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La huella imborrable

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Queridas conciudadanas y conciudadanos que compartimos la 'huella imborrable' de aquellos tres días aciagos, 10, 11 y 12 de julio de 1997, en los que la organización terrorista Euskadi ta Askatasuna secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco Garrido, joven concejal electo del Ayuntamiento de Ermua:

El asesinato de Miguel Ángel Blanco y los asesinatos de las 853 personas a las que ETA dio muerte violenta nos han marcado con un nosotros plural: han forjado nuestra identidad como sociedad políticamente organizada, han definido la identidad cultural del País Vasco.

Veinticinco años después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, los distintos actos de este memorial acreditan que la consciencia social de rechazo al terrorismo liberticida ha fundado nuestro pasado como país. La mirada retrospectiva nos muestra hasta qué punto fueron un acto fundacional aquellas terribles cuarenta y ocho horas de julio de 1997. Aquellas horas de vigilia en las que tres millones de personas, puestas decidida e inexorablemente en pie, alzamos nuestras manos pintadas de blanco contra la barbarie terrorista. Por eso, esa mirada memorial que ahora reiteramos sigue reavivando la capacidad de sobresaltarnos al evocar en nuestra memoria social la huella dolorida, aún hoy sin cicatrizar, de cuarenta y tres años de forzada coexistencia traumática con la violencia política que nos fracturó como sociedad.

Se ha inaugurado una exposición dedicada a la memoria de los funcionarios de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y de la Policía del País Vasco que dieron su vida, que sufrieron los efectos de la estigmatización como enemigos existenciales y que soportaron las consecuencias de la estrategia de la socialización del sufrimiento practicada por ETA con la coautoría activa de su frente político. El que esta exposición tenga como comisarios conjuntos a los tres cuerpos de seguridad con competencia policial en el País Vasco aporta un inédito y precioso valor añadido simbólico. Simboliza la estrecha unión de la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Policía del País Vasco en la lucha contra la delincuencia liberticida y sus métodos de actuación terrorista.

Los paneles, fotografías y documentos nos muestran que las policías y los policías de todos y cada uno de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad compartieron con las demás víctimas de la violencia de ETA una misma circunstancia que caracteriza al victimario liberticida. ETA consideró a todas sus víctimas como enemigos exterminables. Una categoría que las iguala profundamente. Imanol Zubero le ha puesto nombre a esta percepción: 'población sobrante'. Todas las víctimas por igual, previamente a sufrir el zarpazo de la muerte o de la persecución, habían sido incluidas por la organización victimaria en la condición de 'población sobrante'.

Policías, militantes de determinados partidos políticos, jueces, fiscales, líderes sociales, intelectuales, empresarios, en definitiva, aquellas personas que, por no compartir con ETA un determinado proyecto secesionista de construcción nacional de Euskal Herria, estábamos 'de sobra' y, por ello, fuimos colocados, contra nuestra voluntad, en la condición de personas exterminables: fuimos situados 'ex-terminus', más allá de la frontera moral definida con un determinado Nosotros por la subcultura de la violencia terrorista.

Las policías y los policías que integran los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad en España y en el País Vasco no han dejado de desempeñar una función constitucional decisiva en la promoción de la democracia pluralista, en la preservación del Estado constitucional de Derecho y en la protección de los derechos humanos. Porque la policía, la fiscalía, la judicatura y los demás profesionales al servicio de la Administración de Justicia, forman parte, de manera insoslayable, de un único sistema de justicia penal.

A quienes sobrevivimos a la barbarie y disfrutamos en Euskadi de una ciudadanía plena en una sociedad democrática avanzada, nos corresponde rescatar la preocupante realidad de la desmemoria

Esta fue la dimensión institucional profunda atacada por la acción liberticida de Euskadi ta Askatasuna y su frente político: el intento de quiebra de un sistema de justicia penal indispensable para la existencia del Estado democrático de Derecho. Y el fracaso de ETA en ese objetivo fue, también, la responsabilidad asumida por las distintas policías con un inmenso sacrificio personal.

A quienes sobrevivimos a la barbarie y disfrutamos en Euskadi de una ciudadanía plena en una sociedad democrática avanzada, nos corresponde rescatar la preocupante realidad de la desmemoria y trasladar a las generaciones más jóvenes los materiales con los que enraizar una cultura de la memoria en la sociedad posterior a la disolución de ETA. Una memoria plural, sincera y reparadora que alumbre el presente y el futuro de nuestra convivencia cívica y política.

Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, nuestras Policías, contribuyen de forma destacada a que, como sociedad, transitemos desde la que aún hoy sigue siendo una memoria en zozobra hacia el umbral de una futura memoria apaciguada. Una memoria colectiva apaciguada en la que el restablecimiento de la plena dignidad de Miguel Ángel Blanco y de las demás víctimas cosificadas por la violencias política llegue a proyectar su recuerdo hacia el futuro. Y lo haga en la forma de un compromiso de convivencia entre iguales.

Queridas conciudadanas y conciudadanos que compartimos la 'huella imborrable' de aquellos tres días aciagos, 10, 11 y 12 de julio de 1997, en los que la organización terrorista Euskadi ta Askatasuna secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco Garrido, joven concejal electo del Ayuntamiento de Ermua:

El asesinato de Miguel Ángel Blanco y los asesinatos de las 853 personas a las que ETA dio muerte violenta nos han marcado con un nosotros plural: han forjado nuestra identidad como sociedad políticamente organizada, han definido la identidad cultural del País Vasco.