A lo largo del debate electoral de ayer, con mayor o menor habilidad, muchos temas fueron desgranados por las diferentes candidaturas a la Lehendakaritza. Curiosamente, uno de los primeros temas que apareció en la agenda política nada más convocarse las suspendidas elecciones, estuvo absolutamente ausente: el riesgo de baja participación. Solo hubo alguna mención pasajera en forma de incitación a la participación, pero nada más. Y es que son muchas cosas las que hemos escuchado al respecto de la celebración de estas elecciones, entre las cuáles dos (compartidas por varios partidos) me han llamado la atención especialmente: la duda sobre la legitimidad de este proceso (en función de la participación), o aquello que dicen de que “la gente no está para estas cosas”.
Y yo me pregunto: ¿Si la gente no está para votar, para elegir un nuevo gobierno que garantice una digna salida de la crisis, para qué está entonces? Los procesos electorales no se realizan en función del contexto sociopolítico, o incluso psicosocial. Todos los elementos que influyen a la sociedad en el momento de la votación son elementos con los que los partidos políticos deben contar a la hora de plantear sus soluciones y son parte del juego democrático. Suficientemente grave fue generar el precedente de la suspensión de un proceso electoral (que abre la puerta a posteriores suspensiones), como para poner en cuestión el proceso electoral del 12 de Julio.
Una sociedad verdaderamente democrática siempre está preparada para votar, y por muy duro o complejo que sea el momento político, social, o económico, se ha de garantizar la celebración a tiempo de las elecciones y la libre participación de todo agente político que así lo quiera. Solo hay una razón por la que las elecciones no debieran celebrarse: que no se pueda votar o elegir en libertad la opción política que queremos que gobierne. Es por ello también que el Gobierno (Vasco en este caso), tiene la obligación de realizar absolutamente todo lo posible para garantizar unas condiciones sanitarias seguras a la hora de ejercer el voto.
Una sociedad verdaderamente democrática siempre está preparada para votar y se ha de garantizar la celebración a tiempo de las elecciones
Si asumimos el vocabulario bélico de “reconstrucción” que a día de hoy se utiliza, nos podemos permitir hacer paralelismos con el pasado bélico de nuestro continente para analizar la celebración de elecciones en momentos complejos.
El 8 de Mayo de 1945 los aliados aceptaban la rendición incondicional de Alemania tras 6 años de guerra mundial. El 9 de Mayo Reino unido levantaba el Estado de Guerra decretado en todo el país, y las elecciones quedaron convocadas para el 5 de Julio de 1945. A pesar de haber terminado una devastadora guerra para el país y para toda Europa, el gobierno no tuvo dudas de convocar inmediatamente unas elecciones que ya se llevaban posponiendo mucho tiempo.
Estas elecciones tuvieron dos resultados interesantes: la participación fue de más del 72%, y el ganador fue Clement Attlee del partido laborista, frente a quién había liderado al país ante la guerra: Winston Churchill. El choque ideológico sobre cómo plantear la reconstrucción del país fue tal, el impulso que generaron los actores políticos en el electorado fue tal, que no solo hubo una alta participación para las condiciones en las que se daban las elecciones, sino que los laboristas consiguieron una de las mayorías más amplias con las que han contado en el parlamento británico nunca.
Y es que Clement Attlee identificó perfectamente las necesidades y anhelos de la sociedad británica: lo primero, que no querían sufrir una posguerra igual que la de 1919 en adelante, al igual que la sociedad vasca no quiere sufrir una crisis igual que la de 2008 en adelante. Y lo segundo, que la ciudadanía británica identificaba de manera claramente diferenciada dos fases: la guerra y la posguerra. Eternamente agradecidos como estaban los británicos a Churchill por su liderazgo en la guerra, le exigieron nuevas recetas para la posguerra, y mientras Churchill seguía con recetas de guerra, Attlee supo alzarse como líder capaz de visualizar un futuro de bienestar social para los británicos. Su victoria tuvo como consecuencia cuestiones vitales a día de hoy como la creación del NHS (sistema nacional de salud).
Attlee no se centró en el pasado, en la gestión de una guerra que nadie habría sabido cómo gestionar. Miró al futuro, como deberían hacer las alternativas políticas vascas hoy. Nadie esperaba esta pandemia, y seguramente la gestión por parte del Gobierno Vasco es manifiestamente mejorable, pero nadie puede garantizar que lo hubiera hecho mejor. Lo que si que pueden garantizar algunos partidos políticos es que pueden hacerlo mejor en contexto de crisis y reconstrucción. Ya sabemos cómo se gestionó en Euskadi la crisis de 2008, y así como la sociedad británica buscó alternativas y proyectos progresistas en 1945, la sociedad vasca estará dispuesta a darles una oportunidad, siempre que sean capaces de plantear proyectos sólidos de futuro y bienestar para el país.
Es necesario que los actores políticos sean agentes activos en las elecciones para conseguir movilizar al electorado y garantizar una alta participación. Solo la lucha ideológica por encontrar el mejor modelo de reconstrucción y de futuro, el impulso por parte de los partidos políticos de proyectos solventes, que sean capaces de generar ilusión y esperanza en una ciudadanía machacada por la pandemia y sus consecuencias, garantizarán una alta participación en estas elecciones. El resto son cortinas de humo.