Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Comunicación e identidad política
La democracia parlamentaria es un instrumento para ordenar los intereses en conflicto que hay en la sociedad a través de los partidos. Sin embargo, los partidos cada vez se parecen más a empresas destinadas a producir cargos públicos que a organizaciones políticas que representan los intereses de una parte del conflicto social.
En la medida en que esto ocurre gana más peso la comunicación y pierde peso la ideología; gana peso la imagen y la consigna y pierde peso el discurso y el proyecto de sociedad planteado por cada opción política. Pero un proyecto de izquierdas no es un artefacto comunicativo que se agote con cada legislatura.
Una buena estrategia de comunicación puede generar unos buenos resultados electorales; pero lo que nunca podrá generar es identidad política. La identidad política la crea la historia, la ideología, la organización, pero también los liderazgos de determinadas personas, esos que generan vinculación emocional de la gente hacia un determinado espacio político, que se sienta parte de él.
Liderazgos fuertes que, inevitablemente, crean filias y fobias. En esta ocasión, largarlos a la primera de cambio no ha sido fruto de un análisis objetivo sobre qué es lo mejor para el espacio político a la izquierda del PSOE, sino que responde a una reestructuración de poder interno, además, condicionada por la inmediatez de unas elecciones en las que previsiblemente los fascistas entrarán en el Gobierno central.
Podemos surgió en 2015 y su embrión identitario fue el 15M; pero aún no ha tenido suficiente tiempo para generar una identidad política fuerte que le haga perdurar como los viejos partidos. Bastante trabajo ha tenido ya con implantarse en los territorios (cosa que difícilmente podrá hacer Sumar) y lidiar con las sucesivas brechas internas.
Si el próximo proyecto Sumar no contiene esa identidad 'podemita' que, aunque aún se esté gestando, ya tiene unos liderazgos y una militancia fuerte, si se despoja a Sumar de esa identidad, entonces no podrá ser más que un artefacto electoral para una coyuntura determinada, un producto comunicativo más que un proyecto político, y al margen de que los resultados puedan ser buenos (o malos) en esta ocasión, ¿qué pasará dentro de 4 años?
La política no acaba el día después de las elecciones… ¿Qué vamos a hacer entonces? ¿Buscar otra vez a quien más ilusione según las encuestas? ¿Tenemos que empezar a buscar ya al diputado o diputada que despunte para intentar construir un nuevo proyecto a partir de él o de ella utilizando otros colores, otras consignas y otras expresiones? Eso es sencillamente inviable.
La comunicación política es el envoltorio en el que un proyecto político se presenta, cuando el envoltorio cobra más importancia que el contenido es que nos hemos vuelto rematadamente idiotas.
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