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El IVA, eficiente pero injusto
Demasiadas veces, la eficiencia, un valor propio de la economía, se enfrenta a la equidad, un valor social que nos habla de justicia. De justicia distributiva en este caso. Desde el primero de enero, gozamos de un tipo de IVA al 0% en algunos alimentos básicos y con una reducción del 10% al 5% en otros pocos, incluidos los suministros energéticos.
Esto supondrá un ahorro medio, durante seis meses, de 33 euros para los hogares. Y tendrá un coste fiscal de 700 millones de euros. Pero más de la mitad de esa cifra se quedará en los bolsillos de los hogares con mayor renta. De hecho, la media de ahorro para el 20% de hogares con menos renta se estima en 27 euros, mientras que el ahorro para el 20% de los más ricos superará los 60 euros.
Con estos datos, ¿consiguen estas medidas los efectos deseados? Sí y no. Sí, porque los colectivos más vulnerables salen relativamente más beneficiados. El porcentaje de sus bajas rentas dedicado a la adquisición de productos básicos es mayor que el que dedican a estas compras quienes gozan de mayor holgura económica.
Pero no porque este descuento fiscal generalizado es profundamente regresivo. Las familias de menos renta, pagan un IVA efectivo del 13% sobre sus ingresos, mientras que, en los hogares más ricos, esta tasa no llega al 2%. Por esto decimos que el IVA es el impuesto que más aumenta la desigualdad en la renta de los hogares.
La reducción de los tipos de IVA reducido y superreducido es una medida de coste innecesariamente alto para el efecto positivo que consigue, gastar 700 millones para ayudar con 300 millones a los más vulnerables. Y es que la política fiscal está basada en dos valores: la eficiencia y la equidad. Y es razonable que sea así. Nuestros Gobiernos necesitan recaudar para hacer políticas publicas y es más fácil hacerlo a través de los impuestos indirectos.
Pero lo que realmente debe perseguir un presupuesto público, a través de su política fiscal y sus planes de gasto, es conseguir un trasvase efectivo de rentas de los colectivos más favorecidos, a los más vulnerables. Solo así se combate la desigualdad. Es una desigualdad creciente que nadie pone en duda, véase el último informe de Oxfam titulado “La ley del más rico”. No se trata de que seamos todos iguales, se trata de que seamos menos desiguales, en oportunidades y en rentas.
Demasiadas veces, la eficiencia, un valor propio de la economía, se enfrenta a la equidad, un valor social que nos habla de justicia. De justicia distributiva en este caso. Desde el primero de enero, gozamos de un tipo de IVA al 0% en algunos alimentos básicos y con una reducción del 10% al 5% en otros pocos, incluidos los suministros energéticos.
Esto supondrá un ahorro medio, durante seis meses, de 33 euros para los hogares. Y tendrá un coste fiscal de 700 millones de euros. Pero más de la mitad de esa cifra se quedará en los bolsillos de los hogares con mayor renta. De hecho, la media de ahorro para el 20% de hogares con menos renta se estima en 27 euros, mientras que el ahorro para el 20% de los más ricos superará los 60 euros.