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Primarias del PSOE: Calasparra

Casi desde el principio he dejado claro que el proceso de las elecciones primarias del PSOE -mi partido- se debe desarrollar con naturalidad, eso sí, con los “tiras” y “aflojas” propios de cualquier proceso en el que hay que elegir a uno entre varios aspirantes. Dado que los llamados a las urnas tenemos una condición básica y común, como es ser afiliados a una organización política a la que nos hemos adscrito por afinidad a un ideario y de forma voluntaria, cabe que debatamos, pero siempre de modo ordenado y, en todo caso, preservando que el debate no incite al encarnizamiento. De manera que al final de la discusión, ya sea ideológica o estratégica, las aguas retornen a su cauce y todo fluya conforme a las leyes naturales y a normas de comportamiento adecuadas.

Pero ha habido un episodio que me ha sobresaltado. Un socialista (el alcalde de Calasparra), por tanto “compañero” mío de militancia y adscripción ideológica, ha tildado de “mafiosa” a la actual dirección del PSOE. Y ha afirmado que dicha dirección “se ha adueñado de Ferraz (sede principal del PSOE) como si de una expropiación forzosa se tratase”. Y por fin, entreverado con otras aseveraciones gratuitas, ha llamado “faraona” a Susana Díaz, a la que igualmente tacha de tener “una cara increíble”, supongo que habrá querido decir cara “dura”. Todo esto, en medio del proceso de primarias, dice muy poco a favor del alcalde, pues no en vano Calasparra es un pueblo de más de 10.000 habitantes y punto álgido de un área en la que se cultiva arroz en importantes cantidades. Claro que el alcalde tal vez quisiera equiparar a la variedad de arroz más cultivada en la zona: el arroz “bomba”.

La única pregunta que estalla en mi interior ante tal evento es la siguiente: ¿qué se puede hacer ante tal comportamiento del alcalde de Calasparra? Surgen un sinfín de contradicciones, de diferente orden sin duda, pero contundentes. Alguien que se muestra tan poco indulgente con su propio partido político, difícilmente podrá serlo con sus ciudadanos. Alguien que no asume la disciplina del partido que ha depositado la confianza en él, y se permite vilipendiar a su dirección, ¿será capaz de gobernar a sus ciudadanos como tal, o preferirá tratarlos como si fueran sus súbditos? Alguien que despotrica con tanto desprecio de las normas que a todos nos obligan para ponérselas por montera, “¿será capaz de cumplir las leyes que debe tener en cuenta como alcalde que es? Pero hay otro detalle, más grave aún, que exige párrafo aparte.

En el mismo acto en que el fornido alcalde pronunció sus ofensivas aseveraciones estaba presente Pedro Sánchez. Se trataba de un acto electoral, adscrito a las primarias del PSOE, en el que el alcalde preconizaba que Pedro Sánchez es el mejor de los tres aspirantes a secretario general del PSOE. Ignoro con qué semblante escuchó Pedro Sánchez las palabras del alcalde, sin embargo en modo alguno suavizó o borró sus insinuaciones o afirmaciones. ¿Es de aplicación en este caso el famoso refrán de que “quien calla otorga”? Si así fuera el silencio del aspirante es delatador de su desidia, de su irresponsabilidad o, como poco, de su complicidad. Cualquiera de las tres actitudes dice poco en favor de Pedro Sánchez porque su aspiración a dirigir al PSOE debe llevar consigo, inalienablemente, la obligación de proteger al partido y de preservarle de quienes intenten debilitarle desde fuera, e incluso ampararle frente a quienes le “sobreprotegen” afectados por exceso de celo. Ni un PSOE “embalsamado” y sobreprotegido, ni un PSOE desguarnecido en todos sus flancos, es decir, a la intemperie.

El alcalde de Calasparra deberá ser “juzgado” internamente en el PSOE, incluso admitiendo como atenuante ese “exceso de celo”, por otra parte inadmisible como actitud o forma de comportamiento habitual. Y Pedro Sánchez debe rectificar al alcalde y acólito suyo, salvo que esté pensando en hacer una criba en el PSOE que convierta al Partido Socialista, que ha sido históricamente un árbol frondoso, en un bonsay.

No es tiempo de revanchas ni de rendimiento de cuentas, pero sobre todo no es tiempo de noches de cuchillos largos. Deben (debemos) los socialistas ayudar a que amanezca en medio de esta oscuridad que tanto me (nos) entristece.

Casi desde el principio he dejado claro que el proceso de las elecciones primarias del PSOE -mi partido- se debe desarrollar con naturalidad, eso sí, con los “tiras” y “aflojas” propios de cualquier proceso en el que hay que elegir a uno entre varios aspirantes. Dado que los llamados a las urnas tenemos una condición básica y común, como es ser afiliados a una organización política a la que nos hemos adscrito por afinidad a un ideario y de forma voluntaria, cabe que debatamos, pero siempre de modo ordenado y, en todo caso, preservando que el debate no incite al encarnizamiento. De manera que al final de la discusión, ya sea ideológica o estratégica, las aguas retornen a su cauce y todo fluya conforme a las leyes naturales y a normas de comportamiento adecuadas.

Pero ha habido un episodio que me ha sobresaltado. Un socialista (el alcalde de Calasparra), por tanto “compañero” mío de militancia y adscripción ideológica, ha tildado de “mafiosa” a la actual dirección del PSOE. Y ha afirmado que dicha dirección “se ha adueñado de Ferraz (sede principal del PSOE) como si de una expropiación forzosa se tratase”. Y por fin, entreverado con otras aseveraciones gratuitas, ha llamado “faraona” a Susana Díaz, a la que igualmente tacha de tener “una cara increíble”, supongo que habrá querido decir cara “dura”. Todo esto, en medio del proceso de primarias, dice muy poco a favor del alcalde, pues no en vano Calasparra es un pueblo de más de 10.000 habitantes y punto álgido de un área en la que se cultiva arroz en importantes cantidades. Claro que el alcalde tal vez quisiera equiparar a la variedad de arroz más cultivada en la zona: el arroz “bomba”.