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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El destino de nuestras vidas: azar y voluntad

Tengo la costumbre de escribir un diario. Exige un esfuerzo periódico de recordar, reflexionar y darle forma. Pero merece la pena. Y me hubiera gustado haberlo hecho tiempos atrás. Porque no siempre recordamos todo, ni como sucedió, ni cuales fueron las reflexiones de entonces.

Me resulta fácil, porque no deja de ser una descripción del pasado reciente, incluyendo observaciones, reflexiones y pensamientos. A veces me pregunto: ¿Sería capaz de escribir el diario de lo que me va a pasar la semana que viene? ¡Con lo sencillo que parece! Porque más o menos, sé lo que voy a hacer.

Pero lo que no sé es lo que me va a pasar en concreto, qué noticia inesperada recibiré, qué me sucederá y que no puedo imaginar. Y lo imprevisto, se convertirá, con seguridad, en el acontecimiento más importante. Serán uno o varios asuntos personales, o familiares, o que sucedan a conocidos o amigos.

 Lo extraordinario se nos impone en nuestras vidas de tal forma, y con tal complejidad, que no es posible preverlo. Lo verdaderamente importante de cada día, sólo lo conocemos cuando forma parte del pasado. Con nuestra voluntad, decidimos lo que queremos hacer, orientamos nuestros pensamientos y sentimientos en una dirección. Pero la sorpresa, y el azar modelan nuestro destino, de manera que lo realmente importante de nuestra historia cotidiana no formaba parte del guion previsto.

Nuestra existencia está llena de sucesos extraordinarios que nunca hubiéramos anticipado. Ocurrieron y conforman nuestra trayectoria personal, familiar y profesional. La vida es una gran caja de sorpresas, irrepetible e inimaginable. Nos cabe esperar que nuestra vida haya tenido sentido. Para nosotros y para la sociedad de la que formamos parte.

Si la escribimos, será una parte de nuestra historia, que logrará permanecer en el tiempo. No se trata de que se nos recuerde en el futuro, pero sí, que nuestro testimonio pueda permanecer, para que quizá alguien, pueda enmendar lo errado y aprender de lo bien hecho.

Tengo la costumbre de escribir un diario. Exige un esfuerzo periódico de recordar, reflexionar y darle forma. Pero merece la pena. Y me hubiera gustado haberlo hecho tiempos atrás. Porque no siempre recordamos todo, ni como sucedió, ni cuales fueron las reflexiones de entonces.

Me resulta fácil, porque no deja de ser una descripción del pasado reciente, incluyendo observaciones, reflexiones y pensamientos. A veces me pregunto: ¿Sería capaz de escribir el diario de lo que me va a pasar la semana que viene? ¡Con lo sencillo que parece! Porque más o menos, sé lo que voy a hacer.