Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
EH Bildu quiere ser el PSE-EE
Aún recuerdo a Otegi cuando afirmaba, no hace mucho tiempo, que la izquierda en Euskadi “será soberanista o no será”. Y es precisamente ahora, al acariciar anticipadamente una victoria electoral en Euskadi, cuando decide optar por un soberanismo de quita y pon. En el momento actual, ha venido a decir, las urgencias políticas de la sociedad vasca discurren por otros derroteros. Los problemas de la sanidad o de la educación están muy por encima de los identitarios. Y parece evidente que, para hacerse con el voto de sectores no nacionalistas, la reivindicación soberanista molesta y hay que dejarla en barbecho.
Se veía venir. En la actual precampaña electoral, se le ha visto a la autodenominada izquierda abertzale manejando con torpeza conceptos esenciales de su propia identidad política, sin saber qué hacer con sus aspiraciones independentistas. Y tratando de casar penosamente objetivos igualitarios de la izquierda con jugueteos autodeterministas que este país ya probó y no le sentaron nada bien.
¿Qué hacer entonces? Reconocer implícitamente que, a la hora de la verdad, cuando están en juego los votos que necesita para seguir creciendo, el soberanismo no es tan importante y las ansias independentistas pueden ser aplazadas en favor de “situaciones intermedias”, como afirmó el coordinador de EH Bildu en el Aberri Eguna de Pamplona. De modo que ahora, de una sola tacada, al mismo tiempo, la izquierda abertzale “descubre” el viejo gradualismo del PNV y la agenda social del PSE-EE. Y hasta es posible que pretenda ser el nuevo PSE-EE de la actual coyuntura política.
Reconocer implícitamente que, a la hora de la verdad, cuando están en juego los votos que necesita para seguir creciendo, el soberanismo no es tan importante y las ansias independentistas pueden ser aplazadas en favor de 'situaciones intermedias'
Seguramente, EH Bildu necesita quitar de su ideario neoizquierdista ese pegote rancio y reaccionario del soberanismo que, en toda Europa, huele a conservadurismo, cuando no a cosas peores, como el Brexit en Gran Bretaña, el auge de la extrema derecha, la desestabilización y destrucción de Europa y la ampliación de las desigualdades. Y en Euskadi se asocia con etapas tan estériles, frustrantes, dolorosas e injustas, como las coronadas por el pacto de Lizarra, la acumulación de fuerzas del nacionalismo y los intentos autodeterministas de Ibarretxe, sobre un fondo de acoso totalitario de ETA a los sectores no nacionalistas de la sociedad vasca.
Afortunadamente, ese tiempo ha quedado atrás, por obra y gracia del primer Gobierno de izquierdas que ha tenido este país entre 2009 y finales de 2012: el presidido por el lehendakari Patxi López. Porque fueron esos los años en que se produjeron los verdaderos cambios que la ciudadanía vasca exigía y necesitaba. Los años en que la amenaza terrorista, los interminables debates sobre la identidad vasca, la uniformidad mental que trataba de imponer el nacionalismo al conjunto de la ciudadanía, los Planes de Ibarretxe y el radicalismo en todas sus vertientes se cayeron del cartel, para dar paso a la Euskadi real; la Euskadi plural y ciudadana, con sus problemas diarios.
Y hoy es el día en que quienes apoyaban a ETA asumen hacer política por los cauces constitucionales, pasando de ser antisistema a convertirse en una fuerza más del sistema político, que hasta se implica en la política española. Y nos encontramos, igualmente, con que problemas como el de la Vivienda, la Educación y la Sanidad han adquirido la atención y la prioridad que merecen, desplazando las reivindicaciones autodeterministas, cada vez más diluidas.
Ese ha sido el verdadero legado de la etapa gubernamental del lehendakari Patxi López; el verdadero “cambio de ciclo político” operado en Euskadi y en el que todavía nos desenvolvemos. Un cambio del que pretende apropiarse el candidato de EH Bildu, Peio Otxandiano, que, con pasión de converso, trata de erigirse ahora en paladín de la Euskadi social que otros construyeron y gestionaron con notable éxito. Y lo hicieron mientras ETA (en otro “ciclo político”, al decir del candidato abertzale), se dedicaba al asesinato, a la extorsión de empresarios y a la destrucción concienzuda del país que trataba de “salvar”.
Porque no fue el “Movimiento Vasco de Liberación Nacional” quien creó el Sistema Vasco de Salud-Osakidetza (José Ramón Freire y Rafael Bengoa); o el Sistema Educativo (José Ramón Recalde, Fernando Buesa e Isabel Celáa); o la Renta de Garantía de Ingresos (Gemma Zabaleta, cuando era parlamentaria y luego consejera socialista); o Lanbide (hoy gestionada, con reformas muy satisfactorias, por Idoia Mendia desde el Departamento de Empleo) o las políticas de Vivienda, en manos actualmente del consejero Iñaki Arriola, en cumplimiento de la Ley de Vivienda que el Grupo Socialista consiguió sacar adelante desde la oposición…
Avance social y avance de país. Ésos han sido los objetivos y ésa, la trayectoria del socialismo vasco en sus más de cuarenta años de autogobierno. La trayectoria de una fuerza política veterana dedicada a defender con tenacidad y capacidad de iniciativa los objetivos de libertad, igualdad y fraternidad que son propios del espacio socialdemócrata. Una trayectoria que el PSE-EE ha mantenido en sus mejores y en sus peores momentos; desde la oposición y en el gobierno: superando las crisis políticas que acostumbra a dejar en herencia el nacionalismo, defendiendo con éxito las libertades públicas frente al terrorismo totalitario de ETA y poniendo en marcha agendas sociales que van dejando en el olvido los debates identitarios de infausta memoria.
Y ésa es, igualmente, la razón de su presencia y su protagonismo constante a lo largo de más de cuarenta años de autogobierno; y de que, en ocho de nuestras doce legislaturas, incluyendo la última, el PSE-EE haya sido partido de Gobierno en sus diversas modalidades o haya condicionado, con acuerdos previos, gobiernos desde la oposición. Algo que no es casual y que revaloriza el refrán que dice que “algo tendrá el agua cuando la bendicen”. Porque es lo cierto que el Socialista ha sido siempre el partido hacia el que la sociedad vasca ha dirigido las miradas cuando en este país las cosas iban de mal en peor, como ha ocurrido con desgraciada frecuencia. Y es lo cierto, igualmente, que, siempre que el Partido Socialista ha ejercido su influencia, las cosas en Euskadi han ido a mejor.
Porque el socialismo vasco no lo ha creado EH Bildu. Estaba ya inventado desde hace mucho tiempo. Tanto como su lucha por la igualdad
Porque el socialismo vasco no lo ha creado EH Bildu. Estaba ya inventado desde hace mucho tiempo. Tanto como su lucha por la igualdad. Y, por eso, no me cabe la menor duda de que va a seguir gobernando después de las elecciones autonómicas, obligando a EH Bildu a posponer su soberanismo y, de paso, a hacerse una autocrítica seria de un pasado impresentable por su apoyo o no condena del terrorismo. Un pasado tan siniestro que se niega a recordar, como le ocurre a la derecha española con el franquismo.
Aún recuerdo a Otegi cuando afirmaba, no hace mucho tiempo, que la izquierda en Euskadi “será soberanista o no será”. Y es precisamente ahora, al acariciar anticipadamente una victoria electoral en Euskadi, cuando decide optar por un soberanismo de quita y pon. En el momento actual, ha venido a decir, las urgencias políticas de la sociedad vasca discurren por otros derroteros. Los problemas de la sanidad o de la educación están muy por encima de los identitarios. Y parece evidente que, para hacerse con el voto de sectores no nacionalistas, la reivindicación soberanista molesta y hay que dejarla en barbecho.
Se veía venir. En la actual precampaña electoral, se le ha visto a la autodenominada izquierda abertzale manejando con torpeza conceptos esenciales de su propia identidad política, sin saber qué hacer con sus aspiraciones independentistas. Y tratando de casar penosamente objetivos igualitarios de la izquierda con jugueteos autodeterministas que este país ya probó y no le sentaron nada bien.