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El mejor gobierno para Euskadi
Después de casi veinte años los socialistas y los nacionalistas, vascos ambos, se han vuelto a poner de acuerdo, han formado un gobierno de coalición, y ya se aprestan a dirigir los destinos de nuestra Comunidad Autónoma, -Euskadi o Euskal Herria-, durante los próximos cuatro años. Han sido casi veinte años extraños en los que la incomprensión del PNV de Ibarretxe y los cuatro años de Gobierno de Patxi López han amenazado con echar por tierra los usos y costumbres vascos, en suma, su Tradición Política.
Cuando Franco se sublevó, los nacionalistas y los socialistas (vasco, los dos) no dudaron ni un instante en acordar un Gobierno, aunque fuera provisional, con Aguirre a la cabeza, que decidió muy pocas cosas, pero sembró concordia donde había demasiada discordia. Llegada la Democracia, en los ochenta, el segundo de los lehendakaris de la Transición, Carlos Garaikoetxea, tomó un camino aún sin desbrozar, equivocado. Aquella deriva dio lugar al primer Gobierno Vasco de coalición entre nacionalistas y socialistas, dirigido por el Lehendakari Ardanza. De modo que el actual Gobierno de Urkullu constituye un capítulo más en la entente, ya casi legendaria, entre los nacionalistas y los socialistas.
¿Por qué ha sido posible? Porque ambos han comprendido debidamente la lección, a través de los años, y han decidido que la discreción y el comedimiento son condiciones indispensables para apuntalar y dar consistencia a los Gobiernos autonómicos. La soberanía no tiene por qué ser la independencia, ni mucho menos, en una Europa moderna en la que tal reivindicación casi siempre se aborda desde el rechazo del otro y desde la intransigencia. El Estatuto de Autonomía en que se sustenta el “soberanismo” que acaricia el nacionalismo , debidamente apuntalado en el Concierto Económico y el consiguiente Cupo, obligan al diálogo y llevan, en muchos casos, a debates y discusiones que solo en manos de políticos y gobernantes demócratas y mesurados resultan constructivos. Sin embargo, tales discusiones pueden ser contraproducentes en manos de quienes, más allá del plano teórico, pretenden convertir la Autonomía en una mera estación de tránsito.
El acuerdo PNV-PSE estaba cantado desde el mismo momento en que los resultados electorales, y la distribución de escaños, lo propiciaron. Era bueno, y necesario, para todos, para los dos partidos y para los vascos. Al nacionalismo le confiere estabilidad y al socialismo vasco una representatividad cada vez más amenazada por los deficientes resultados electorales. Pero además constituye un acuerdo transversal que, a la vez, impide un posible acuerdo “EHBildu-Podemos-PSE” que, constituyendo una posible tentación, si se llegara a consumar solo serviría para desestabilizar la convivencia de los vascos. Lo demás cuenta bastante poco, principalmente porque no es tiempo de revoluciones sin destino preciso ni halagüeño.
También tendrá efectos secundarios. Por ejemplo, la Secretaria General de los Socialistas Vascos afirmaba ante un periodista que la entrevistaba que un posible acuerdo del PNV con el PP para aprobar los Presupuestos españoles no supone ningún problema para los socialistas vascos. Esta afirmación, después de defender con tanto ahínco el “no es no” de Pedro Sánchez, de apoyar incluso presencialmente la rebeldía de los socialistas catalanes, y de mostrar el rostro más arisco a la Gestora que actualmente dirige al PSOE de forma provisional, chirría claramente. Aún siendo verdad que el PP se muestra siempre mezquino cuando interpreta el proceso de desarrollo autonómico vasco, y muy huraño cuando calcula el Cupo que Euskadi debe pagar a España, también es verdad que resulta extraña la unidad de criterio, sin fisura ninguna, que muestra la Secretaria General socialista.
Pero nada es óbice para afirmar y reafirmar que el Gobierno de coalición PNV-PSE es el más lógico y útil de los posibles. Es el formado por las fuerzas más arraigadas y enraizadas en nuestra Comunidad Autónoma. El formado por las dos fuerzas que exhiben mayores dosis de cordura… En resumen, por las fuerzas políticas de raigambre más humana y humanista de cuantas hay en Euskadi.
Después de casi veinte años los socialistas y los nacionalistas, vascos ambos, se han vuelto a poner de acuerdo, han formado un gobierno de coalición, y ya se aprestan a dirigir los destinos de nuestra Comunidad Autónoma, -Euskadi o Euskal Herria-, durante los próximos cuatro años. Han sido casi veinte años extraños en los que la incomprensión del PNV de Ibarretxe y los cuatro años de Gobierno de Patxi López han amenazado con echar por tierra los usos y costumbres vascos, en suma, su Tradición Política.
Cuando Franco se sublevó, los nacionalistas y los socialistas (vasco, los dos) no dudaron ni un instante en acordar un Gobierno, aunque fuera provisional, con Aguirre a la cabeza, que decidió muy pocas cosas, pero sembró concordia donde había demasiada discordia. Llegada la Democracia, en los ochenta, el segundo de los lehendakaris de la Transición, Carlos Garaikoetxea, tomó un camino aún sin desbrozar, equivocado. Aquella deriva dio lugar al primer Gobierno Vasco de coalición entre nacionalistas y socialistas, dirigido por el Lehendakari Ardanza. De modo que el actual Gobierno de Urkullu constituye un capítulo más en la entente, ya casi legendaria, entre los nacionalistas y los socialistas.