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Euskadi, oportunidad, acuerdo, estabilidad y sensatez
Suele ser habitual que cuando se produce una circunstancia extraordinaria, y un acuerdo político entre diferentes es hoy por hoy un acontecimiento verdaderamente extraño, se prodiguen las valoraciones disonantes sobre la misma. El acuerdo suscrito entre el PNV y el Gobierno del Estado de cara a propiciar el trámite positivo de las cuentas públicas no ha dejado espacio neutro en el abanico de opiniones.
Para unos, el pacto de Rajoy con los nacionalistas vascos apuntala a un Gobierno acosado por la corrupción. Para otros, las compensaciones obtenidas por los cinco valiosos votos del PNV en el Congreso han supuesto una factura desorbitada para con el País Vasco, alimentando la tesis del agravio y el privilegio económico de esta comunidad en relación al resto de la España autonómica. Por su parte, los firmantes del compromiso –puntual y limitado– esgrimen argumentos positivos, tales como el afianzamiento de la estabilidad institucional, el desbloqueo de épocas pasadas de confrontación o la certidumbre de contar con una herramienta –el Presupuesto– que aleje a España de la amenaza de una nueva inestabilidad que, llevada al extremo, pudiera provocar unas nuevas elecciones generales.
Hay y habrá opiniones de todo tipo. Lo que nadie podrá decir, por lo menos en relación al PNV y a su acción política, es que haya actuado subrepticiamente en este acuerdo. Desde siempre, el PNV ha manifestado que su objetivo no pasa por la gobernabilidad de España. Y que su única vocación ha sido y es defender los intereses de Euskadi allí donde sea preciso.
No por sabido deba dejarse de recordar que el PNV no habilitó al Partido Popular para que gobernara en el Estado. Su voto en la investidura de Mariano Rajoy fue negativo. Y lo fue en todas las votaciones producidas en el Congreso de los Diputados. El PNV, por lo tanto, no ha respaldado al Ejecutivo que gobierna en Madrid. Pero el Gobierno que allí gobierna es el que es. No hay otro. Ni hay alternativa hoy por hoy, a pesar de las continuas maniobras de imagen que algunos promocionan.
El pacto presupuestario –transparente y público– no es sino la consecuencia de aplicar la tradicional inteligencia política del PNV al servicio del país. Aprovechar que una ventana de oportunidad se le ha abierto para hacer valer sus cinco votos en defensa de su propuesta electoral, la denominada ‘agenda vasca’, la misma opción que hubiera presentado a cualquier otro hipotético Gobierno que se hubiera podido constituir, fuera del color que fuera.
El acuerdo alcanzado con el gabinete de Mariano Rajoy ha satisfecho al PNV. ¿Por qué? Porque los nacionalistas creemos que el compromiso suscrito resulta beneficioso para Euskadi. Jamás, en todas las negociaciones políticas que ha desarrollado el PNV en su historia reciente con los gobiernos españoles, los nacionalistas hemos pretendido ni obtenido recompensa alguna para nuestra organización. Ni prebenda ni beneficio alguno de carácter privado. El objetivo de los pactos cerrados siempre ha sido el bienestar común de Euskadi, de sus instituciones, de nuestra capacidad de autogobierno y del desarrollo económico de todos los que aquí vivimos. Ahora también. Los cinco votos de los diputados del PNV resultaban determinantes para la continuidad de los Presupuestos Generales del Estado. Y esos cinco votos –ahora y antes– sólo bascularían si desde el Estado se atendiera a lo que denominamos ‘agenda vasca’. Es decir, si se atendieran unas necesidades vitales para el conjunto de la Comunidad Vasca.
A la vista están los resultados. ¿Muchos? ¿Pocos? Resultados “contantes y sonantes”, como afirmara Ortuzar. Unos logros vinculados al conjunto del país.
¿Alguien en Euskadi puede dudar de lo beneficioso que resulta el acuerdo de la liquidación de Cupo tras más de diez años de desavenencias? ¿Alguien puede oponerse a cerrar una nueva Ley Quinquenal equilibrada financieramente? ¿Quién puede oponerse a que, por fin, se establezcan plazos y previsiones de inversión para la finalización del Tren de Alta Velocidad? ¿No resulta positiva para la competitividad de las industrias la reducción de la tarifa energética? ¿Tiene alguien reparos a que la Ertzaintza pueda participar en los foros europeos como una policía integral? ¿Quién tiene objeción para que se proceda a la eliminación de 18 pasos a nivel ferroviarios? ¿Quién está en contra de dotar a la Academia de Ciencias Aranzadi de una modesta subvención para que pueda continuar sus trabajos en la recuperación de la memoria histórica? Podría continuar argumentando hasta una treintena de razones explicitadas en el documento firmado entre Andoni Ortuzar y Mariano Rajoy, documento que es público y transparente.
Todo ello me lleva a la convicción de que el acuerdo suscrito por mi partido con el Gobierno español es un muy buen acuerdo para Euskadi. Una magnífica noticia que afianza el bienestar y el progreso de este país para los próximos años. Quienes critican el acuerdo están en su derecho. Ahora bien, ¿cuál es su contraoferta? ¿Dónde están sus logros, sus propuestas, para poderlas contrapesar en una misma balanza?
Finalizo como lo hiciera el pasado jueves Aitor Esteban, nuestro portavoz en el Congreso de los Diputados, en la sesión presupuestaria. Estos no son los presupuestos del PNV. No formamos parte del Gobierno español, pero hemos logrado un acuerdo beneficioso que, en estos tiempos que corren, vehiculiza el cumplimiento de elementos importantes de nuestro programa. ¿No es acaso eso lo que se reclama a los partidos políticos? La coyuntura no es la más adecuada para enviar señales de inestabilidad económica. Y los nacionalistas hemos actuado desde las referencias que siempre han guiado nuestra acción política: Euskadi, oportunidad, acuerdo, estabilidad y sensatez.
* Koldo Mediavilla Koldo Mediavilla es responsable del Área Institucional del EBB de EAJ-PNV
Suele ser habitual que cuando se produce una circunstancia extraordinaria, y un acuerdo político entre diferentes es hoy por hoy un acontecimiento verdaderamente extraño, se prodiguen las valoraciones disonantes sobre la misma. El acuerdo suscrito entre el PNV y el Gobierno del Estado de cara a propiciar el trámite positivo de las cuentas públicas no ha dejado espacio neutro en el abanico de opiniones.
Para unos, el pacto de Rajoy con los nacionalistas vascos apuntala a un Gobierno acosado por la corrupción. Para otros, las compensaciones obtenidas por los cinco valiosos votos del PNV en el Congreso han supuesto una factura desorbitada para con el País Vasco, alimentando la tesis del agravio y el privilegio económico de esta comunidad en relación al resto de la España autonómica. Por su parte, los firmantes del compromiso –puntual y limitado– esgrimen argumentos positivos, tales como el afianzamiento de la estabilidad institucional, el desbloqueo de épocas pasadas de confrontación o la certidumbre de contar con una herramienta –el Presupuesto– que aleje a España de la amenaza de una nueva inestabilidad que, llevada al extremo, pudiera provocar unas nuevas elecciones generales.