Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
'Iros todos a la mierda'
'Iros todos a la mierda' es lo que Evaristo decía a los políticos del mundo en 2003 en la canción del mismo nombre. Han pasado casi 20 años y el desapego a la política de los más jóvenes hace crecer la abstención mientras la desconfianza en la clase política llega ya al 90% según el Eurobarómetro.
La pandemia hunde la confianza de la ciudadanía en los diferentes Gobiernos y los jóvenes cada vez se muestran más irreverentes. Tal vez que sean las personas de entre 20 y 35 años las de mayor porcentaje sin vacunar no es casualidad. En el concierto de La Polla Records se juntaron varias generaciones, irreverentes “trasnochados” pero también esa generación de 'milenials' a quienes tampoco les gusta que le digan lo que hay que hacer.
“Queridos amiguitos, en este mundo todo está bajo control... ¿todo? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste ahora y siempre al invasor con una poción mágica que los hace invencibles: el cerebro”. Esa aldea gala debía ser el Buesa Arena, un espacio de propiedad pública que dio cobijo a negacionistas y “desinformados” acerca del uso de la mascarilla. Y el concierto de despedida de los de Evaristo se convirtió en una bacanal cuyas consecuencias las traerán sus majestades los Reyes de Oriente convertidas en número de contagios y en ocupación de camas UCI.
Quienes accedieron al concierto tuvieron que haber mostrado su certificado de vacunación junto con el documento nacional de identidad. Eso al menos decía el decreto de Urkullu. Desconozco si estos controles se llevaron a cabo en este recinto público mientras se amenazaba con multa a pequeños hosteleros que se buscaban la vida para pedir dichos documentos a todo pichipata que quisiera acceder a sus establecimientos. Si el control se llevó a cabo, se podría decir que quienes accedieron al escenario a lanzar proclamas negacionistas lo hacían con sus dosis de la Pfizer, Moderna u otra debidamente inoculadas.
En todo caso llevamos semanas viendo como los números de contagios se multiplican exponencialmente. Llevamos semanas en alerta sanitaria sin que se haya tomado ni una sola medida adicional que no sea el cierre de quirófanos y fiándolo todo a la vacunación ante la estupefacción de expertos y expertas. Llevamos semanas con profesionales sanitarios alertando sobre lo que se nos venía y lanzando SOS desde la atención primaria. Llevamos semanas sin que rastreadores y rastreadoras tengan recursos suficientes para realizar la tarea más importante para frenar la trasmisión comunitaria. Llevamos semanas sin hacer nada.
Es difícil dar crédito a la existencia de algo que ni vemos ni olemos ni podemos tocar. Y no me refiero al Labi. Estamos cansadas y cansados de una pandemia que en boca de la clase política estaba superada al pensar hace apenas dos meses en celebraciones como la de Santo Tomás, San Sebastián y por supuesto la Navidad. Así que es difícil convencer de que el virus, de que la COVID-19, sigue ahí cuando te quitas la mascarilla para darle un sorbo a la caña y ya no te la pones. Sigue ahí cuando te quitas la mascarilla para gritar “Somos los nietos de los obreros que nunca pudisteis matar” y el virus sí.
Dudo que este miércoles, Sánchez haga más que recordar a las y los presidentes autonómicos que la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores es un hecho y que únicamente la podemos retirar si la distancia interpersonal es superior al metro y medio. Queda pendiente reducir aforos y horarios, algo que muy a pesar del ocio nocturno y de la hostelería en general, son medidas que los expertos están señalando como necesarias y de competencia autonómica. Fiarlo todo a Sánchez es volver a tirar balones fueras y ya son muchos: a la hostelería, al personal sanitario, a la ciudadanía, …
Yo, por mi parte, haré los deberes y cenaré en mi núcleo convivencial para poder cantar plácidamente '¡No somos nada!'.
'Iros todos a la mierda' es lo que Evaristo decía a los políticos del mundo en 2003 en la canción del mismo nombre. Han pasado casi 20 años y el desapego a la política de los más jóvenes hace crecer la abstención mientras la desconfianza en la clase política llega ya al 90% según el Eurobarómetro.
La pandemia hunde la confianza de la ciudadanía en los diferentes Gobiernos y los jóvenes cada vez se muestran más irreverentes. Tal vez que sean las personas de entre 20 y 35 años las de mayor porcentaje sin vacunar no es casualidad. En el concierto de La Polla Records se juntaron varias generaciones, irreverentes “trasnochados” pero también esa generación de 'milenials' a quienes tampoco les gusta que le digan lo que hay que hacer.