Hippies

Los multimillonarios tecnócratas que gobiernan este planeta han decidido que la democracia ya no sirve a sus intereses, así que están aupando a los fascistas a todos los púlpitos para que nos larguen el discurso de la libertad individual, la de los ricos, en contraposición al legendario discurso revolucionario de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

El pasado es un baúl de recuerdos. En su interior, entre trastos, canciones, creencias religiosas, relojes quietos, dioses destruidos y muertos, muchos, muchos muertos, duermen el sueño de los justos también las modas que fueron y las ideologías que en un momento determinado de la historia sustentaron el mundo. Cierto que las grandes utopías hace tiempo que desaparecieron, pero para dar sentido de nuevo a nuestras monótona vidas, de todo lo que podría rescatarse de ese baúl llama la atención que se rescate ahora al fascismo, cuando puestos a rescatar algo bien se podría haber rescatado, por ejemplo, a los hippies que a fin de cuentas con su pacifismo de sandalias de esparto no hacían daño a nadie, más allá de tener que soportar, con una sonrisa bobalicona en los labios, su costumbre de filosofar con un racimo de uvas colgado de las orejas, margaritas enredadas en la abismal profundidad de sus largas cabelleras y su virginal desnudez como un desafío estético a los chandals con los que ahora vestimos nuestros cuerpos minuciosamente trabajados en los gimnasios.

La consigna de los hippies era haz el amor y no la guerra. La de los fascistas lo contrario. En esa contradicción, en la vigencia de la consigna fascista, la humanidad ha perdido el humanismo, pero, eso sí, hemos ganado la soledad que proporciona haber renunciado a la amorosa compañía de nuestros semejantes para vivir dentro de las pantallas. El ya desaparecido sociólogo polaco Zygmunt Bauman escribió que “todo es más fácil en la vida virtual pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”.

Si los hippies regresaran tal vez los belicosos himnos fascistas quedarían sepultados bajo los dulzones himnos pacifistas, ayudándonos, así, a abandonar la agresiva vida que desarrollamos en el violento mundo virtual, para descubrir, de nuevo, la luz del mundo, la bondad del corazón, la ensalada de apio, la ternura ante el dolor y la necesidad de mantener una agradable conversación con los amigos en una terraza frente al mar donde, con suerte, vislumbrar, en el último horizonte de la tarde, un rayo verde, o en el mejor de los casos un porvenir menos oscuro.