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Cómo ser independentista en España
Los independentistas que habitan entre nosotros y pretenden romper la unidad de España y alcanzar la independencia de su territorio dicen a menudo que sus pretensiones políticas no pueden alcanzarse, puesto que no existe en España el derecho a la autodeterminación y, por lo tanto, a la independencia de cualquiera de sus partes. Antes que nada debe aclararse que el derecho a la autodeterminación no existe en ninguna constitución del mundo (salvo en la de Etiopía, suele decirse) y que el derecho internacional solo lo reconoce en dos casos: para el caso de las colonias, de modo que a través de esa vía puedan recuperar la soberanía y la independencia; y para el caso de territorios donde no se respetan los derechos humanos por parte del Poder central y, por tanto, sea esa la manera de alcanzar una sociedad libre y democrática. Por si acaso lo digo: Cataluña no se encuentra en ninguno de los casos, como todo el mundo sabe, incluso los que disimulan.
Dicho esto, los independentistas sí pueden alcanzar su propósito político de fraccionar el Estado y constituir un Estado independiente. Así como Alemania no puede dejar de ser federal ni Italia convertirse en Monarquía, en España permitimos incluso que se rompa la unidad del Estado. Ahora bien, no pedimos gran cosa, debe hacerse a través de los procedimientos legales establecidos, del mismo modo que ocurre con cualquier otro objetivo político: si uno quiere aprobar unos presupuestos, una ley de vivienda o una renta mínima, debe alcanzar la mayoría necesaria en el parlamento, autonómico o nacional, en función de la distribución de competencias. Un servidor, sin ir más lejos, propuso muchos cambios legales durante mis ocho años en el Parlamento Vasco… y cuando perdía, que era a menudo, no convocaba a los medios para decir que me prohibían alcanzar mis objetivos o que mis propuestas estaban prohibidas (mucho menos me saltaba la ley por las bravas para hacer tragar al resto mis ideas); la razón era más sencilla de entender e incluso de contar: era uno de entre 75 parlamentarios vascos. Y, por lo tanto, en pocas ocasiones alcanzaba mis objetivos, a pesar de que lo intentaba; por decirlo con ironía y con cierto sentido del humor: ganaba los debates… pero perdía las votaciones.
Lo de indultarlos incluso sin pedir perdón o incluso prometiendo que volverán a hacerlo es simplemente otro cantar: simplemente es inimaginable… salvo en España.
Yo, por ejemplo, pienso que la independencia es muy mala idea y casa poco con los nuevos tiempos globales. Yo creo que es mejor unir que separar, derribar fronteras que levantarlas y vivir juntos que separados. Y en los tiempos actuales no me parece que sea una idea muy brillante aislarnos del mundo… pero comprendo que hay gente para todo. Lo que no podrán decirnos es que su idea de romper el Estado es tan brillantemente buena que todos tenemos que darles la razón… como a los tontos. Yo pienso justo lo contrario: me parece una idea desastrosa, tan mala como la idea que pudieran tener los cien ciudadanos más ricos de España para independizarse del resto y dejar de pagar impuestos, ¿se imaginan? Y lo mismo pienso en relación a la ideología nacionalista en general, que, en los tiempos actuales, me parece una de las cosas más reaccionarias. En todo caso, como digo, pueden lograr la independencia, para lo cual deberán convencer a una mayoría de ciudadanos de que tal proyecto es bueno para todos, alcanzar las mayorías necesarias y modificar la Constitución Española.
En otros países tal cosa está prohibida. Es un imposible. O disponen de leyes electorales que pretenden que los partidos secesionistas no tengan más poder del que realmente disponen. Aquí no, aquí los premiamos; pero una cosa es premiarlos para que nos condicionen todas las políticas y otra decirles que sí a todo. A tanto todavía no hemos llegado. En todos los países está gravemente penado intentar dar un golpe de Estado y los delitos de sedición o rebelión son de los más graves: quien los comete, pasa una larga temporada en el trullo. Lo de indultarlos incluso sin pedir perdón o incluso prometiendo que volverán a hacerlo es simplemente otro cantar: simplemente es inimaginable… salvo en España.
Los independentistas, por tanto, pueden alcanzar sus objetivos. Para lo cual deberán respetar la legalidad vigente. Como cualquier ciudadano. Y si no la respetan o la infringen, deberán ser juzgados. Y si son condenados y entonces huyen, no serán exiliados, sino huidos de la Justicia. Y si acaban en la cárcel no serán presos políticos sino políticos presos. Son cosas sencillas de entender… salvo para los que no quieren entenderlo.
Los independentistas que habitan entre nosotros y pretenden romper la unidad de España y alcanzar la independencia de su territorio dicen a menudo que sus pretensiones políticas no pueden alcanzarse, puesto que no existe en España el derecho a la autodeterminación y, por lo tanto, a la independencia de cualquiera de sus partes. Antes que nada debe aclararse que el derecho a la autodeterminación no existe en ninguna constitución del mundo (salvo en la de Etiopía, suele decirse) y que el derecho internacional solo lo reconoce en dos casos: para el caso de las colonias, de modo que a través de esa vía puedan recuperar la soberanía y la independencia; y para el caso de territorios donde no se respetan los derechos humanos por parte del Poder central y, por tanto, sea esa la manera de alcanzar una sociedad libre y democrática. Por si acaso lo digo: Cataluña no se encuentra en ninguno de los casos, como todo el mundo sabe, incluso los que disimulan.
Dicho esto, los independentistas sí pueden alcanzar su propósito político de fraccionar el Estado y constituir un Estado independiente. Así como Alemania no puede dejar de ser federal ni Italia convertirse en Monarquía, en España permitimos incluso que se rompa la unidad del Estado. Ahora bien, no pedimos gran cosa, debe hacerse a través de los procedimientos legales establecidos, del mismo modo que ocurre con cualquier otro objetivo político: si uno quiere aprobar unos presupuestos, una ley de vivienda o una renta mínima, debe alcanzar la mayoría necesaria en el parlamento, autonómico o nacional, en función de la distribución de competencias. Un servidor, sin ir más lejos, propuso muchos cambios legales durante mis ocho años en el Parlamento Vasco… y cuando perdía, que era a menudo, no convocaba a los medios para decir que me prohibían alcanzar mis objetivos o que mis propuestas estaban prohibidas (mucho menos me saltaba la ley por las bravas para hacer tragar al resto mis ideas); la razón era más sencilla de entender e incluso de contar: era uno de entre 75 parlamentarios vascos. Y, por lo tanto, en pocas ocasiones alcanzaba mis objetivos, a pesar de que lo intentaba; por decirlo con ironía y con cierto sentido del humor: ganaba los debates… pero perdía las votaciones.