Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Un futuro mejor, de todas y todos
Aquel 2020 cambiaron demasiadas cosas y, aunque ahora nos parezca que las situaciones vividas se asemejan más a una película distópica, las protagonistas de aquella película fuimos nosotras mismas. Vivimos el día a día conectados desde las pantallas, lloramos en nuestras habitaciones por la incertidumbre, nos derrumbamos ante tanta muerte y desgracia, nos enfadamos con los que nos hablaban por la tele, hicimos deporte y necesitábamos más que nunca a nuestras amigas y familias. Todo eso nos pasó durante aquellos meses que parecían eternos. Pero, sobre todo, todo eso lo vivimos y sufrimos cada una de nosotras de una manera muy distinta y particular pero colectivamente.
A mediados de ese 2020 caótico empezó una legislatura en el Parlamento Vasco marcada por una pandemia mundial y por un desmantelamiento de lo común que ya precedía. Cuatro años dan para mucho, y parece que ya no retumban los recuerdos de esos meses, en la memoria colectiva no ocupan esa centralidad. Sin embargo, asoman las preguntas que nos hicimos y también las posibles repuestas que pusimos encima de la mesa. Porque durante esos meses comprobamos a golpes la necesidad de cuidarnos mutuamente, el valor de aquellos trabajos que son esenciales para vivir o la importancia de dotarnos de unos servicios públicos fuertes.
Pero de aquellos polvos estos lodos. Y la verdad es que ha quedado comprobado que los problemas que acarrean muchos de nuestros servicios públicos no son sólo consecuencia directa de una pandemia global. Muchas veces se repite como un tópico la supuesta degradación de los servicios públicos, pero esta no es casualidad, sino consecuencia directa del desmantelamiento de lo común. Es decir, se ha dejado degradar lo que es de todas para que unos pocos sigan ganando. El ejemplo paradigmático es Osakidetza: se está recortando, cuando no privatizando, la sanidad pública mientras los seguros privados crecen.
Ante esta situación hay dos opciones. Resignarse y pensar que lo que se ha hecho hasta ahora no está mal. Este es, precisamente, el mensaje que se nos traslada desde los partidos que sustentan al Gobierno. O, por el contrario, activarse conjuntamente para construir un futuro diferente. Esto es lo que se está haciendo desde diversos ámbitos sociales. Muestra de ello son la huelga feminista general, las movilizaciones por una sanidad pública digna, las decenas de huelgas de trabajadoras, la manifestación multitudinaria por nuestros derechos lingüísticos o la increíble ola que cruza corriendo de una punta a otra toda Euskal Herria a favor del euskera. Todos ellos son visos de un cambio social, cultural y político profunda que urge en Euskal Herria.
Nosotras, desde EH Bildu, abogamos por profundizar en ese camino. Partimos de esta premisa: creemos que los tiempos futuros pueden ser mejores, porque queremos que sean de todas. Y esto es justamente lo que estamos haciendo allí donde gobernamos como primera fuerza municipal del país: crear condiciones en nuestros pueblos para que las ciudadanas tengan mas recursos y más derechos. Porque las instituciones públicas en una democracia efectiva tienen la obligación de dotar de derechos y recursos a la ciudadanía, esas condiciones compartidas que hacen la vida posible y vivible. Entre otros, el derecho a una vivienda digna, a tener tiempo libre, a respirar aire limpio o al cuidado, entre otros.
Y con estos objetivos afrontamos esta campaña electoral. Unas elecciones donde podemos empezar a construir otro modelo de país. Con esta vocación, quisiéramos remarcar dos mensajes. Por una parte, la vida de todas las personas necesita certidumbres, y para ello es necesario pensar las políticas públicas con una visión a largo plazo. Necesitamos plantearnos cómo queremos que sea la vida a largo plazo y empezar a planificarla. Las decisiones que se tomen ahora tendrán consecuencias para las generaciones futuras, y esas generaciones también tienen derecho a vivir de forma digna. Por otra parte, para llevar a cabo estos cambios necesitamos dotarnos de todas las herramientas. Necesitamos poder tener la capacidad de decidirlo todo. Es decir, la soberanía.
Enfoquemos pues el futuro para impulsar entre todos y todo el cambio que merece este país y que merecemos todas las ciudadanas.
Aquel 2020 cambiaron demasiadas cosas y, aunque ahora nos parezca que las situaciones vividas se asemejan más a una película distópica, las protagonistas de aquella película fuimos nosotras mismas. Vivimos el día a día conectados desde las pantallas, lloramos en nuestras habitaciones por la incertidumbre, nos derrumbamos ante tanta muerte y desgracia, nos enfadamos con los que nos hablaban por la tele, hicimos deporte y necesitábamos más que nunca a nuestras amigas y familias. Todo eso nos pasó durante aquellos meses que parecían eternos. Pero, sobre todo, todo eso lo vivimos y sufrimos cada una de nosotras de una manera muy distinta y particular pero colectivamente.
A mediados de ese 2020 caótico empezó una legislatura en el Parlamento Vasco marcada por una pandemia mundial y por un desmantelamiento de lo común que ya precedía. Cuatro años dan para mucho, y parece que ya no retumban los recuerdos de esos meses, en la memoria colectiva no ocupan esa centralidad. Sin embargo, asoman las preguntas que nos hicimos y también las posibles repuestas que pusimos encima de la mesa. Porque durante esos meses comprobamos a golpes la necesidad de cuidarnos mutuamente, el valor de aquellos trabajos que son esenciales para vivir o la importancia de dotarnos de unos servicios públicos fuertes.