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La nueva oportunidad de la GI-20
En las próximas décadas va a ser necesario —también en Donostia— acometer un cambio sustancial sobre el modelo que ha imperado en el desarrollo de las ciudades. Este modelo ha consistido en otorgar al automóvil privado un papel tan preponderante que lo ha convertido, disparatadamente, en el eje vertebrador del conjunto de la ciudad.
El camino para revertir esa situación no será sencillo. Habrá resistencias a las transformaciones que exige el cambio de modelo, pero es necesario ir diseñándolo con ambición e ir plasmándolo, en el caso de Donostia, en el nuevo Plan General de Ordenación Urbana que comienza ahora su andadura.
La ciudad debe formular un modelo de desarrollo propio que dé respuesta, en su medida, a la crisis ecológica que se vislumbra, a la crisis energética, a la creciente necesidad de viviendas, a la demanda de barrios dotados de más espacios comunitarios o a la urgencia de reducir drásticamente la movilidad privada. Son retos globales, a los que se debe dar una respuesta local, sobre los que se ha teorizado y debatido largo y tendido, dando lugar a interesantes experiencias en ciudades europeas de muy distinto tamaño.
En el caso de Donostia, la responsabilidad y la coherencia con ese cambio de modelo de desarrollo de la ciudad debe llevarnos a debatir, con seriedad y audacia, la propuesta de EH Bildu para recuperar la vieja variante donostiarra a favor de las personas y de los barrios.
Desde la construcción del segundo cinturón, esta variante (GI-20) está pendiente de una revisión de usos que permita sanar la cicatriz urbana que representa esta vía, aún en la actualidad, al dividir y separar barrios de la ciudad.
Se da la paradoja que los tres barrios más poblados de la ciudad —Amara Berri, Altza e Intxaurrondo—, no tienen una conexión peatonal ni ciclista directa, a pesar de que Donostia sea, efectivamente, una ciudad referencial en movilidad ciclista. Aunque nos hemos acostumbrado a esta carencia, ya que no hemos conocido otra realidad, parece lógico que tratemos de superarla si queremos impulsar, de verdad, la movilidad peatonal y ciclista en la ciudad.
La recuperación de la variante no sólo impulsará una comunicación más saludable entre barrios, sino que también liberará espacio que podrá ser destinado a otros usos demandados por la población, sin tener que ocupar, para ello, zonas que hasta el momento no han sido urbanizadas o artificializadas. La reflexión sobre esta propuesta debe ser, por lo tanto, muy amplia, ya que debe llevar aparejado un análisis sobre la necesidad de densificar de forma racional los barrios y, a su vez, dotarlos de espacios verdes y de otro tipo.
Esta transformación, que afectará al conjunto de la ciudad y de su entorno, requerirá grandes acuerdos sociales y políticos para llevarla a buen puerto. Se necesitarán soluciones técnicas imaginativas y grandes dosis de pedagogía para explicar que el tráfico privado que actualmente pasa por la GI-20 tiene, de cara al futuro, dos opciones: ser absorbido y servido por el transporte público, o ser derivado hacia el segundo cinturón. Suena drástico, pero es una iniciativa equiparable a otras que ya se han consolidado, y con éxito, en ciudades europeas como Bruselas, Utrecht, Oslo o Helsinki, entre otras muchas.
Donostia debe ser valiente. Debe afrontar la transformación de su modelo urbano y de movilidad contemplando todos los elementos que lo componen, entre los que, sin duda, la variante de la GI-20 juega un papel crucial, ya que hay otros barrios que no son el centro de la ciudad que están clamando, y con razón, por cambios que permitan reducir el paso de coches y recuperar espacios para uso peatonal, ciclista o de otra clase.
Aunque aún no se ha abierto el debate sobre los futuros usos de esta variante, conviene recordar la oportunidad que representa el hecho de que estemos hablando de un espacio que, en la actualidad, ya es de titularidad pública. Esto, en principio, tendría que facilitar las cosas, siempre que se trabaje con la prioridad del bien común y no se distraiga ni hipoteque tan noble objetivo con la aparición de otros intereses urbanísticos a los que, por desgracia, estamos tan acostumbrados
En las próximas décadas va a ser necesario —también en Donostia— acometer un cambio sustancial sobre el modelo que ha imperado en el desarrollo de las ciudades. Este modelo ha consistido en otorgar al automóvil privado un papel tan preponderante que lo ha convertido, disparatadamente, en el eje vertebrador del conjunto de la ciudad.
El camino para revertir esa situación no será sencillo. Habrá resistencias a las transformaciones que exige el cambio de modelo, pero es necesario ir diseñándolo con ambición e ir plasmándolo, en el caso de Donostia, en el nuevo Plan General de Ordenación Urbana que comienza ahora su andadura.