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¿Importa en Euskadi la Educación?
Quizás habría que reformular la pregunta: ¿a quién le importa la Educación en este pequeño país? La rápida respuesta que acude a mi cabeza es: al lehendakari Pradales da la sensación de que no. Eso pensé, tras escucharle el pasado 11 de este mes en un multitudinario salón del Hotel Ercilla, invitado por la organización de debate Nueva Economía Forum, en lo que significaba la puesta de largo del nuevo inquilino de Ajuria Enea ante la sociedad vizcaína, especialmente la empresarial y económica.
Imanol Pradales, nuestro flamante lehendakari, que sigue desgranando las líneas principales de su ideología a través de las apariciones públicas en este inicio de nuevo curso político, dedicó su intervención matinal a glosar los temas que consideró trascendentales para la Euskadi del futuro. Así, la alta velocidad y la polémica abierta con la conexión Euskadi-Navarra, el impulso transformador para la nueva Osakidetza, joya de la corona de su discurso renovador, la seguridad ciudadana, maltrecha tras el incremento de delitos sexuales durante las fiestas veraniegas, especialmente en las tres capitales vascas, la apuesta inequívoca por las energías renovables y la férrea defensa del concierto económico vasco en tiempos de revuelta autonómica con la financiación singular catalana fueron objeto de atención preferente para el lehendakari. Sin embargo, la educación ocupó cero segundos, no fue nombrada ni por descuido.
Sea o no veraz la afirmación que se suele atribuir al filósofo Steiner (“Lo que no se nombra, no existe”) lo cierto es que quienes vivimos inmersos en la comunidad educativa vasca no pudimos sentir sino un escalofrío cuando nuestro máximo representante institucional ignoraba la importancia de la educación
¿Olvido disculpable o declaración de principios? ¿Acaso no requiere unas palabras de aliento el que cerca de 40.000 personas ofrezcan su saber profesional? Porque un silencio tan clamoroso habrá dejado a más de 350.000 estudiantes no universitarios y sus respectivas familias haciéndose innumerables preguntas. Sí, ya sé; los/as incondicionales responderán que ya tuvo protagonismo exclusivo la educación el día de la inauguración oficial del curso escolar vasco que el lehendakari y la nueva consejera de Educación llevaron a la escuela de Orokieta en Zarautz. En esa ocasión, las referencias principales fueron la autoexigencia para toda la comunidad educativa por llevar a la máxima calidad formativa y el desarrollo de la reciente ley educativa.
Estos mensajes indican que siguen ignorando el problema fundamental al que se enfrenta la enseñanza vasca, solucionar la segregación escolar, en aumento, como en Cataluña y Madrid, tal y como señalan distintos estudios recientes. Son necesarias palabras como las de Begoña Pedrosa “avanzar en equidad y seguir trabajando el ámbito de convivencia y bienestar”), pero más importante y clarificador para quienes ya conocemos estos problemas es el compromiso serio del Departamento de Educación en la búsqueda de soluciones, métodos que contribuyan a disminuir esta lacra social. Que la mayoría del alumnado migrante vasco analizado en PISA, por ejemplo, se encuentre a dos cursos de diferencia formativa con sus compañeros/as de la misma edad significa que las fórmulas empleadas hasta ahora no han hecho sino agravar el problema. Que los programas de interculturalidad, además, continúen perdiendo peso en las propuestas de los Servicios de Apoyo, sin una sustitución adecuada por otros solo manifiesta la falta de una línea de actuación sólida para combatir este problema social.
De lo que no hay dudas es de que a quien sí interesa la educación es a la sociedad vasca. Si utilizamos los datos del último Deustobarómetro (verano 2024) la valoración social de la enseñanza no universitaria ocupa un honroso cuarto puesto de las políticas públicas (tras el transporte público, la enseñanza universitaria y las carreteras). ¿No le correspondería a la administración educativa atender mejor esta demanda social?
Lo que tenemos, sin embargo, en base al acuerdo de gobierno firmado este verano por los dos partidos que sustentan el ejecutivo vasco, son cuatro párrafos que se refieren a la nueva Ley de Educación como sinónimo de progreso social, garantía de igualdad, cohesión, inclusividad y equidad y en la que la enseñanza pública ocupe un lugar preferente.
La lectura que gran parte de la comunidad educativa vasca hacemos es que, desgraciadamente, la ley no servirá para los objetivos mencionados, porque nace con fuertes carencias, ausencia de compromisos concretos y una única idea básica: equiparar las dos redes educativas al mismo nivel, olvidando la contribución que la Escuela Pública Vasca ha hecho, hace y seguirá haciendo en la compensación de desigualdades y en la asunción de valores democráticos ciudadanos compatibles con la justicia social, la equidad, la coeducación y el valor de lo Público.
Imanol Pradales, en la intervención mencionada, apeló a la ilusión, la ambición, al ambiente positivo que la sociedad vasca debía presentar. Para ello, su gobierno, se comprometía a mejorar la vida de las personas. No dudamos de ello, pero habríamos agradecido vernos identificados/as en ese proyecto de una manera más concreta.
Por si sirve de ayuda, recordaré las palabras de la filósofa Marina Garcés en su 'Escuela de aprendices': “Educar no es aplicar un programa. Es acoger la existencia, elaborar la conciencia y disputar los futuros. Dentro y fuera de la escuela, la educación es una invitación a tomar el riesgo de aprender juntos, contra las servidumbres del propio tiempo”.
Quizás habría que reformular la pregunta: ¿a quién le importa la Educación en este pequeño país? La rápida respuesta que acude a mi cabeza es: al lehendakari Pradales da la sensación de que no. Eso pensé, tras escucharle el pasado 11 de este mes en un multitudinario salón del Hotel Ercilla, invitado por la organización de debate Nueva Economía Forum, en lo que significaba la puesta de largo del nuevo inquilino de Ajuria Enea ante la sociedad vizcaína, especialmente la empresarial y económica.
Imanol Pradales, nuestro flamante lehendakari, que sigue desgranando las líneas principales de su ideología a través de las apariciones públicas en este inicio de nuevo curso político, dedicó su intervención matinal a glosar los temas que consideró trascendentales para la Euskadi del futuro. Así, la alta velocidad y la polémica abierta con la conexión Euskadi-Navarra, el impulso transformador para la nueva Osakidetza, joya de la corona de su discurso renovador, la seguridad ciudadana, maltrecha tras el incremento de delitos sexuales durante las fiestas veraniegas, especialmente en las tres capitales vascas, la apuesta inequívoca por las energías renovables y la férrea defensa del concierto económico vasco en tiempos de revuelta autonómica con la financiación singular catalana fueron objeto de atención preferente para el lehendakari. Sin embargo, la educación ocupó cero segundos, no fue nombrada ni por descuido.