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El 'fracking', una nueva burbuja económica
Mientras en otras comunidades autónomas se aprueban medidas legislativas para prohibir el 'fracking', en Euskadi nos encontramos en un momento de indefinición y cautela por parte del actual Gobierno Vasco, que deja pasar el tiempo en espera de que la presión popular se debilite para comenzar con los sondeos. Por su parte, el Gobierno central ha mostrado reiteradamente su apoyo incondicional a la explotación de los recursos energéticos no convencionales.
Los partidarios de explotar el gas no convencional argumentan que es una oportunidad de futuro, que es una buena forma de crear riqueza y empleo en un momento en que ambas cosas escasean. El 'lobby' pro-'fracking', creado por las industrias beneficiarias de los permisos de explotación del 'shale gas' en España, incluso habla de un futuro económico y socialmente sostenible, pervirtiendo una vez más una palabra que nada tiene que ver con el modelo que defienden.
Ante estos argumentos, las plataformas contra el 'fracking' que han surgido tanto en Euskadi como en el resto del Estado han esgrimido que los riesgos del 'fracking' son inasumibles tanto para el medioambiente como para la salud de las personas más cercanas a los pozos de explotación. No voy a repasar estos riesgos, que creo que ya son conocidos por la opinión pública y que ya se han materializado en lugares donde se está empleando esta técnica, principalmente en Estados Unidos.
Este es precisamente el escenario que pretenden los defensores a ultranza del 'fracking': convertir este debate en uno más entre el progreso y el crecimiento económico y quienes defienden los pájaros y las flores.
Pero si analizamos con cierta rigurosidad los resultados de la explotación del gas no convencional desde un punto de vista económico, los grandes beneficios del 'fracking' no están tan claros. Para que las explotaciones resulten rentables, los precios del gas deben ser altos y hay que rebajar los requisitos legales desde un punto de vista medioambiental con el fin de reducir costes. Además, la producción de los pozos declina rápidamente, por lo que para mantener un suministro regular es necesario abrir nuevos pozos continuamente. A medio plazo, los únicos que sacan beneficio del 'fracking' son las empresas que aportan el conocimiento y los materiales, que después de recoger beneficios dejan tras de sí un paisaje desolador. El empleo y la riqueza que crea el 'fracking' no durarán demasiado. Estamos, por tanto, ante una nueva burbuja económica, la única forma que tiene el modelo económico vigente para mantener el crecimiento, aunque sea ficticio.
Vale la pena analizar con detenimiento las razones por las cuales hemos llegado a este punto. La disponibilidad de combustibles fósiles baratos que alimentaba el crecimiento económico está tocando techo y se contemplan opciones que hace unos años se desdeñaban sin pestañear. El shale gas es el 'socarrat' de los combustibles fósiles. El debate real no es sobre el 'fracking', sino sobre si seremos capaces de superar un modelo económico que consume recursos limitados sin pararse a pensar en las consecuencias.
Mientras en otras comunidades autónomas se aprueban medidas legislativas para prohibir el 'fracking', en Euskadi nos encontramos en un momento de indefinición y cautela por parte del actual Gobierno Vasco, que deja pasar el tiempo en espera de que la presión popular se debilite para comenzar con los sondeos. Por su parte, el Gobierno central ha mostrado reiteradamente su apoyo incondicional a la explotación de los recursos energéticos no convencionales.
Los partidarios de explotar el gas no convencional argumentan que es una oportunidad de futuro, que es una buena forma de crear riqueza y empleo en un momento en que ambas cosas escasean. El 'lobby' pro-'fracking', creado por las industrias beneficiarias de los permisos de explotación del 'shale gas' en España, incluso habla de un futuro económico y socialmente sostenible, pervirtiendo una vez más una palabra que nada tiene que ver con el modelo que defienden.