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PSE-EE: Converger desde la izquierda para transformar Euskadi
La historia de la izquierda está escrita por los y las valientes. Por quienes quisieron entender lo que pasaba en las calles y en las casas, quienes supieron plantearse prioridades y dejar atrás complejos, quienes siempre supieron que a cada protesta debía acompañar una respuesta, quienes supieron sumar voluntades y esfuerzos en vez de quedarse como guardianes de esencias pasadas. Y cada vez que se daba un paso en esa dirección se hicieron más fuertes los derechos de la ciudadanía. Esto fue lo que hicieron Partido Socialista de Euskadi y Euskadiko Ezkerra hace 25 años: converger hasta conseguir transformar Euskadi.
Porque aquella suma de siglas, la suma de esfuerzos, supuso el encuentro entre realidades vascas que durante demasiado tiempo vivieron de espaldas, alimentando agravios, subrayando diferencias, hasta que supieron entender que lo que les unía estaba por encima de todo aquello que disgregaba el voto de las fuerzas progresistas y, por tanto, alejaba las posibilidades de dejar la huella transformadora en las políticas públicas de la Euskadi democrática.
Tanto el PSE como EE habíamos participado de la construcción de la autonomía que se estaba desplegando. Ambos habíamos participado de los Gobiernos. Incluso llegamos a compartirlos. Ambos reivindicábamos la socialdemocracia, unos desde un siglo antes, otros desde que se recuperó la democracia. Ambos habíamos asumido las mismas reglas, la Constitución y el Estatuto. Ambos compartíamos una actitud ética frente al terrorismo. Ambos habíamos vivido épocas de gran respaldo ciudadano, y ambos habíamos sufrido el desafecto en las urnas. Y, sin embargo, llegábamos a aquel 93 mirándonos de reojo
Pero estaba ocurriendo algo más en aquel momento. Estaba naciendo una nueva Euskadi. La que impulsaba una voluminosa generación muy activa socialmente en los movimientos antinucleares, antimilitaristas, feministas o pacifistas, vascos y vascas con profundo arraigo en estas tierras y vascos y vascas plenamente arraigados aunque sus familias se hubieran incorporado desde fuera.
Esa nueva Euskadi estaba cansada de que preguntaran dónde había nacido cada cual. Quería superar las viejas inercias de los linajes que marcaran el destino y que ansiaba que las oportunidades llegaran por igual para todos. Estaba naciendo una Euskadi más pendiente del siglo XXI, llamada a dejar de marginar a nadie por razón de sexo, raza, religión o sentimiento nacional.
Fue en ese momento, donde confluían las cuestiones internas de cada partido con una nueva realidad social que buscaba nuevas respuestas, cuando PSE y EE concluyeron que tenían mucho más en común y mucho más que ganar juntos para el conjunto de la ciudadanía. Que compartían una aspiración de igualdad, de pluralidad, de tolerancia, anhelaban construir una Euskadi de ciudadanos y ciudadanas libres, donde nadie tuviera que preguntarse si se siente más vasco o más español. Fue entonces cuando ambos se encontraron en la gran casa del socialismo, con las puertas abiertas para quienes querían que Euskadi dejara de estar plagado de txokos con derecho de admisión.
Hay lecturas más parciales de este proceso. Pero conocemos bien a quienes lo lideraron. Conocemos bien las trayectorias humanas y políticas de personalidades como Txiki Benegas y Mario Onaindia, que compartían la misma patria de libertad y la misma bandera de la igualdad. Que conocían esta tierra y su vocación de progreso y cohesión. Que la forma de ser alternativa a quienes esgrimían banderas nacionales y estrategias de exclusión era con un proyecto de progreso nítido.
Lo que tenemos un cuarto de siglo después es aquello que ellos diseñaron. La Euskadi de ciudadanos libres que no sienten amenazas por sus ideas, la Euskadi de los derechos a la vivienda o a la protección social, la Euskadi orgullosa que sabe acordar para reforzar sus servicios públicos. Supieron que el país estaba cambiando, y prepararon la gran fuerza de izquierdas que garantizara derechos en esa transformación. Supieron hacer una fuerza útil y determinante, desde la oposición y desde los Gobiernos
Hoy estamos de nuevo ante un momento decisivo de la historia. Un momento en el que nos jugamos el país que vamos a dejar a quienes nos siguen. Algo más delicado que la resaca de una dura crisis: el intento deliberado de desmontar uno a uno los pilares en los que se sustentan las sociedades cohesionadas. Por eso en nuestro último Congreso, y con el referente de esta convergencia que ahora conmemoramos, nos propusimos asumir el liderazgo de los progresistas de este país con el objetivo de conseguir una Euskadi capaz de afrontar con rapidez los retos tecnológicos, demográficos, migratorios, mediambientales, culturales y de protección social desde la plena garantía de la pluralidad, la igualdad y la solidaridad.
Vemos en muchas ocasiones grandes coincidencias con otros espacios que se definen de izquierdas. Pero vemos todavía con demasiada frecuencia que aquellos con quienes coincidimos hacen más esfuerzo en socavar el espacio que compartimos que en contribuir desde la suma a evitar el desmantelamiento del Estado de Bienestar. Que se empeñan más en oponerse al socialismo que en influir en la vida de la ciudadanía.
Si algo nos enseña el proceso de convergencia que ahora celebramos es que la izquierda no puede permitirse el lujo de desperdigar esfuerzos. Que cuanto más débiles son las fuerzas de progreso, más débil es la ciudadanía y más fuertes son quienes quieren arrasar con lo conquistado. Por eso hoy el PSE-EE, 25 años después y bien curtido de experiencia, está decidido a seguir sumando en este espacio común a quienes respiran el mismo anhelo de igualdad, justicia social, solidaridad, pluralidad y libertad. Porque la suma permitirá ese suelo sólido sobre el que afrontar la nueva transformación de esta nueva Euskadi que nace.
*Idoia Mendia es secretaria General del Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE)
La historia de la izquierda está escrita por los y las valientes. Por quienes quisieron entender lo que pasaba en las calles y en las casas, quienes supieron plantearse prioridades y dejar atrás complejos, quienes siempre supieron que a cada protesta debía acompañar una respuesta, quienes supieron sumar voluntades y esfuerzos en vez de quedarse como guardianes de esencias pasadas. Y cada vez que se daba un paso en esa dirección se hicieron más fuertes los derechos de la ciudadanía. Esto fue lo que hicieron Partido Socialista de Euskadi y Euskadiko Ezkerra hace 25 años: converger hasta conseguir transformar Euskadi.
Porque aquella suma de siglas, la suma de esfuerzos, supuso el encuentro entre realidades vascas que durante demasiado tiempo vivieron de espaldas, alimentando agravios, subrayando diferencias, hasta que supieron entender que lo que les unía estaba por encima de todo aquello que disgregaba el voto de las fuerzas progresistas y, por tanto, alejaba las posibilidades de dejar la huella transformadora en las políticas públicas de la Euskadi democrática.