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Cuidado con lo que haces en Osakidetza

31 de mayo de 2022 21:45 h

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Se podría decir que ningún problema es un asunto que ataña a un único individuo. Igualmente, ninguna respuesta a dicho problema debe ser individual. Los problemas son colectivos y, como tales, también la respuesta que se les da. Esto es aplicable en cualquier ámbito: migración, desahucios, paro, malos tratos, violaciones, abusos laborales, acoso escolar, racismo, homofobia... Se echa de menos esa respuesta en muchas ocasiones.

Aviso a navegantes desde la institución: “Cuidado con lo que haces, con quién te relacionas y a quién apoyas”. Mi compañero, Roberto Sánchez, se ha visto en la obligación de renunciar a una interinidad en el hospital de Alto Deba como anestesista tras más de 20 años de trabajo en Osakidetza. Esto es debido a la presión continua que ha sufrido tras tener el atrevimiento de denunciar el fraude de las OPE de Osakidetza. No podemos pensar que es “su problema”: ha arriesgado su bienestar personal, su trabajo y sus relaciones para lograr un sistema equitativo para todos los profesionales de Osakidetza, que acabe con la jerarquía estamental, ya que nuestro trabajo sólo puede ser pensado desde el trabajo en equipo. La anterior jefa de Anestesia se vio obligada a dejar su puesto por apoyar a su equipo y no ceder a las presiones, y tampoco es “su problema”. Otra compañera, médica adjunta del servicio de Preventiva del mismo hospital, se ve obligada a dejar su puesto por el trato recibido desde la dirección del hospital, y no es “su problema”. Todos ellos han tomado su decisión de forma voluntaria, pero es que a veces no queda otra salida. La lista, probablemente, será más larga.

Todo mi agradecimiento para aquellas personas, que no son pocas, que se organizan y arriesgan por el bien común y luchan por la necesaria merma de preciados privilegios, es la única manera de llegar a tener una sociedad habitable

Quiero mostrar mi enfado ante algo que llevábamos esperando mucho tiempo, y también mi frustración por la falta de una respuesta colectiva fuerte que supongo fruto de la atomización y el terrible individualismo, pues, finalmente, las cosas se manejan en pequeñas discusiones de pasillo y luego cada uno sigue el camino de su particular, individual y egoísta vida.

Pero el cuento se contará de otra manera: habrán sido los díscolos aquellos que serán dotados de una peculiar maldad en contra de sus pobres compañeros privilegiados. Y serán esos díscolos los que imposibilitaban un buen funcionamiento del sistema porque, además, querían hacer cumplir sus derechos laborales sin tragar a cambio de favores particulares que dificultan el buen funcionamiento de lo público... Mientras tanto, la Sanidad pública vasca sigue sufriendo el revés de la privatización y la precarización, que se retroalimentan la una a la otra, con el resultado de una peor atención sanitaria, casi moribunda por el especial castigo sufrido por la atención primaria. Ese dúo privatización-precarización está hábilmente camuflado tras la inversión desmedida en infraestructuras (hospitales, alas hospitalarias, nuevos y enormes ambulatorios que sustituirán a dos ya funcionantes, nuevas urgencias que provocan la disminución y centralización de un servicio...) que serán infrautilizadas o insuficientes, según su caso, pero que engordarán las carteras de esas constructoras que ya sabemos relacionadas con fondos buitre y, por qué no, con el PNV.

El campo ya se está preparando para que sea lo más estéril posible. El acceso universitario es cada vez más prohibitivo y se abre cupo en universidades privadas que nutrirán hospitales privados. Aquellos que lo consigan serán los pertenecientes a una clase concreta que no verá la necesidad de luchar por algo gratuito, comunitario y, mucho menos, universal. El círculo perfecto.

Con todo esto, todo mi agradecimiento para aquellas personas, que no son pocas, que se organizan y arriesgan por el bien común y luchan por la necesaria merma de preciados privilegios, es la única manera de llegar a tener una sociedad habitable.

Se podría decir que ningún problema es un asunto que ataña a un único individuo. Igualmente, ninguna respuesta a dicho problema debe ser individual. Los problemas son colectivos y, como tales, también la respuesta que se les da. Esto es aplicable en cualquier ámbito: migración, desahucios, paro, malos tratos, violaciones, abusos laborales, acoso escolar, racismo, homofobia... Se echa de menos esa respuesta en muchas ocasiones.

Aviso a navegantes desde la institución: “Cuidado con lo que haces, con quién te relacionas y a quién apoyas”. Mi compañero, Roberto Sánchez, se ha visto en la obligación de renunciar a una interinidad en el hospital de Alto Deba como anestesista tras más de 20 años de trabajo en Osakidetza. Esto es debido a la presión continua que ha sufrido tras tener el atrevimiento de denunciar el fraude de las OPE de Osakidetza. No podemos pensar que es “su problema”: ha arriesgado su bienestar personal, su trabajo y sus relaciones para lograr un sistema equitativo para todos los profesionales de Osakidetza, que acabe con la jerarquía estamental, ya que nuestro trabajo sólo puede ser pensado desde el trabajo en equipo. La anterior jefa de Anestesia se vio obligada a dejar su puesto por apoyar a su equipo y no ceder a las presiones, y tampoco es “su problema”. Otra compañera, médica adjunta del servicio de Preventiva del mismo hospital, se ve obligada a dejar su puesto por el trato recibido desde la dirección del hospital, y no es “su problema”. Todos ellos han tomado su decisión de forma voluntaria, pero es que a veces no queda otra salida. La lista, probablemente, será más larga.