El pasado 26 de abril se ha conmemorado el 85 aniversario del bombardeo de Gernika. Es de todos sabido que el cuadro de Picasso, El Guernica, actualmente en el museo Reina Sofía de Madrid, difundió por todo el mundo la masacre de la Villa Foral, bombardeada por la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, que combatían a favor del bando fascista, sublevado contra la República. Esta obra de arte, como toda obra maestra, soporta la dialéctica entre lo singular y lo universal: El Guernica, a la vez, se universaliza desde Gernika y universaliza Gernika.
El cuadro, tras una serie de vicisitudes, fue trasladado de Nueva York a España en 1981, durante el mandato de Calvo Sotelo.
Sabemos que los diputados del PNV, en el Congreso de los Diputados de Madrid (mayo, 1988), solicitaron exponer el cuadro de Picasso en el País Vasco. Lo que no sabíamos es que, “gracias al PNV”, la pintura auténtica no está en la Villa Foral, sino en Madrid. Tengamos en cuenta, tal como nos refiere Jorge Oteiza en un artículo publicado en El Correo Español en el año 1988, que Pablo Picasso mandó recado al presidente Agirre para que pidiera por escrito el cuadro, por considerar que pertenecía a los vascos. ¿Por qué esta petición no llegó nunca a Picasso? Porque el “experto” en arte del Gobierno vasco, el pintor Uzelay, consejero y director de Bellas Artes, informa al Gobierno vasco que El Guernica es una mamarrachada, una tomadura de pelo. Estamos hablando del año 1937.
Y todavía en el año 1962, Joseba Rezola, antiguo secretario de Defensa y ayudante del lehendakari Agirre, manifiestó a Oteiza y Basterretxea, a quienes invitaron a colaborar en un número especial de la revista Gernika, con motivo del 25 aniversario del bombardeo, que “El Guernica no interesaba.”
Esperamos que, algún día, el PNV reconozca su error y pida disculpas al pueblo vasco.