Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Carencia
La televisión fue el final de la conversación. Lo dijo hace ya varios años Doris Lessing, la novelista británica, premio Nobel de Literatura del año 2007, además de un número considerable de personas que seguramente nunca han tenido ni la más remota idea de quien es Doris Lessing. El final de la conversación nos ha dejado solos, a merced de la pantalla de un televisor, un móvil o un ordenador, seguramente porque la sociedad que nos ha tocado transitar se fundamenta en la contemplación; lo contemplamos todo, estatuas, monumentos, películas, series, partidos de fútbol, todo menos a nuestros semejantes.
Los sociólogos lo llaman individualismo aunque a mi modesto entender existe una palabra más certera y más simple que lo define de un modo más acertado: vivimos en la sociedad de la soledad como muchas veces reflejara en sus escritos el admirable Sam Shepard; fallecido durante el pasado mes de Agosto. Ya no hay familias, ya no hay compromisos, ya no hay amigos, ya no hay ideologías, ya no hay dios.
Nuestros antepasados nos han librado de estas supuestas opresiones y en lugar de eso han encendido una multitud de pantallas y así hemos terminado narcisistamente abandonados a nosotros mismos, incapaces de interesarnos por nada que no se nos muestre a través de una pantalla mientras hojeamos, distraidamente, eso sí, un libro de auto ayuda. Una de las cosas más sorprendentes de esta actitud es que incluso en los bares, legendarios lugares de encuentro donde tan sabiamente siempre hemos sabido perder el tiempo, las personas están siempre pendientes de la pantalla del móvil o del televisor, donde casi siempre, invariablemente, veintidós personas españolas o italianas o finlandesas o alemanas corren tras una pelota con el propósito de introducirlo en una portería rectangular sostenida por tres palos y una red que retiene a la pelota una vez ingresada.
Nuestro país ha sido siempre un país de analfabetos. Nunca habían salido de la Universidad, eso sí, pero analfabetos ha habido en todas las circunstancias históricas por las que hemos atravesado, dándose en abundancia durante el siglo diecinueve e incluso durante las primeras décadas del veinte cuando en el continente en el que geográficamente estamos situados ya estaban leyendo manuales para culminar la revolución industrial que ha terminando llenando de coches, camiones, motos, furgonetas de reparto y autobuses escolares nuestras ciudades.
Este es uno de los males de nuestro país: pasamos del analfabetismo a la televisión sin ese periodo intermedio en el que los países nórdicos, sajones y centro europeos, protestantes, casi todos, cuando no calvinistas, lo dedicaron a la lectura. Esa carencia todavía se nos nota mucho. Demasiado.
La televisión fue el final de la conversación. Lo dijo hace ya varios años Doris Lessing, la novelista británica, premio Nobel de Literatura del año 2007, además de un número considerable de personas que seguramente nunca han tenido ni la más remota idea de quien es Doris Lessing. El final de la conversación nos ha dejado solos, a merced de la pantalla de un televisor, un móvil o un ordenador, seguramente porque la sociedad que nos ha tocado transitar se fundamenta en la contemplación; lo contemplamos todo, estatuas, monumentos, películas, series, partidos de fútbol, todo menos a nuestros semejantes.
Los sociólogos lo llaman individualismo aunque a mi modesto entender existe una palabra más certera y más simple que lo define de un modo más acertado: vivimos en la sociedad de la soledad como muchas veces reflejara en sus escritos el admirable Sam Shepard; fallecido durante el pasado mes de Agosto. Ya no hay familias, ya no hay compromisos, ya no hay amigos, ya no hay ideologías, ya no hay dios.