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No a la privatización de San Sebastián

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En tiempos de tanta volatilidad para los mercados resulta comprensible que los fondos de inversión y la gente adinerada se interesen y apuesten como una inversión segura por operaciones inmobiliarias en ciudades atractivas y con futuro. Es el caso de San Sebastian, que ha subido su cotización como la espuma tras el final del terrorismo en 2011.

Son muchos los inmuebles convertidos en hoteles y los pisos en apartamentos turísticos. Lo malo es la falta de previsión y de una regulación a tiempo por parte del Ayuntamiento. En particular, la actitud de las Alcaldías en estos doce años al no saber regular la marea turística que provoca la gentrificación, expulsa población y encarece más la vida de la  ciudadanía. Lo que ya no es comprensible es que el Ayuntamiento participe en operaciones privadas en el escaso suelo municipal disponible para favorecer intereses particulares, especule para obtener más plusvalías urbanísticas o haya perdido mucho tiempo sin ampliar el parque de vivienda pública para las familias y la gente joven. Están viviendo de las rentas de planes urbanísticos aprobados antes de 2011.  

Ha comenzado el triste derribo de árboles en los terrenos municipales de la avenida de Navarra (Manteo) para dar paso a un nuevo edificio singular del Basque Culinary Center (GOe). El Ayuntamiento lo hace en detrimento de lo que debería haber sido un parque ampliado de arbolado frondoso y dotado de acceso mecánico para los vecinos de Gros-Ulía. Se trata de una operación aprobada con ligereza que no responde a los intereses generales. Una actuación aislada que tenía fácil encaje en otros territorios de oportunidad y necesitados de su puesta en valor en Donostia con este tipo de intervenciones.  

Por su parte, llega también la privatización de la ladera verde de San Bartolomé, un espacio protegido además como bien cultural en el Plan General de Urbanismo. Allí construirán un artefacto comercial innecesario de diez plantas. Asistiremos a una gran excavación de 42 metros, la desaparición del carril bus en un tramo de Easo y la eliminación de 25 metros lineales del muro  protegido. El edificio invadirá la ladera dejando unas terrazas verdes, en parte privatizadas, que sustituirán a lo que podría ofrecer la recuperación tratada de una ladera verde que acogiera un gran jardín en plano inclinado de plantaciones y arbolado. Sería un proyecto singular e innovador en esa esquina tan visible del Ensanche Romántico de Cortázar.

Pero la zona verde se sacrifica para albergar más tiendas de franquicias y un aparcamiento en rotación. Me parece un escándalo de mayor gravedad aunque casi nadie expresa su disconformidad. Sostengo, con doscientas páginas de argumentos presentadas como queja formal ante el Ararteko y ante el silencio de Alcaldía a mis peticiones en registro de información, que asistimos a una desviación de poder del Ayuntamiento. A propuesta del Gobierno local, se eliminará una zona verde considerada como parte del patrimonio histórico de San Bartolomé.

El artefacto que surgirá será un ejemplo de especulación municipal, de falta de transparencia y de incoherencia con el objetivo de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE), al necesitar el nuevo centro comercial atraer tráfico para hacer negocio. Mientras, observamos cómo crece el fenómeno de privatización de San Sebastián con los edificios adquiridos por sociedades de inversión para ofertar  pisos a precios astronómicos. Sin embargo, la población no ve una necesaria compensación al tener que soportar un retraso inadmisible en el desarrollo de actuaciones de vivienda pública controlada, en alquiler o en concesión sin venta del suelo público. Todo lo que se promete hacer es para dentro de seis u ocho años.  

La movilización ciudadana no puede esperar. Menos aún si avanzaran otras operaciones de privatización en el estadio de Anoeta o Illunbe. Sucede algo parecido cuado se niega la participación real de la ciudadanía en la toma de decisiones o se actúa con opacidad. Es otra forma de privatizar, en este caso, la política. ¡Hagamos algo!  

En tiempos de tanta volatilidad para los mercados resulta comprensible que los fondos de inversión y la gente adinerada se interesen y apuesten como una inversión segura por operaciones inmobiliarias en ciudades atractivas y con futuro. Es el caso de San Sebastian, que ha subido su cotización como la espuma tras el final del terrorismo en 2011.

Son muchos los inmuebles convertidos en hoteles y los pisos en apartamentos turísticos. Lo malo es la falta de previsión y de una regulación a tiempo por parte del Ayuntamiento. En particular, la actitud de las Alcaldías en estos doce años al no saber regular la marea turística que provoca la gentrificación, expulsa población y encarece más la vida de la  ciudadanía. Lo que ya no es comprensible es que el Ayuntamiento participe en operaciones privadas en el escaso suelo municipal disponible para favorecer intereses particulares, especule para obtener más plusvalías urbanísticas o haya perdido mucho tiempo sin ampliar el parque de vivienda pública para las familias y la gente joven. Están viviendo de las rentas de planes urbanísticos aprobados antes de 2011.