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O es impostura o es soberbia

Si los resultados que nos depararon las Elecciones Generales del 20D hubieran caído en manos de líderes capaces de hacer renuncias, o de asumir riesgos, ya tendríamos gobierno en España. Pero aún no lo hay porque el resultado, tan endiablado, ha hecho más débiles aún las capacidades de los líderes. Ni el líder ganador ha advertido que la endeblez de su victoria debería humillarle para ofrecer un programa de máximo consenso en que cupieran todos. Ni el líder de la segunda fuerza ha advertido que caben muchas fórmulas, al menos cuatro, en las cuales, en todas ellas, el grado de consenso debiera ser muy elevado, porque la reforma constitucional es cosa de todos y requiere muchos apoyos parlamentarios, como lo son la regeneración democrática, la lucha contra la corrupción, la incertidumbre provocada por el proceso catalán y el acuerdo en torno a ese “derecho a decidir” que suena más bien a fracaso de la política y debilidad del sistema democrático. ¡Qué decir de los nuevos líderes! Han llegado, según sus respectivos responsables de comunicación para salvar la Democracia perdida, para “rescatar” a la gente, pero el falso orgullo les muestra altaneros e infalibles, que son dos formas de ser incompatibles con la Política honrada.

De los cuatro líderes hay uno que sobresale por su peculiaridad: el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Su comportamiento ha resultado tan estruendoso como ineficaz hasta ahora. Siendo, como lo es Podemos, de izquierdas, comportarse como lo viene haciendo, es propio de impostores o de soberbios, o quizás de las dos cosas a la vez, que acaso responda a su pusilanimidad encubierta. Si tras la primera entrevista con el Rey obró indecentemente en relación al PSOE, al que desafió presentando en público a la mitad del posible Gobierno de coalición PSOE-Podemos, antes de que Pedro Sánchez tuviera conocimiento de ello, con su propia figura en la Vicepresidencia, tras la segunda entrevista con el Rey se ha permitido perdonarle la vida (“no quiero meter más presión a Pedro Sánchez que la que ya tiene en su partido, pero es importante que se decida ya”), y le ha conminado a que “sea valiente”.

Yo no sé lo que es “ser valiente” en Política, pero mucho me temo que el PSOE, por defender unos valores importantes –igualdad, solidaridad, libertad- tanto como por su bagaje, experiencia e historia, tiene en su haber muchas más señas de valentía que Podemos. Pablo Iglesias es un trilero estupendo, que continuamente marca líneas y somete a los demás a pruebas definitivas, en esta ocasión han sido que es preciso conseguir las abstenciones de los independentistas catalanes –Convergencia y ERC- de cuyos dirigentes dijo que “no tienen cuernos ni rabo”. Pues claro, desde el advenimiento de la Democracia no hay en España diablos extraños, salvo aquellos que, de vez en cuando, entroniza Podemos.

Resulta más que evidente que Pablo Iglesias se comporta como un impostor o como un soberbio. Ya lo adelantó Monedero, al menos en dos ocasiones, cuando rehuyó pertenecer a la Dirección de Podemos bajo el mandato de Pablo Iglesias, y hace unos días cuando le ha calificado como portador de “soberbia intelectual”. La soberbia es orgullo desmedido, aunque se quiera diluir lo perverso del término en el calificativo “intelectual”. Y es una auténtica pena que una formación necesaria como Podemos esté siendo dirigida por una especie de iluminado conquistador de los cielos, por un administrador de sonrisas de la fortuna, al fin, por un pusilánime enmascarado con una careta de divinidad todopoderosa.

Pedro Sánchez ha anunciado en varias ocasiones su intención de buscar una mayoría con Podemos como aliado preferente, sin lanzar previamente ningún kikiriki ni recurrir a bravuconadas. Si el que se ha dado en llamar “gobierno de cambio” no llega a consumarse, habrá que buscar las razones en la cerrazón del que aspira a ser Vicepresidente para “controlar” al Presidente Sánchez. En eso también Pablo Iglesias ha resultado ser un izquierdoso populista y acomplejado.

Tengo depositada mucha ilusión en que llegue a consumarse el Gobierno PSOE-Podemos-IU, con las abstenciones que sean precisas, pero ha de ser un Gobierno que eduque a Pablo Iglesias para que aprenda a ser útil para nuestra democracia, y no solo para alimentar su orgullo desmedido. De momento su comportamiento ha respondido, sobre todo, a su impostura o a su soberbia. O a las dos.

Si los resultados que nos depararon las Elecciones Generales del 20D hubieran caído en manos de líderes capaces de hacer renuncias, o de asumir riesgos, ya tendríamos gobierno en España. Pero aún no lo hay porque el resultado, tan endiablado, ha hecho más débiles aún las capacidades de los líderes. Ni el líder ganador ha advertido que la endeblez de su victoria debería humillarle para ofrecer un programa de máximo consenso en que cupieran todos. Ni el líder de la segunda fuerza ha advertido que caben muchas fórmulas, al menos cuatro, en las cuales, en todas ellas, el grado de consenso debiera ser muy elevado, porque la reforma constitucional es cosa de todos y requiere muchos apoyos parlamentarios, como lo son la regeneración democrática, la lucha contra la corrupción, la incertidumbre provocada por el proceso catalán y el acuerdo en torno a ese “derecho a decidir” que suena más bien a fracaso de la política y debilidad del sistema democrático. ¡Qué decir de los nuevos líderes! Han llegado, según sus respectivos responsables de comunicación para salvar la Democracia perdida, para “rescatar” a la gente, pero el falso orgullo les muestra altaneros e infalibles, que son dos formas de ser incompatibles con la Política honrada.

De los cuatro líderes hay uno que sobresale por su peculiaridad: el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Su comportamiento ha resultado tan estruendoso como ineficaz hasta ahora. Siendo, como lo es Podemos, de izquierdas, comportarse como lo viene haciendo, es propio de impostores o de soberbios, o quizás de las dos cosas a la vez, que acaso responda a su pusilanimidad encubierta. Si tras la primera entrevista con el Rey obró indecentemente en relación al PSOE, al que desafió presentando en público a la mitad del posible Gobierno de coalición PSOE-Podemos, antes de que Pedro Sánchez tuviera conocimiento de ello, con su propia figura en la Vicepresidencia, tras la segunda entrevista con el Rey se ha permitido perdonarle la vida (“no quiero meter más presión a Pedro Sánchez que la que ya tiene en su partido, pero es importante que se decida ya”), y le ha conminado a que “sea valiente”.