Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El día después
La crisis del coronavirus nos ha puesto ante un nuevo escenario desconocido y sin precedentes. La economía ha sufrido un colapso total que no tiene nada que ver con las crisis anteriores. Ni con la crisis del 2008, una burbuja financiera e inmobiliaria; ni la crisis de los años 70 de siglo pasado, un shock de oferta originado por un incremento de los precios del petróleo; ni la crisis del 29, un crack bursátil; ni tampoco la crisis originada por la gripe española del 18 y el fin de la Primera Guerra Mundial. Las recetas de entonces no sirven para ahora.
No estamos ante un caso de devastación del aparato productivo como consecuencia de una guerra. Este sigue intacto. Estamos ante una combinación de varios efectos yuxtapuestos: por un lado, una crisis de liquidez en la que las empresas tienen que hacer frente a unos gastos fijos sin poder disponer de unos ingresos recurrentes; por otro, una pérdida irrecuperable del consumo y el muy previsible incremento de los impagados. Un agujero de tesorería impresionante. Es lo primero que hay que afrontar.
La crisis no afectará a todos por igual. Las empresas más grandes, con mayor capacidad financiera, tendrán más posibilidades de responder y mayor capacidad para endeudarse. Las pymes y startups lo pasarán peor. Al final hay que hacer frente a los créditos y los pagos aplazados y al que le pille débil no podrá soportarlo.
En este contexto, se va a producir una reordenación de los sectores. Ya lo estamos viendo. Los primeros afectados: el sector del petróleo y las líneas aéreas. El turismo también, por supuesto. Los grandes viajes se verán, al menos a corto, y quizás a medio plazo, reducidos. Habrá más restricciones. Unas legales con exigencias sanitarias o de visados. Otras psicológicas. Habrá también sectores ganadores: las biotecnológicas, la industria de la salud, la industria digital y las telecomunicaciones. Los gobiernos, y la propia Unión Europea, deberán decidir cuáles son los sectores estratégicos.
Las recomendaciones de la academia económica no sirven en estas circunstancias. Ahora no se trata de realizar reformas estructurales. Tampoco de impulsar inversiones en infraestructura. Ahora se trata de dar un chute a la economía y de recomponer rápidamente el consumo. El consumo privado y el consumo público. Hay medidas que no solo son de justicia y equidad social. También contribuirán a la recuperación económica. Mantener la capacidad adquisitiva de los trabajadores con ERTEs - firmados con la garantía de la vuelta al trabajo cuando finalice el estado de alarma (con pocas excepciones, como las del sector turismo, cuyos ERTEs habrá que prolongar)- o la implantación de la renta mínima, en boca de todos, son algunos ejemplos. El sector público deberá también tomar iniciativas. Ya hay experiencias exitosas como los bonos consumo o los bonos cultura.
En fin, a medio plazo, ante el riesgo de caída o cierre de empresas tractoras y estratégicas, debiera ponerse sobre la mesa la posibilidad de entrada de capital público en empresas privadas. Un sacrilegio hasta hace poco. Sin embargo, un sacrilegio factible. Hay muchas modalidades que se pueden explorar sin reducir los sacrosantos mecanismos del mercado. Sin ir más lejos, COFIDES, una institución financiera pública española, tiene mucha experiencia en este tipo de participaciones.
El comercio mundial caerá entre un 10 y un 30 %, según los diferentes escenarios dibujados por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las exportaciones y el turismo dejaran de ser el motor de la economía. Nos hemos dado cuenta de lo vulnerables que somos. No estábamos preparados para una contingencia como ésta. Quizás haya que plantearse la producción nacional de productos básicos, tanto sanitarios como alimentarios o industriales. Las cadenas globales de suministros se replantearán. Al menos, seguro, en algunos sectores, como el de la salud. También en sectores industriales como la automoción o el aeronáutico. El proceso de globalización se detendrá.
El orden económico internacional, ya cuestionado desde la irrupción de Trump en la Casa Blanca, se verá afectado. Instituciones como la ONU, fuera de combate, la OMS, fuertemente cuestionada, o el pobre papel de la Unión Europea, incluso los titubeos iniciales del Banco Central Europeo, otrora tan eficaz, obligarán a cuestionarse en serio la arquitectura institucional internacional.
Los servicios de estudio oficiales de coyuntura están desconcertados. Todas las estimaciones están basadas en escenarios sujetos a un grado de incertidumbre muy elevado. Todo dependerá de los tiempos que nos vaya marcando la pandemia. La caída del PIB y del empleo será brutal. El Banco de España estima un derrumbe del PIB entre un 6 y 13 %. La economía tardará en recuperar los niveles previos a esta crisis. Si queremos ser rápidos hay que lograr consensos. No pactos por la reconstrucción de infraestructuras productivas. Mejor hablar de Pactos por la Recuperación. Estos pactos empiezan por el frente europeo y luego seguirán los frentes nacionales y regionales. Por una vez, los mecanismos de solidaridad debieran funcionar, en bien de todos.
*Juan Miguel Sans, experto en estrategia y política económica
La crisis del coronavirus nos ha puesto ante un nuevo escenario desconocido y sin precedentes. La economía ha sufrido un colapso total que no tiene nada que ver con las crisis anteriores. Ni con la crisis del 2008, una burbuja financiera e inmobiliaria; ni la crisis de los años 70 de siglo pasado, un shock de oferta originado por un incremento de los precios del petróleo; ni la crisis del 29, un crack bursátil; ni tampoco la crisis originada por la gripe española del 18 y el fin de la Primera Guerra Mundial. Las recetas de entonces no sirven para ahora.
No estamos ante un caso de devastación del aparato productivo como consecuencia de una guerra. Este sigue intacto. Estamos ante una combinación de varios efectos yuxtapuestos: por un lado, una crisis de liquidez en la que las empresas tienen que hacer frente a unos gastos fijos sin poder disponer de unos ingresos recurrentes; por otro, una pérdida irrecuperable del consumo y el muy previsible incremento de los impagados. Un agujero de tesorería impresionante. Es lo primero que hay que afrontar.