadi, justificada por el incremento y gravedad de los signos que definen la pandemia. Digo dejar a un lado, aunque soy de la opinión de que estas decisiones deberían responder a paso previo de considerar el ámbito nacional, -España, o quizás más-, para hacer extensivas las órdenes. Pero las tres situaciones que Tonia denuncia sirven para definir la miseria en la que se desarrolla el debate político y social en nuestros días. Curiosamente esas miserias ocultan unas evidencias plás ticas y fotográficas, realmente reales.