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El futuro del empleo y la pobreza laboral
La globalización y los avances tecnológicos, principalmente aquellos que tienen que ver con la digitalización/robotización están provocando una total reconfiguración del mapa de puestos de trabajo. Aquellos empleos cuyas tareas son susceptibles de ser sustituidas por máquinas por ser fundamentalmente codificables y rutinarias se encuentran en claro declive, mientras que emergen otros empleos que son bien complementarios a las tareas que las máquinas realizan, o bien no se ven directamente amenazados por los avances tecnológicos.
Pero tras los empleos emergentes irrumpe también una polarización laboral: Los empleos complementarios al avance tecnológico son aquellos que crean, mejoran, arreglan o sencillamente utilizan las máquinas como herramienta de trabajo. Estos empleos requieren de alta cualificación técnica en muchos casos, y de otras competencias cognitivas y/o interactivas que se adquieren tanto mediante la especialización educativa como posteriormente en la vida laboral. Estos perfiles laborales son relativamente escasos, y dado que su demanda va en ascenso, ofrecen y ofrecerán en el futuro altas retribuciones y buenas condiciones laborales.
Sin embargo, el segundo tipo de empleos emergentes requiere fundamentalmente de cercanía, no requiere de altas cualificaciones técnicas ni digitales y está primordialmente ligado a actividades de servicios. Estos empleos en principio no son susceptibles de ser sustituidos por los avances tecnológicos, al menos por ahora, pero son empleos que precisan flexibilidad y presencia. Trabajadores sin estudios especializados y sin competencias digitales son aquellos que se dirigen hacia estos puestos de trabajo. La oferta para este tipo de empleos es abundante, y al ser intensivos en trabajo, su productividad laboral es relativamente baja. Estos dos elementos provocan que las retribuciones y las condiciones laborales a las que se enfrentan quienes optan por estos empleos emergentes sean precarias.
La crisis ha acelerado este proceso de polarización laboral al llevarse por delante muchas empresas que no han podido responder adecuadamente a los cambios que este proceso de revolución tecnológica impone. Las empresas que han sobrevivido son fundamentalmente aquellas que han apostado por la exportación de sus bienes y servicios ante la exigua demanda interna que el país ha padecido durante los años más duros de la crisis, de 2008 a 2013. Pero esta apuesta impone ser competitivos globalmente, y en consecuencia alineados con la innovación tecnológica y de capital humano imprescindible para sobrevivir.
Los principales perjudicados de esta crisis son todos aquellos trabajadores que han sido despedidos de sus puestos de trabajo así como aquellos propietarios de pequeñas y medianas empresas que se han visto obligados a cerrar sus negocios. Gran parte de este colectivo se enfrenta a un panorama desolador, ya que las tareas que realizaban estaban ya en declive, y en general, sus competencias no están alineadas con las necesidades del mercado, enormemente exigente, por competitivo y global. Una parte importante de estos trabajadores se han cronificado en el desempleo, y dado que sus prestaciones contributivas, si las hubiera, se han agotado, se enfrentan en el mejor de los casos a ayudas asistenciales que no les permiten salir del umbral de la pobreza.
Otra parte sustancial del colectivo de principales perjudicados de la crisis ha podido volver al mercado laboral tras haber perdido su puesto de trabajo en la crisis. En los últimos tres años, el PIB está creciendo a tasas cercanas al 3%, lo que está provocando que en los últimos dos años, España haya creado más de medio millón de puestos de trabajo al año. Sin embargo, una parte sustancial de estos empleos está relacionada con el excelente comportamiento del sector turístico. Son empleos emergentes, no muy susceptibles de ser sustituidos por los avances tecnológicos, al menos por ahora, pero sin embargo, al ser muy intensivos en el factor trabajo, su productividad laboral es relativamente baja. Presentan condiciones laborales precarias en cuanto a estabilidad, número de horas contratadas y posibilidades de promoción. Muchos de estos trabajadores tienen un empleo pero, según la definición de pobreza de la OIT, su salario está por debajo del 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de las personas, y en consecuencia, son pobres.
Es importante detenerse en la magnitud de estos dos colectivos que están hoy en España por debajo del umbral de la pobreza, tengan o no un empleo. Según la última Encuesta de Condiciones de Vida que realiza el INE (2016), en España 22 de cada 100 personas son pobres según esta definición. Hay enorme disparidad por regiones - Andalucía se sitúa a la cabeza con tasas de pobreza del 35%, mientras que otras, como Navarra y País Vasco se sitúan a la cola, con tasas de pobreza del 9%. Y hay un tipo de hogar especialmente vulnerable a la pobreza, que son los hogares con sólo un adulto (mayormente mujer) y con hijos dependientes: El 42% de estos hogares no alcanzan ese umbral de la pobreza.
El mercado por sí sólo, incluso ante una expansión económica sostenida, no va a mejorar la situación de estos colectivos, sino más bien todo lo contrario ante el futuro del empleo que ha sido descrito anteriormente. Es imprescindible realizar diagnósticos individualizados y orientar a estos colectivos hacia la adquisición de competencias que les permitan volver al mercado laboral o mejorar su situación si están entre los trabajadores pobres. Me temo que una proporción no menor formarán parte de los grandes abandonados de esta crisis. Al menos, debiéramos tomarnos muy en serio a los jóvenes, que son nuestro futuro y su capacidad de dotarse de las competencias necesarias es mayor con una buena formación. Si no lo hacemos, se cronificarán en las listas de pobres laborales que se perpetúan en trabajos que no les permiten salir de ese umbral de la pobreza. Todavía estamos a tiempo.
Sara de la Rica es catedrática de Economía de la Universidad del país Vasco
La globalización y los avances tecnológicos, principalmente aquellos que tienen que ver con la digitalización/robotización están provocando una total reconfiguración del mapa de puestos de trabajo. Aquellos empleos cuyas tareas son susceptibles de ser sustituidas por máquinas por ser fundamentalmente codificables y rutinarias se encuentran en claro declive, mientras que emergen otros empleos que son bien complementarios a las tareas que las máquinas realizan, o bien no se ven directamente amenazados por los avances tecnológicos.
Pero tras los empleos emergentes irrumpe también una polarización laboral: Los empleos complementarios al avance tecnológico son aquellos que crean, mejoran, arreglan o sencillamente utilizan las máquinas como herramienta de trabajo. Estos empleos requieren de alta cualificación técnica en muchos casos, y de otras competencias cognitivas y/o interactivas que se adquieren tanto mediante la especialización educativa como posteriormente en la vida laboral. Estos perfiles laborales son relativamente escasos, y dado que su demanda va en ascenso, ofrecen y ofrecerán en el futuro altas retribuciones y buenas condiciones laborales.