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Juventud, Democracia y Educación

Con este título ha publicado su informe número 176 Instituto de Estudios Educativos y Sindicales (IEES), de la Fundación 1º de Mayo. Es oportuno, ya que la juventud empieza a estar en el punto de mira sociopolítico. Para unos porque es la víctima propiciatoria de muchos de los males que tiene esta sociedad: la carestía de la vivienda, la aparente radicalidad de sus miembros, una cierta vulnerabilidad emocional y, especialmente, su dependencia de las redes sociales. Quienes abonan esta teoría siempre verán a la juventud radicalizada, desentendida e inmadura.
Para otros, en cambio, la juventud representa la esperanza de cambio de una sociedad que camina de forma equívoca sin posicionamientos rotundos en temas trascendentales, como la solidaridad, la justicia y la participación política. Este grupo se congratula con las filas interminables de jóvenes cooperantes en la DANA valenciana, en bancos de alimentos y con el incremento juvenil en asociaciones sociopolíticas.
De ahí que el informe indague, a través de la opinión de ocho expertas y expertos, en conocer cuáles son los valores de la juventud en cuestiones básicas para el futuro que les espera, o su participación en la vida política y educativa del país. Para ello, lanzamos unas preguntas que pensamos podían centrar el tema: ¿cambio de valores o reversión de valores en la juventud? ¿Reeducación de la intolerancia? ¿Cómo se aprende ciudadanía? ¿En qué ayuda la educación? ¿Qué ámbitos deja la sociedad para la participación juvenil? ¿Qué ámbitos utiliza la juventud para participar en la sociedad? ¿Se plantea la escuela este debate?
Margarita Guerrero Calderón, actual directora general del Instituto de Juventud de España, realiza su reflexión analizando los parámetros juventud y cambio de época. Empieza preguntándose sobre los comportamientos específicos de la juventud para lo que contextualiza sobre el telón de fondo en el que se mueve: crisis de representación de los partidos políticos y desconfianza en los medios de comunicación tradicionales. Entre esos parámetros aparecen una sobrecualificación sangrante, una autonomía personal (emancipatoria) lejana (en torno a los 38 años), nuevas fórmulas de ocio más individualizadas y un malestar creciente ante la falta de perspectivas futuras que, en ocasiones, puede conducirles hacia un victimismo nada edificante. De ahí que Margarita Guerrero Calderón plantee la educación a la ciudadanía desde edades tempranas como la ayuda esencial para la comprensión del mundo. Añade, además, que debe convertirse en medidas clave una combinación de políticas públicas que reduzcan las desigualdades desde el nacimiento, como la renta universal de crianza o la garantía de acceso a la educación de 0-3 años. Guerrero finaliza el artículo animando a cultivar la comunidad, frente al modelo que promueve el individualismo, protegiendo los derechos de la juventud en asociaciones vecinales, sindicatos y/o redes de apoyo mutuo.
Sobre la posible vulnerabilidad de la juventud española a la radicalización versa el artículo de Sergio García Magariño, doctor en Sociología y profesor de la Universidad Pública de Navarra. Y se inicia con dos nociones del término juventud. Nos interesa, especialmente, la segunda: periodo donde hay mucha energía y entusiasmo por aprender, un deseo fuerte por explorar terrenos novedosos, un idealismo poco contaminado de cinismo, compromiso social y sentido de justicia, anhelo de libertad…
Preguntarse el autor sobre esa juventud y su cercanía/lejanía de la radicalización le lleva, en primer lugar, a precisar términos como radicalización (positiva o negativa, individual o grupal), polarización (afectiva o electoral) y movilización social (acción colectiva de mejora de la vida pública).
Una vez valoradas las diferencias el autor considera que en general la juventud española no tiene un problema de radicalización violenta, pero sí de manipulación informativa. El aumento del tiempo de presencia de la juventud en redes sociales le ha llevado a modificar las formas de socialización, la búsqueda de conocimiento e información, ha aumentado la vulnerabilidad ante la manipulación.
El profesor García Magariño continúa su artículo señalando cómo la estructura moral y la comunidad pueden actuar como detonantes o protectores de la radicalización violenta. En el primer caso, analizada la segunda generación de jóvenes migrantes musulmanes en Francia, especialmente vulnerables, se aprecia una fuerte crisis de identidad que les aleja tanto de la religión de sus padres como del laicismo estatal. Así, para aumentar la resiliencia individual y colectiva de estos grupos apunta que el conocimiento científico-religioso y el fortalecimiento de los lazos sociales (familia, amigos, comunidad) deberán ser los elementos protectores principales. De ahí la importancia de una educación académica y moral enfocada al empoderamiento, al servicio de la comunidad y que combata la desinformación, la manipulación, la polarización y la radicalización violenta de las y los jóvenes.
María Eugenia Oleaga Muguerza, profesora de ESO en La Rioja, y Alberto Izquierdo Montero, profesor de Educación Intercultural en la UNED, en su artículo “Jóvenes en el punto de mira: reflexiones para no culpar al río de las violencias que lo encauzan” pretenden girar el punto de vista con el que censuramos la violencia juvenil hacia la violencia que, a su vez, sufre esa juventud. Así, si partimos de la idea de que la figura del adulto es el actor principal de la sociedad, el papel que queda a la juventud no es sino el de actor secundario en la vida pública.
Los problemas de vivienda o el acercamiento a postulados de extrema derecha son problemas de más calado social que el que se le asigna como propios de la juventud actual. De este modo, ofrece una noción de rebeldía en la juventud que en la mayoría de las ocasiones contribuye a blindar privilegios y reproducir formas de dominación racistas, coloniales, patriarcales y clasistas. Los autores finalizan su artículo preguntándose de qué modo la praxis educativa junto a jóvenes puede ayudar. Así, apuntan que el objetivo debe ser desvelar qué ideas y sesgos contribuyen a reforzar los intereses del opresor y, en consecuencia, colocan como enemigo a nuestros/as iguales. “Nuestra labor debe pasar por ser críticas/os con las estructuras en que nos encontramos, problematizarlas constantemente para desarrollar prácticas educativas que nos permita dejar de perpetuar las mismas desigualdades que detectamos fuera de nuestros espacios educativos”.
Bajo el título “Juventud, valores democráticos y educación”, Ana Isabel Villaseñor Horcajada y Adrià Junyent Martínez apuntan desde los primeros párrafos el trampolín que, desde la pandemia, ha supuesto la red social TikTok para la difusión de ideas de contenido neoliberal y de extrema derecha para parte de la juventud. Añádase a ello la influencia perniciosa de la temporalidad laboral que afecta a un tercio amplio de la juventud española para entender el creciente desencanto hacia la democracia de sectores juveniles.
A partir de ahí, Junyent y Villaseñor afrontan algunos de los cambios que deben producirse: repensar la masculinidad, creación de espacios comunitarios, priorización de la salud mental, compromiso de participación temprana en el sistema educativo y en el político… Todo ello debería redundar en asumir retos posibles que aunque parezcan convulsos, serán una oportunidad de cambio para la mejor valoración de la juventud española.
De una forma más concreta, del papel que la escuela puede jugar en la creación de una convivencia enriquecedora para la juventud versa el artículo del profesor de la UPV-EHU, Harkaitz Zubiri. En su opinión, sólo las actuaciones basadas en evidencias científicas, de impacto social son las que pueden cambiar la situación de violencia en las escuelas. Actuaciones exitosas como Club de Valientes Violencia 0, Modelo Dialógico de Convivencia, Tertulias Científicas Dialógicas y Tertulias Feministas Dialógicas y Eliminación de la Violencia de Género Aisladora son algunas de esa muestra. Abordar la violencia escolar desde una perspectiva comunitaria, en opinión de Zubiri, activará al grupo para que se posicione contra las agresiones, sean del tipo que sean. En su opinión, no hay razón para caer en el derrotismo ni en el determinismo. La violencia escolar no es inevitable ni inherente a la escuela.
El último artículo del informe recoge la experiencia de Kika Fumero (“Violencias machistas hacia la juventud: realidades y Desafíos en las aulas”), experta en coeducación y prevención de violencia machistas y ex directora del Instituto canario de Igualdad. Ya desde la introducción la autora señala que, pese a los avances legales y sociales en materia de igualdad de género y derechos LGTBIQ+, persisten brechas significativas. Como la adolescencia es la etapa clave para la construcción de la identidad personal y colectiva, cualquier vulneración de derechos en esa época supone un problema serio para los centros educativos que se enfrentarán al doble desafío de prevenir y detectar estas formas de violencia. Para ello la autora busca contribuir al desarrollo de un sistema educativo capaz de garantizar espacios seguros, inclusivos y respetuosos de los derechos humanos. Así, la invisibilidad de la realidad LGTBIQ+ en los currículos escolares, por ejemplo, dificulta cualquier posición de acercamiento social hacia ese colectivo en el ámbito educativo, aunque no sea el único: la transfobia y la lesbofobia están también presentes. De ahí la importancia de que la coeducación se convierta en el eje principal de funcionamiento escolar. Para llegar a ello, Fumero propone medidas como la sensibilización docente, el currículo inclusivo, el apoyo psicosocial y un protocolo de actuación frente a la violencia. Así, la escuela se convierte en agente transformador que contribuye a la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
Nos gustaría que tras la lectura de este informe coincidiéramos con David Trueba ('Añorar España en tres palabras: sol, nevera y metro', artículo publicado en 'El País' en agosto 2024), en su definición de la juventud: “Me encantó escucharlos, sus críticas, sus comentarios, su insatisfacción es nuestro mejor futuro”.
Si al final, el informe no responde a la expectativa creada, siempre nos quedará el insuperable Quino para afirmar: “Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud”.
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