Presente

La vida se divide en tres tiempos: el tiempo que fue, el que es y el que será. El tiempo que vivimos es breve, el que viviremos, dudoso, y el que hemos vivido, inamovible, de modo que parece razonable que sea en el presente donde hay que estar. Todos las personas sabias recomiendan permanecer en el presente el mayor tiempo posible. No es fácil. El pasado tiene la mala costumbre de presentarse a menudo sin previo aviso. El pasado, además, es una tentación, ya que en el pasado muchos de nosotros fuimos jóvenes, estúpidos e inmortales; tres condiciones indispensables para alcanzar la felicidad, la ilusión de la felicidad...

Pero lo más sensato, según reputados pensadores, es permanecer en el presente el mayor tiempo posible para así no precipitarse en las nostálgicas trampas del pasado. También es lo más inteligente. Sobre todo si la pretensión de uno es no convertirse en una polvorienta estatua de escayola barata que acaba recorriendo los bares y los restaurantes y visitando las casas de los amigos con el paso lento, la pose engolada, las patillas decimonónicas, la naftalina incrustada en la caricatura de uno mismo y derramando por todas partes clasicismo y monotonía, sentencias y pergaminos, perogrulladas y advertencias; humo en definitiva, carcoma, polvo de polillas muertas...

En nuestro país, sin embargo, resulta complicado habitar el presente debido a la tendencia de ciertas personas por preservar comportamientos más propios del pasado que del tiempo presente que tan brevísimamente habitamos: jueces, por ejemplo, con dificultades para reconocer los derechos de las mujeres, además de denotar una lujuriosa facilidad para escandalizarse con la manera que algunas tienen de vestirse; periodistas con una cotidiana presencia en los medios de comunicación, que rescatan el discurso henchido, retórico y engolado del franquismo en sus referencias a Venezuela como si esta fuera nuestra nueva Cruzada en defensa del cristianismo o determinados dirigentes políticos denominando “menas” a los niños migrantes de países norteafricanos, delincuentes a los subsaharianos que sobreviven a la angustiosa travesía del Mediterráneo para hundir sus vidas bajo el mar de plástico de Almería o a las mujeres musulmanas que cuidan de nuestros mayores porque nosotros estamos demasiado ocupados haciendo dinero, buscando dinero o mostrándonos incesantemente en las redes sociales.

El presente es donde hay que estar. Cierto. Todos las personas sabias recomiendan permanecer en el presente el mayor tiempo posible. El problema es que en España todavía hay muchos ciudadanos, bastantes con mando en plaza, que pretenden que todos vivamos eternamente en un pasado que huele a sotana, a sacristía y a hostias por consagrar y por repartir...