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Gaztelueta: en el nombre del Papa

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La apertura de un procedimiento canónico por parte del Vaticano en lo referente al llamado mediáticamente 'caso Gaztelueta' tras del que se esconde una actitud infame por parte de quienes debiendo hacer un trabajo serio no lo hicieron supone una apuesta del Papa Francisco por la transparencia y la tolerancia cero frente a la violencia sexual a menores en el ámbito eclesiástico. El teatro siniestro que en 2015 urdió la Congregación para la Doctrina de la Fe, en manos del Cardenal Muller, convirtió la denuncia justa de una víctima de pederastia en un colegio de la Obra Corporativa del Opus Dei en una vergonzosa acción dirigida a quebrantar la credibilidad del denunciante y la de su familia.

Trampas más propias de un tahúr que de un sacerdote, buscando con la pretenciosa y pretendida astucia de una raposa torticera, que el escenario donde se perpetraron los delitos no coincidiera con el testimonio planteado por la víctima. La Obra hizo obras, tal y como aseguró en el juicio el exdirector del centro Iñaki Cires. La iglesia española siempre ha sido consciente del papel de Silverio Nieto en la trama canónica del 'caso Gaztelueta'. Un rol de fontanero tóxico que la familia de la víctima llevamos denunciado desde mucho tiempo atrás.

'La Congregación para la Doctrina de la Fe ya dio carpetazo al asunto en 2015 demostrando mi inocencia'. Se agarraba así a un clavo ardiendo el pederasta en un comunicado público en el que ante el asombro del más común de los mortales, seguía pretendiendo ser inocente. Un auto de instrucción, una sentencia de la Audiencia Provincial de Bizkaia y otra posterior del Tribunal Supremo de España le condenaron, añadiendo la inadmisión a trámite de su recurso de amparo al Constitucional que zanjaba el asunto y ponía fin al recorrido penal, reconociendo así a la víctima y sancionando al profesor de religión del colegio Gaztelueta, miembro numerario del Opus Dei en el momento cuando se cometió el delito. 

El Papa Francisco pone ahora un punto sobre la 'i' de la infamia y la desvergüenza de la Prelatura, del colegio de Leioa y de todas y todos los que más allá de dudar del testimonio de Juan Cuatrecasas Cuevas, mi hijo, osaron además culpabilizarle, y anularle como niño y como ser humano, víctima de un terrible delito contra su integridad física y emocional. Hoy es el día en el que aquellos parecen esconderse porque la realidad del presente, que sigue dando la razón a Juan, les escuece y les golpea como justo 'boomerang' en pleno rostro.

Quienes han escuchado a Juan en todos estos años, jamás han dudado de la verdad, incluso Imanol Goyarrola que dice en público algo que ya en 2011 no decía a los padres en privado. Nadie ha dudado, ni medios de comunicación, ni facultativas de parte y no de parte, ni abogados, procuradores, jueces, fiscales o secretarios y secretarias de juzgado. El profesor pederasta condenado en sentencia firme en la justicia ordinaria lo será también, cabe esperar que así sea, en el orden canónico, defendiendo así los derechos de una víctima de pederastia en la infancia y creando una brillante jurisprudencia positiva para el resto de supervivientes de estos gravísimos delitos.

No es cosa menor, desde luego. Es desde luego el momento de que la sociedad civil tome conciencia de un asunto que trata de respeto a los derechos humanos, a los derechos de la infancia y la adolescencia y a la salud pública. Es hora de que desde luego la lupa se amplíe a todos los ámbitos de la sociedad donde se perpetran estos delitos y que las víctimas y supervivientes de violencia sexual en la infancia obtengan sin trabas los derechos que merecen porque les corresponden. La verdad jurídica que el prelado del Opus Dei citaba en su carta de respuesta a una de mi puño y letra solicitándole que repusiera el buen nombre de Juan Cuatrecasas Asua y exigiera a Gaztelueta hacer lo mismo es más que jurídica, es la verdad. Pruebas hay, hechos probados. La sentencia, impecable e implacable, de la Audiencia Provincial de Bizkaia así lo demostró. Al parecer en el Opus Dei el derecho, la esencia de lo jurídico, son grandes desconocidos.

No saben, no parecen saber, pensando bien, que supone acatar una sentencia y que son los hechos probados. Pensando bien. Lo cual a estas alturas, viniendo de ellos, es mucho pensar. La apertura del procedimiento canónico llega ahora en coherencia con aquel comunicado de una fuente autorizada vaticana, que en Noviembre de 2018 ya reconocía “errores” en la investigación del 'caso Gaztelueta'. Ahora llega la verdad con toda su fuerza, inapelable, potente y llena de rigor. Ahora es el momento de depurar responsabilidades, todas, y se sanar a un niño, hoy en día adulto, que sufrió en manos de un delincuente disfrazado de profesor de religión abusos y agresiones sexuales, vejaciones y humillaciones.

Ahora el círculo que un depredador sexual abrió un día en la integridad de un menor, quebrándole sin esfuerzo en una condición de superioridad que el Tribunal Supremo de España tuvo la inexplicable indecencia de negar, una de las claves de la rebaja de la condena con respeto a la sentencia de la Audiencia de Bizkaia, empieza a cerrarse en lo que es un rayo de luz que pretende ser coherente y consecuente con quien tuvo el valor de soportar las secuelas de agresiones y humillaciones, y la entereza en la denuncia del delito. Un abrazo hijo, de parte de tu madre, tu padre, tu hermano y el resto de quienes han estado siempre a tu lado, desde que en Mayo de 2011 contaste que habías sido abusado y acosado en el colegio Gaztelueta. Seguiremos luchando para que tu nombre y el de todos y todas las víctimas y supervivientes de pederastia luzca como merece pese a quienes intentan crear un abominable y mentiroso eclipse. 

¡Verdad, Justicia, Reconocimiento, Reparación y Acompañamiento!

* Juan Cuatrecasas Asua es el padre de la víctima del colegio Gaztelueta, y miembro fundador de ANIR (Asociación Nacional Infancia Robada)

La apertura de un procedimiento canónico por parte del Vaticano en lo referente al llamado mediáticamente 'caso Gaztelueta' tras del que se esconde una actitud infame por parte de quienes debiendo hacer un trabajo serio no lo hicieron supone una apuesta del Papa Francisco por la transparencia y la tolerancia cero frente a la violencia sexual a menores en el ámbito eclesiástico. El teatro siniestro que en 2015 urdió la Congregación para la Doctrina de la Fe, en manos del Cardenal Muller, convirtió la denuncia justa de una víctima de pederastia en un colegio de la Obra Corporativa del Opus Dei en una vergonzosa acción dirigida a quebrantar la credibilidad del denunciante y la de su familia.

Trampas más propias de un tahúr que de un sacerdote, buscando con la pretenciosa y pretendida astucia de una raposa torticera, que el escenario donde se perpetraron los delitos no coincidiera con el testimonio planteado por la víctima. La Obra hizo obras, tal y como aseguró en el juicio el exdirector del centro Iñaki Cires. La iglesia española siempre ha sido consciente del papel de Silverio Nieto en la trama canónica del 'caso Gaztelueta'. Un rol de fontanero tóxico que la familia de la víctima llevamos denunciado desde mucho tiempo atrás.