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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Mito de la caverna

Una estación del Topo de Donostia

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El filósofo griego Platón, discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, trató de explicar, hace más de dos mil años, la realidad del conocimiento mediante alegorías y diálogos. Uno de sus planteamientos más conocido y más interesante es el “Mito de la caverna”, con el que pretendía teorizar sobre la relación entre el mundo físico y el de las ideas.

En síntesis, Platón exponía el caso de un grupo de personas encerradas en una caverna, que obtenían información de lo que sucedía en el exterior de la misma únicamente interpretando las sombras que se proyectaban en las paredes del interior de la cueva. La idea de realidad (de lo físico), para ellos, era sólo la sombra que se dibujaba en las paredes, de forma que el filósofo sostiene que hay engaños constantes que nos hacen permanecer lejos de lo cierto, de la verdad de las cosas.

Dos mil años antes de que se popularizaran las denominadas “fake news”, Platón ya reflexionaba sobre que nuestra percepción de la realidad fuera, en efecto, un mero reflejo (o sombra) de la misma. La mentira impacta tanto en la vida del ser humano porque está compuesta por aquello que parece evidente desde un punto de vista superficial.

Esta superficialidad es, precisamente, el caldo de cultivo en el que hoy en día proliferan los bulos, las mentiras o las verdades adobadas. Cierto es que tampoco ayudan, para esta búsqueda de la verdad, la tendencia de los responsables políticos a mentir para obtener réditos cortoplacistas, o la actitud de medios de comunicación que, de forma acrítica, se limitan a transmitir lo que los primeros han dicho, sin cuestionarse si están observando una sombra.

Me limitaré a poner un simple ejemplo, con la seguridad de que los ávidos lectores conocerán muchos otros en su entorno. En Gipuzkoa tenemos pendiente una infraestructura ferroviaria desde hace décadas que, sorprendentemente, concita el aplauso unánime de todas las fuerzas políticas: el intercambiador ferroviario en el barrio de Riberas de Loiola.

Esta infraestructura permitiría la conexión de las dos redes ferroviarias -Euskotren (El Topo) y Cercanías (Renfe)- dando servicio a más del 80% de la población del territorio. Durante la última década se ha anunciado su aprobación, su estudio de construcción y la fecha en la que estaría en marcha tantas veces que sólo puede interpretarse como una tomadura de pelo al ciudadano.

Si lo que pretenden con las sombras es echar unas risas a costa de las reacciones que los sucesivos anuncios producen dentro de la cueva, podrían dotar al intercambiador de un amarre para la Nao San Juan, ese barco que iba a ser la bandera y el referente material de la Capitalidad Cultural Europea que asumió Donostia allá por 2016. La nave, aún en 2025, sigue construyéndose en el astillero Albaola de Pasaia. ¡Qué partida de ojete!

En 2018, Arantxa Tapia señaló, como consejera de Infraestructuras, que el tema estaba en la agenda del Gobierno vasco. El mismo Ejecutivo anunció en 2019 una reserva de más de nueve millones para las obras. Ese mismo año, en las elecciones forales de 2019, los candidatos que luego tuvieron responsabilidades políticas directas en la materia, hicieron campaña con ello. En 2020, el alcalde de Donostia Eneko Goia indicó que ese mismo año iba a ser el del impulso definitivo al intercambiador; a eso se une que el grupo del PNV en las Cortes Generales (Madrid) se pavoneó de haber conseguido tres millones para el proyecto. Dos años más tarde, en 2022, nos dicen que han conseguido otros tres millones con el mismo fin. Es todo maravilloso.

En 2021 el Gobierno vasco anunció la elaboración de un «Estudio Informativo de la estación de intercambio de Riberas de Loiola» y en 2022 se informó de la firma de un convenio entre ADIF y ETS para su construcción, a la que más tarde se sumó la propia Diputación Foral de Gipuzkoa. Todo ello, por supuesto, publicitado con pompa a través de decenas de notas de prensa.

Pero el tema sigue. En 2023 el Gobierno vasco licitó el proyecto constructivo y se nos dijo que las obras estarían en marcha para este año 2025, de forma que la infraestructura iba a ser una realidad en 2028. Más tarde, matizan que las obras empezarán en 2026 y finalizarán en 2029 y, por último (por ahora), afirman que el intercambiador estará operativo para 2030.

La experiencia nos dice que, sin lugar a dudas, no será ésa la última fecha, ni el último anuncio sobre esta infraestructura tan esperada y tan apoyada por todos. Lo que sorprende, además de la flexibilidad de los plazos, es lo siguiente: ¿Cómo es posible que una infraestructura que cuenta con un amplio apoyo político se anuncie una y otra vez y no se ejecute, mientras que otras obras mucho más controvertidas (como el Basque Culinary Center II, con un presupuesto de 26 millones), que cuentan también con dinero público, se ejecuten con tanta inmediatez?

Si Platón levantara la cabeza y tuviera la oportunidad de leer todas esas noticias sobre una infraestructura inexistente, pienso que se preguntaría qué tipo de zarzuela de sombras es ésa, quién la orquesta y quién la difunde con tanta alegría para engaño del común de los ciudadanos.

Y no es para menos. Porque, ¿dónde queda la responsabilidad de todos esos responsables institucionales que anuncian, prometen y no realizan? ¿Y la de los medios de comunicación que las difunden? ¿Hasta qué punto hay que tolerar todo este sainete sin gracia en el que parece que tanto los unos como los otros se necesitan para mantener esta dinámica disparatada?

Hoy en día, las redes sociales han contribuido a facilitar la difusión de la información y, en consecuencia, de las mentiras. Ello, junto a la deficiente labor periodística de muchos medios de comunicación, ha contribuido a socializar el mensaje de una extrema derecha que no tiene escrúpulos a la hora de expresar su desprecio por la verdad y por la justicia.

Decía con razón el filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”. Es como lo del pastor mentiroso, pero en plan sesudo alemán, lo que aporta indudablemente más rigor a la afirmación. El problema del engaño constante y las medias verdades (ya sea con una estación, con la Ley Mordaza o la venta de armas a Israel) por parte de la alianza mediática-institucional es la propia deslegitimación del sistema.

Hoy resulta cada vez más difícil discernir entre las sombras y la realidad. Es urgente, por lo tanto, que reaccionemos antes de que lo que hoy son sombras se constituyan en una suerte de Reino de las Tinieblas. Y eso, otra monarquía, es lo que nos faltaba. 

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