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La fantasía política de la revolución pacifista
Todos los partidos sin excepción se implican de lleno en el proceso de paz de Euskal Herria; desde la derecha unionista hasta la izquierda independentista, con sus máximos dirigentes a la cabeza se han sentado en una mesa redonda para dialogar sobre cómo poner fin al conflicto armado y político que sufre nuestro país desde hace casi un siglo. “No podemos permitirnos llegar a 2036 con heridas abiertas. No podemos abocar a otra generación a padecer el sufrimiento y enfrentamiento que nosotras hemos vivido. Estamos dispuestas a todo por la paz; gracias a la sociedad civil por abrirnos los ojos y el camino a recorrer”.
¿Se imaginan una declaración tal? Es casi una fantasía política a este lado del Bidasoa. Pero es lo que está sucediendo en Iparralde. Todos los partidos y agentes políticos, son unánimes; empezando por los republicanos, Modem, UDI, toda la izquierda, los ecologistas, y por supuesto, los abertzales, TODOS, recuerdan que Bake Bidea (el camino de la Paz), no está acabado. Y recuerdan también que en España y en Francia, hay que aplicar la Ley común; toda la ley común, pero nada más que la ley común, sin excepcionalidades. Entre estas políticas de excepción, por supuesto, la penitenciaria.
Estas fueron las palabras del lehendakari Etchegaray después del aniversario de la Declaración de Aiete: “En París no nos quieren escuchar. ¿Es que acaso el País Vasco ya no está en Francia? Si Francia no existe a la hora de resolver problemas, hay que decirlo. Cuando queremos avanzar en cuestiones como la de los y las presas, o el euskera, es cuando el Estado francés se convierte en una enorme dificultad. El País Vasco es un territorio con sus especificidades; más le vale a Francia darse cuenta de ello si nos quiere encontrar en el camino de las soluciones”. ¿Se imaginan una declaración tal por parte del lehendakari Urkullu?
Max Brisson, senador de Les Républicains por la región de Pirineos Atlánticos: “Hay que arreglar ya la cuestión de los y las presas; es insoportable cada minuto que pasa. Estamos todavía lejos de una justicia transicional. Debemos construir una visión compartida, con objetividad, pero asimilando todos los sufrimientos, y todas las discrepancias. Tenemos dos obstáculos a superar: la indiferencia estatal, y nuestra facilidad de pelearnos. Hay que echar más gasolina al consenso; es lo que nos pondrá en marcha”. ¿Se imaginan una declaración tal por parte del senador Alberto Catalán?
Este ejercicio de imaginación nos es difícil, pero hay que hacerlo si realmente queremos visualizar una Euskal Herria en paz, sin conculcación de los Derechos Humanos ni leyes excepcionales, en el que la política juegue un rol principal a la hora de resolver los problemas sociales y en el que tengan cabida todos los debates; sí, también y por supuesto el del reconocimiento del derecho de Autodeterminación que como pueblo nos asiste.
Para que la imaginación se vaya concretando, también hay que dar paso a nuevas generaciones de políticas. Y digo políticas porque echo en falta a las mujeres en esta retrospectiva de los bienvenidos “10 años sin ETA”. Y no es que no hayamos estado, es que otra vez hemos sido borradas de la historia. Desde estas líneas, quiero mandar mi más sincero reconocimiento a las mujeres de paz como Rosa Rodero, Maixabel Lasa, Maria Jauregi, Dolores González Katarain, Rosa Lluch… Y a todas las mujeres que participaron en Ahotsak, plataforma que logró movilizar a más de 5.000 mujeres por la paz. Esta era su filosofía: aceptar el carácter político del conflicto, reivindicar la participación de las mujeres en su resolución, en la medida en que ellas también forman parte del conflicto y proclamar la necesidad de una solución política y democrática, así como el derecho a decidir de la ciudadanía vasca. Esto fue en 2006. En 15 años, ¡cuánta empatía humana y valentía política hemos dejado en el camino!
Y digo nueva generación porque la nuestra, por mucho que intentemos ponernos “modo paz 'on'”, hay quien se emperra en no moverse un ápice de su espacio de comodidad. Necesitamos jóvenes que nos revolucionen la manera de hacer la paz; necesitamos una revolución para llegar a construir lo que hasta ahora no hemos sido capaces: verdad, justicia, reparación, y por supuesto, no repetición. Se lo debemos a todas las víctimas, a quienes han trabajado en silencio y sin foco, a quienes han sabido anteponer la paz a todas las mezquindades del conflicto, a quienes han dicho “yo no veré una Euskadi en Paz, pero tú, hija mía, haz lo posible para ello”. Por todas ellas, hagamos de nuestra imaginación la revolución de la paz.
Todos los partidos sin excepción se implican de lleno en el proceso de paz de Euskal Herria; desde la derecha unionista hasta la izquierda independentista, con sus máximos dirigentes a la cabeza se han sentado en una mesa redonda para dialogar sobre cómo poner fin al conflicto armado y político que sufre nuestro país desde hace casi un siglo. “No podemos permitirnos llegar a 2036 con heridas abiertas. No podemos abocar a otra generación a padecer el sufrimiento y enfrentamiento que nosotras hemos vivido. Estamos dispuestas a todo por la paz; gracias a la sociedad civil por abrirnos los ojos y el camino a recorrer”.
¿Se imaginan una declaración tal? Es casi una fantasía política a este lado del Bidasoa. Pero es lo que está sucediendo en Iparralde. Todos los partidos y agentes políticos, son unánimes; empezando por los republicanos, Modem, UDI, toda la izquierda, los ecologistas, y por supuesto, los abertzales, TODOS, recuerdan que Bake Bidea (el camino de la Paz), no está acabado. Y recuerdan también que en España y en Francia, hay que aplicar la Ley común; toda la ley común, pero nada más que la ley común, sin excepcionalidades. Entre estas políticas de excepción, por supuesto, la penitenciaria.