Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Maleducados

La cortesía en el trato, las buenas maneras, la elegancia en el discurso público son piedras preciosas difíciles de hallar, obligaciones del pasado, estampillas en blanco y negro o fotogramas de películas británicas donde se relata el mundo cotidiano de la aristocracia campestre en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Lo propio es el insulto. El menosprecio. La mala educación de los representantes públicos se jalea como si todos los ciudadanos estuviéramos asistiendo a un combate de boxeo donde ni siquiera las normas más elementales de dicho deporte fueran respetadas.
Lo propio de nuestros políticos más medievales es no hablar nunca de política, ni de dinero, no escuchar ninguna propuesta de nadie, no atender a razones, no interesarse por los problemas de los demás, no elaborar presupuestos para construir hospitales, escuelas, puentes, laboratorios, carreteras, parques municipales o residencias para ancianos... Los insultos furibundos entre adversarios políticos cumplen un rito litúrgico, que no tiene otro propósito que elevar la basura a la superficie para que todos los ciudadanos podamos contemplarla extasiados ante el tamaño del detritus.
Muchos políticos han dado sentido a su existencia excitando las pasiones; pasiones que en nuestro país tienen una larga tradición de terminar derivando en garrotazos, odios cainitas, puñaladas traperas o guerras civiles. En ese cometido son secundados por periodistas, con más fama que decencia, que en todos los medios de comunicación son requeridos para que emitan sus juicios relacionados con toda clase de asuntos y de acontecimientos, ya se trate de la erupción de un volcán, de las vacunas para combatir el coronavirus, de las causas del desbordamientos de los ríos valencianos o de la hojarasca verbal que adorna los deshechos patrióticos de determinados dirigentes políticos más prehistóricos que medievales.
Los buenos modales distinguen a las personas de los animales, procurando, a veces, placeres tan baratos como seguir el hilo de una conversación inteligente donde se ilustra, se divierte, se respetan los turnos de palabra, y no se miente más que para encubrir carencias económicas o sexuales Pero esta combinación de políticos y periodistas maleducados, faltones, groseros, vacíos y omnipresentes, dictaminando acerca de las cosas más dispares sin una idea original que te sorprenda, tiene una formidable audiencia entre los ciudadanos de este país, lo cual no dice nada bueno de nuestra sociedad.
La mala educación, la descortesía, la falta de elegancia en el trato, no son más que un síntoma de falta de compasión, siendo este el requisito más indispensable para un buen gobierno. Luego está lo de los jueces. Pero bueno, esto, entre carcajadas sarcásticas, ya lo explicó a principios del siglo XX el hispanista francés Paul Victor Morel Fatio al afirmar que “el magistrado español, siempre enemigo del pobre, en cuerpo y alma pertenece al primero que se toma la molestia de sobornarle y sus actos no responden a otro motivo que su propio interés, con el único propósito de enriquecerse”. La España eterna...
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