Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Primera fase de la marcha a la Cumbre del Clima de Glasgow
El sábado 2 de octubre el buen tiempo no acompañó en Portsmouth el inicio de la marcha a Glasgow. El pronóstico era pésimo y tuvo pleno acierto. Anunciaba lluvias intensas con fuertes rachas de viento y riesgo de inundaciones. Se pudo realizar sin mojarse la ceremonia de despedida junto a la estatua de Charles Dickens. El ritual celta, tan ligado a la naturaleza, contuvo la lluvia hasta el momento de partir.
1 - Portsmouth-Southampton
Al empezar a andar comenzó a llover, de forma cada vez más intensa, sin parar hasta llegar a la meta. Los primeros pasos llevan al puerto, donde tomamos un transbordador que cruza la bahía. Caminando bajo la lluvia, pertrechados con equipo de agua, avanzamos en dirección norte, enlazando sucesivas carreteras secundarias. Sorprende la intensidad del tráfico, pese al anunciado desabastecimiento de combustible.
Recorridos unos 15 km en tres horas, a mitad de la etapa hacemos escala en un pub para comer y descansar. Al reanudar el avance la persistente lluvia se convierte en aguacero. En la carretera se forman balsas de agua. Los coches circulan sin cesar, lanzando olas como un mar embravecido. La situación se asemeja a la de la película Forrest Gump, cuando el protagonista relata la forma de llover en Vietnam.
Chapoteando bajo la cortina de agua, la intensidad del tráfico incita a calcular su densidad. Los vehículos avanzan casi en caravana. Suponiendo que pase un coche cada diez segundos serían 720 cada hora en ambas direcciones, alcanzando los 5.000 vehículos en siete horas. Mejor no calcular todo el mes. Al cruzar un viaducto sobre el entrante del fiordo deja de llover. Callejeando por Southampton llegamos a un centro social, nos cambiamos de ropa y cenamos. Al acabar la velada nos trasladan a domicilios particulares, ponemos a secar la ropa mojada y dormimos en cama.
Southampton es ante todo un gran puerto. Tiene el mérito de haber visto zarpar en 1620 al buque Mayflower, cuyos pasajeros participaron en la colonización de EEUU. También levó aquí anclas en 1912 el Titanic en su trágico viaje hacia el fondo del océano.
2 - Southampton–Winchester
Amanece despejado, con riesgo de chubascos aislados. La ropa húmeda irá a la lavandería y volverá centrifugada. Para el calzado la solución de urgencia es el secador de pelo. Antes de dejar la ciudad, activistas locales nos llevan a ritmo de samba band (batucada) hasta Bargate, puerta de la antigua muralla. Después nos acercan a la Southampton City Art Gallery. En la fachada destaca una placa en memoria de los 4.000 niños y niñas de la guerra vascos, refugiados en el Reino Unido en 1937, tras bombardear Gernika la aviación alemana. En cada etapa contaremos con guías locales para salir de la ciudad. Otra gente nos acompaña en el recorrido de la jornada. Apenas llueve, aunque persisten nubarrones amenazantes.
Las carreteras ya no están encharcadas, pero plantean otros dilemas. Salvo en el entorno de las ciudades apenas hay aceras y arcenes. Ante el riesgo que esto supone, avanzamos por la derecha para ver llegar a los vehículos. Llevamos siempre en la cabecera una banderola para que los conductores frenen.
Cerca ya de Winchester, enlazamos con una vía verde frecuentada por paseantes. Discurre junto a un canal con cisnes y canoas. Esa ruta tan bucólica lleva al núcleo urbano. A la entrada hay un parque donde comienza el acto de bienvenida. Tres mujeres envueltas en el ropaje rojo identificativo de la Red Rebels, que representa la sangre de seres vivos en trance de extinción a causa del cambio climático, nos conducen hasta la plaza del ayuntamiento. Aquí tiene lugar una concentración, dirigida por la alcaldesa, que cede la palabra a dos miembros de la marcha. Esa noche dormimos cerca de la catedral, en la residencia de una pionera del movimiento ecologista. Winchester es una ciudad considerada asentamiento de gente acomodada. Su belleza arquitectónica prueba la relevancia política que tuvo en la antigüedad. Hasta aquí vino Felipe II a casarse con Mary Tudor, arruinando a la población con los gastos del evento.
Además de la catedral, entre los restos de su glorioso pasado destaca una nave del antiguo castillo de Winchester. Colgada sobre la pared destaca una colosal mesa circular. Se trata de la tabla redonda del rey Arturo, una leyenda tan auténtica como la del sepulcro de Santiago en Compostela. Por cierto, la marca del rifle Winchester corresponde al apellido de un empresario de Estados Unidos.
3 - Winchester–Hurstbourne
Partiendo de la plaza del ayuntamiento, remontamos la calle central, enfilando la carretera de Andover. Al cabo de una hora nos interrnamos en la franja boscosa que discurre entre la linea de asfalto y los campos cultivados. Pese a su limitada anchura abundan las hayas con sotobosque de boj. Acto seguido sustituimos el arbolado por el campo abierto. Avanzamos por la linde de las fincas, separadas por elevados setos, que forman un largo corredor vegetal. Comenzamos a ver casas con techumbre de paja. Aunque la lluvia amenaza sólo cae un chaparrón.
En Andover nos espera con pancarta y banderolas el grupo local de Extinction Rebellion. Es una ciudad pequeña. Tiene un museo de la edad del hierro, dedicado a explicar la historia de la ciudad y las condiciones de vida durante la romanización. Stonehenge, célebre monumento del neolítico, está unos 30 km al oeste de Andover.
Aunque dormiremos en los alrededores, al caer la tarde proseguimos la marcha para acortar la etapa siguiente. Pasado el anillo de carreteras que rodea la ciudad, evitaremos el impacto del tráfico optando por caminos vecinales asfaltados. Al anochecer volvemos a entrar en terreno boscoso. Enlazando pistas con senderos, como el avance es lento tenemos que encender linternas antes de llegar a Hurstbourne. En esta aldea esperan los coches que nos acercarán a los alojamientos.
4 - Hurstbourne-Leckhampstead
Volviendo en coches al lugar donde dejamos la marcha el día anterior, a fin de avanzar más rápido realizaremos la etapa completa por carretera. No será una experiencia grata, las rutas comarcales son estrechas, vemos corzos y conejos en las cunetas. Al contrario que en el resto de Europa circulamos por la derecha para ver llegar a los vehículos de cara. Con frecuencia encabeza la comitiva un compañero inglés que frena a los coches con su bicicleta.
Cerca de Newbury hay un área recreativa donde nos espera una cuadrilla local. Formando un grupo amplio recorremos el centro de la ciudad precedidos por una pancarta. Pasamos junto a la catedral y paramos en el ayuntamiento. Newbury destacó por su próspera industria textil, convirtiéndose en lugar de reposo de la aristocracia londinense en los comienzos de la industrialización. Cuenta con un famoso hipódromo. Se entrenan caballos de carreras.
Al proseguir el recorrido se cruza el Ridgeway National Trail, conocido como sendero prehistórico. Es una ruta viajera y comercial que se remonta un milenio. La marcha prosigue por carretera hasta Leckhampstead. Siendo una aldea minúscula, tiene un acogedor centro cívico. Allí cenamos, nos asignan lugar de alojamiento y nos trasladan en coches, retornando al día siguiente. Uno de los lugares de acogida es Wantage, cuna de Alfredo el Grande, rey del siglo IX, que luchó contra las invasiones vikingas. Cerca de Wantage está el White Horse, silueta de un caballo blanco trazada en una ladera.
5 - Leckhampstead-Oxford
Etapa larga y campestre. Saliendo temprano llegaremos al anochecer tras recorrer unos 40 km. Durante la caminata veremos con frecuencia faisanes. Los crían en cautividad, procediendo a la suelta ahora que se acerca el periodo de caza. Al dejar Leckhampstead, el guía de turno nos lleva por caminos rurales y entre prados mojados, cruzando ocasionales carreteras secundarias. Remontando laderas con cultivos, trasponiendo colinas boscosas, tras comer en una pradera toca retornar al asfalto para dirigise a Abingdon. Esta población con edificios singulares está situada a orillas del Támesis.
Un sendero de unos 15 km recorre la margen derecha hasta Oxford. El tramo inicial discurre entre fincas y atraviesa zonas pantanosas. Más adelante el camino es nítido y ofrece el encanto de las embarcaciones vivienda atracadas en la orilla. El río está regulado con esclusas que posibilitan navegar con embarcaciones de recreo. En la margen izquierda destacan algunas mansiones con embarcadero privado.
El tramo final es un paseo de ribera urbano, frecuentado por peatones y ciclistas. Al llegar al puente de acceso a Oxford nos reciben con pancartas y banderolas. Tras darnos la bienvenida se forma una comitiva que recorre la calle central. Entre el bullicio y el incesante paso de autobuses de dos pisos apenas tenemos ocasión de admirar los edificios circundantes. Oxford destaca por la tradición universitaria. Son célebres sus suntuosas residencias, denominadas colleges. En ellas se han rodado escenas de las películas de Harry Potter. Por las aulas de Oxford han pasado premios Nobel y personajes políticos de todo el planeta. Cabe citar a Margaret Thatcher, “dama de hierro”, precursora del neoliberalismo que arruinó el estado de bienestar. También pasó por Oxford Osaba Bin Laden. Entre los parajes singulares está el Puente de los Suspiros. Si por debajo pasase un canal equivaldría al puente de Rialto de Venecia. Tras cenar en otro centro cívico nos llevan a dormir.
Conocemos las declaraciones del primer ministro británico Boris Johnson, acusando a activistas del clima de bloquear autopistas, secundado por la prensa conservadora que utiliza la expresión “ecomafia”. Por si pretenden implicarnos recordamos que nuestros pasos se pueden seguir en la web: https://marcha-a-glasgow.net.
El sábado 2 de octubre el buen tiempo no acompañó en Portsmouth el inicio de la marcha a Glasgow. El pronóstico era pésimo y tuvo pleno acierto. Anunciaba lluvias intensas con fuertes rachas de viento y riesgo de inundaciones. Se pudo realizar sin mojarse la ceremonia de despedida junto a la estatua de Charles Dickens. El ritual celta, tan ligado a la naturaleza, contuvo la lluvia hasta el momento de partir.