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Osadías de los líderes del PP

En un espacio de tiempo de dos días han sido publicadas dos entrevistas (EL PAIS) curiosas por lo absurdo de algunas contestaciones. Ambas han sido protagonizadas por dos presidentes autonómicos del PP: Alberto Núñez Feijóo (Galicia) y Juan Manuel Moreno Bonilla (Andalucía). No les asisten las mismas circunstancias porque mientras el líder gallego disfruta de una mayoría absoluta, el líder andaluz se soporta en dos muletas. De escasa consistencia ambas, y, sobre todo, de escasa credibilidad: C´s (Ciudadanos) se está desvaneciendo, y Vox mancha y siembra dudas por donde pasa. Pero, sin embargo, los dos presidentes adolecen en sus respuestas de un populismo electoralista que les asemeja a otros partidos regionalistas, o nacionalistas tenues, surgidos en las regiones y comunidades españolas más diversas, que basan sus empeños y estrategias en regalar el oído a sus posibles votantes diciéndoles aquello que mejor les adule y, ¡cómo no!, que más les complazca.

El juego de palabras y el contoneo de las frases están presentes en ambas entrevistas. Como haría cualquier nacionalista de pro, no dudan en declararse “gallego” o “andaluz” antes que españoles, aunque disfrazados en juegos de palabras tan escasamente solventes como “mi manera de sentirme profundamente español es ser andaluz” (Moreno), o “nuestra forma de ser españoles es ser gallegos y eso ellos no lo entienden” (Núñez Feijóo). La profesión de fe de que ambos hacen gala raya el ridículo, porque estos dos pronunciamientos incluso llegan más lejos. El “galleguismo” -que es un término de corte nacionalista- que enarbola Núñez Feijóo es “reformista”, tal como él lo llama. ¿Sabe alguien que significado alcanza un “nacionalismo reformista”? ¿Adónde lleva? Porque a veces la solemnidad y profundidad de algunos pronunciamientos contrastan con la esencia de la ideología (¿?) que dicen defender. Veamos: “No seré rehén de ningún partido, ni siquiera del mío”. Así se ha pronunciado Núñez Feijóo, y ha añadido que “mi (su) compromiso político es mucho mayor con Galicia que con mi partido”. ¿Cree acaso que ganaría las elecciones gallegas si no fuera encabezando las listas del PP? Este tipo de “mesías absurdos” mueven a risa o a lástima cuando ejercen de tal.

No se ha distanciado mucho el presidente andaluz que ha comenzado diciendo que siempre se ha sentido orgulloso de ser andaluz, lo cual le define y honra, pero muda su lenguaje para fortalecer esa identidad: “Yo soy andalucista de siempre, de corazón, pero tengo un activismo andalucista desde que soy presidente del Gobierno andaluz”. Y, como si hubiera leído el mismo código de conducta y expresión que su compañero de formación Núñez Feijóo subraya “mi (su) firme obligación de defender los intereses de los andaluces por encima de cualquiera otra cosa, incluidas las siglas de mi partido PP”. Uno lee estos pronunciamientos de corte tan populista como gratuito, y piensa que si alguno de los dirigentes de la fuerza política en que milita piensa y se expresa del mismo modo, ni su militancia ni los partidos en general merecen la pena. Cuando las ideologías se supeditan en tal medida a las estrategias para alcanzar el poder a cualquier precio, bien cabe que no las tengamos en cuenta, como ya empieza a suceder.

Pues bien, así se expresan Núñez Feijóo y Moreno Bonilla, ambos del PP, aunque el líder andaluz tampoco duda en piropear a la izquierda, de la que dice que “debería ser la primera en mantener la cohesión social, la solidaridad interterritorial y la integridad del país”… O sea que, ¿la derecha no? ¿No forman parte de la vocación de la derecha ni la cohesión social, ni la solidaridad, ni la integridad del país llamado España? ¡Claro que a esos términos no es afín la derecha! Por eso no se asustan por pactar con Vox, porque para ellos un fin concreto, como es la consecución del poder a cualquier precio, aunque sea abominable, justifica cualquier medio.

En un espacio de tiempo de dos días han sido publicadas dos entrevistas (EL PAIS) curiosas por lo absurdo de algunas contestaciones. Ambas han sido protagonizadas por dos presidentes autonómicos del PP: Alberto Núñez Feijóo (Galicia) y Juan Manuel Moreno Bonilla (Andalucía). No les asisten las mismas circunstancias porque mientras el líder gallego disfruta de una mayoría absoluta, el líder andaluz se soporta en dos muletas. De escasa consistencia ambas, y, sobre todo, de escasa credibilidad: C´s (Ciudadanos) se está desvaneciendo, y Vox mancha y siembra dudas por donde pasa. Pero, sin embargo, los dos presidentes adolecen en sus respuestas de un populismo electoralista que les asemeja a otros partidos regionalistas, o nacionalistas tenues, surgidos en las regiones y comunidades españolas más diversas, que basan sus empeños y estrategias en regalar el oído a sus posibles votantes diciéndoles aquello que mejor les adule y, ¡cómo no!, que más les complazca.

El juego de palabras y el contoneo de las frases están presentes en ambas entrevistas. Como haría cualquier nacionalista de pro, no dudan en declararse “gallego” o “andaluz” antes que españoles, aunque disfrazados en juegos de palabras tan escasamente solventes como “mi manera de sentirme profundamente español es ser andaluz” (Moreno), o “nuestra forma de ser españoles es ser gallegos y eso ellos no lo entienden” (Núñez Feijóo). La profesión de fe de que ambos hacen gala raya el ridículo, porque estos dos pronunciamientos incluso llegan más lejos. El “galleguismo” -que es un término de corte nacionalista- que enarbola Núñez Feijóo es “reformista”, tal como él lo llama. ¿Sabe alguien que significado alcanza un “nacionalismo reformista”? ¿Adónde lleva? Porque a veces la solemnidad y profundidad de algunos pronunciamientos contrastan con la esencia de la ideología (¿?) que dicen defender. Veamos: “No seré rehén de ningún partido, ni siquiera del mío”. Así se ha pronunciado Núñez Feijóo, y ha añadido que “mi (su) compromiso político es mucho mayor con Galicia que con mi partido”. ¿Cree acaso que ganaría las elecciones gallegas si no fuera encabezando las listas del PP? Este tipo de “mesías absurdos” mueven a risa o a lástima cuando ejercen de tal.