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Djokovic y las vacas (…y demás animales)

Novak Djokovic celebra una victoria durante la Copa Davis de 2021 en Madrid

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Me he sentado a escribir y no he encontrado asuntos mejores, ni de mayor actualidad, que lo que concierne al exaltado serbio, que rompía las raquetas en la pista de tenis para resarcirse de algún error protagonizado por él mismo, y ese folletín escrito y protagonizado por los diferentes dirigentes políticos de la derecha española que no paran de criticar a Garzón y al Gobierno para debilitar a ambos. Porque el Ministro criticó y descalificó a tantos ganaderos humildes que se las ven y se las desean para mantener sus haciendas y sus ganaderías. Vivimos tiempos de suma fragilidad en peleas estériles y dialécticas en los que todos los que dicen gobernar pensando en nuestro sosiego y felicidad, se enzarzan en peleas estériles y dialécticas desprovistos de los criterios y conocimientos suficientes.

No tengo mucho que aportar al debate relacionado con el comportamiento de Djokovic. Se trata del capricho de un adinerado deportista que cree estar por encima del bien y del mal. Lo que podía haber resuelto con el acto sencillo de vacunarse contra el COVID, toda vez que sus triunfos le suelen llevar a disfrutar de las loas y alabanzas en medio de nutridas multitudes, se ha quedado en una pose soberbia, e inadmisible, sólo contrarrestada por el Gobierno australiano que de momento (cuando escribo esto), mantiene su firmeza. No caben las disculpas, Djokovic es un desobediente que, en lugar de mostrarse ante los deportistas más jóvenes como un ejemplo, muestra precisamente la faceta más ruin de tal, lo que convierte sus posibles genialidades en la pista en una miserable prueba de soberbia.

(Justamente ahora los informativos ofrecen una visión, y decisión de los jueces que se pronuncian a favor de que juegue. Falta sólo que el Gobierno y autoridades de Australia se pronuncie. Diga lo que diga no modifico mi criterio: se trata de un soberbio).

Lo otro, igualmente mezcla de soberbia y fatuo oportunismo, ha sido el desbarajuste que se ha montado con las declaraciones gratuitas del Ministro del PCE, Garzón, en relación a la cría de ganado en España. A mí no me cabe ninguna duda de que en España debe ser resuelto un asunto, -mucho más que un problema, aún-, como es el de dar solución a los problemas del campo siguiendo la legislación y normativa internacionales, los problemas del mundo rural español que afecta ya a buena parte del país. Ahora que en Castilla-León se dirime quién será el siguiente Presidente Autonómico, el Ministro Garzón ha interferido en el debate con una falta de rigor evidente. El PP en pleno se ha envalentonado, se ha calzado botas de goma y enfundado chaquetas algo burdas y chambergos, para salir al campo, no ya para pastorear o cuidar el ganado sino para hacer declaraciones ante las televisiones en las que se les vea en medio de las praderas salpicadas de excrementos de ganado que en algún caso dejan ver emanaciones de vahos ya oscurecidos. En esas estamos ahora; algunos líderes de la derecha acomodada no han dudado en ocupar las praderas españolas y, viendo que algún cámara de televisión ha dirigido el foco hacia ellos, han palmeado el lomo de las vacas, las novillas, los burros, los caballos, incluso los cerdos estabulados, para salir en la foto.

Proliferan ahora mismo las fotos de derechosos “desacostumbrados” del medio rural, aunque integrados en él para la ocasión. Su líder Mañueco está aprovechando la oportunidad: “no a Garzón, no a Sánchez… Sí al campo, sí al medio rural”, es el slogan de Mañueco…Y como si fuera un soniquete, a renglón seguido, no ha parado de pedir dimisiones, todas menos la suya, aunque no haya sido capaz de explicar su fracaso, que le ha llevado a adelantar las Elecciones Autonómicas. Dicen los responsables que “Garzón nos lo ha puesto a huevo”. Quizás es verdad, pero caben las sorpresas y, sobre todo, cabe la sabiduría de los castellanos y castellanas que, cada tarde, miran al horizonte y piensan en el mañana. Sus vidas son difíciles, a la vez que son suyas, y las cuidan porque no tienen otras. Recelan de quienes acuden a ofrecerles dádivas a cambio de nada, de quienes les ofrecen opulencias en lugar de miserias, eso sí, voceando que los demás no ofrecen nada.

Sí, no dudo de que Garzón quizás se ha apresurado en exceso provocando este concierto destemplado de las derechas, pero la partitura nos ofrece un programa ya conocido, muy propio de las derechas. Los líderes conservadores usan un ropaje de quita y pon. Veo una foto de García Egea en un periódico estatal: en la extensión que se divisa hay ocho vacas mirándole del mismo modo que miran al tren cuando pasa por los bordes de la pradera. El líder del PP lleva un plumífero oscuro, por debajo un pantalón de pana de tono marrón, lo mismo que sus zapatos de piel de ante. Probablemente su elegancia, y la extrañeza sentida por los bueyes y vacas al verle atravesar el campo mirando al fotógrafo, convierten su paseo en una ocurrencia estratégica. Parece que lo dicho por Garzón ha propiciado este paseo de García Egea, evitando pisar las bostas, siempre sucias y malolientes… Total, tiraremos esa ropa por “mal usada”, o inservible, al cubo de la basura cuando esto acabe…

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