Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Héroes, presos y cal viva
Esta pasada semana se cumplían los 40 años de los “sucesos” del 3 de Marzo en Vitoria-Gasteiz, una de las barbaridades con las que se despidió el régimen franquista y que nos dejó una herida que todavía continua abierta. Las víctimas no han sentido en ningún momento que haya interés alguno en que se haga justicia con los instigadores de la matanza. También ha sido la semana en la que, por fin, Arnaldo Otegi salía en libertad después de cumplir una condena que le fue impuesta en un contexto político afortunadamente ya superado. Y por último, a raíz de la intervención de Pablo Iglesias en el fallido intento de investidura del líder socialista Pedro Sánchez, se ha vuelto a hablar de los GAL y de su –presuntamente- instigador desde lo más alto de las instancias del Estado.
Todo esto nos retrotrae a épocas oscuras, en las que los actos de violencia eran algo demasiado habitual, y que afortunadamente hemos dejado atrás, aunque muchas heridas aún sangran y lo harán por mucho tiempo, me temo. Una época que aún resulta dolorosa para quienes la vivimos, época envuelta en una gris bruma de odio en la que resaltaba únicamente el rojo de la sangre. Vivimos una absurda espiral de violencia que se retroalimentaba continuamente y que actuaba como agujero negro ante cualquier posible solución dialogada para acabar con esta situación. Todos anhelábamos una paz que se veía cada vez más lejos con cada asesinato, con cada persona torturada o con cada desproporcionada acción policial.
Cuando hablo de héroes, hablo de la gente como la que aquel fatídico 3 de marzo se enfrentó con sus manos desnudas, armada solamente con la razón, a quienes no tuvieron reparos en usar armas de fuego indiscriminadamente contra unos trabajadores que solo querían justicia social. Fue una generación que tuvo que tragar mucho durante la noche oscura de la dictadura franquista y que percibía que se abría ante ellos un futuro de libertad democrática por el que estuvieron dispuestos a dar el resto. Hoy ese sistema que se construyo gracias a su generoso esfuerzo ha sido pervertido por los intereses de una oligarquía económica, con la complicidad de quienes han permitido que se pudra con su indiferencia y apatía, y necesita una revisión y actualización urgente.
A quienes jamás podré considerar héroes es a quienes, de una forma u otra, alentaron o justificaron la violencia, cualquier violencia. Por eso me cabrea mucho cuando alguien repite la frase “la democracia ha vencido al terrorismo”. No es cierto. El Estado ha vencido a ETA, pero no de forma democrática. Y no me refiero solamente a la violencia de Estado que representaron los GAL, sino también a la perversión de la justicia, que se plasmó en la estrategia de “todo es ETA”, una estrategia que continúa vigente, como hemos visto hace bien poco con el caso de los titiriteros encarcelados por una obra que representaban y en la que ciertas mentes solamente vieron una especie de justificación del terrorismo que no soporta el mínimo análisis lógico.
Y no, tampoco considero que Arnaldo Otegi sea ningún héroe. No, no hay Mandelas vascos. Es una figura que, tarde o temprano, tenÍa que aparecer en la izquierda independentista: aquella persona que tuviese que dar el paso de rechazar de una vez por todas la justificación de la violencia de ETA. El problema es que ha aparecido demasiado tarde y eso le ha costado la vida a muchas personas. Él mismo ha reconocido algo obvio: es un paso que se tendría que haber dado mucho antes, pero eso ya no tiene remedio. Ojalá su salida de prisión suponga un aliciente para superar una etapa oscura que jamás debió existir y la izquierda abertzale pueda trabajar con normalidad en todos los ámbitos políticos y que sea la ciudadanía la que decida cual tiene que ser su peso real en nuestra sociedad. No se puede olvidar la historia, pero tampoco podemos estancarnos en el inmovilismo. Lo mismo que pasó con aquellos héroes del 3 de marzo del 76, que sin pretenderlo pusieron las bases de una sociedad nueva, es hora de replantearnos una adecuación de las estructuras políticas que nos rigen como sociedad para adaptarlos a una nueva realidad.
Esta pasada semana se cumplían los 40 años de los “sucesos” del 3 de Marzo en Vitoria-Gasteiz, una de las barbaridades con las que se despidió el régimen franquista y que nos dejó una herida que todavía continua abierta. Las víctimas no han sentido en ningún momento que haya interés alguno en que se haga justicia con los instigadores de la matanza. También ha sido la semana en la que, por fin, Arnaldo Otegi salía en libertad después de cumplir una condena que le fue impuesta en un contexto político afortunadamente ya superado. Y por último, a raíz de la intervención de Pablo Iglesias en el fallido intento de investidura del líder socialista Pedro Sánchez, se ha vuelto a hablar de los GAL y de su –presuntamente- instigador desde lo más alto de las instancias del Estado.
Todo esto nos retrotrae a épocas oscuras, en las que los actos de violencia eran algo demasiado habitual, y que afortunadamente hemos dejado atrás, aunque muchas heridas aún sangran y lo harán por mucho tiempo, me temo. Una época que aún resulta dolorosa para quienes la vivimos, época envuelta en una gris bruma de odio en la que resaltaba únicamente el rojo de la sangre. Vivimos una absurda espiral de violencia que se retroalimentaba continuamente y que actuaba como agujero negro ante cualquier posible solución dialogada para acabar con esta situación. Todos anhelábamos una paz que se veía cada vez más lejos con cada asesinato, con cada persona torturada o con cada desproporcionada acción policial.