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2019: Reflexiones en campaña electoral
Tal como se va desarrollando la Campaña Electoral uno puede ya sacar algunas conclusiones, no tanto de lo esencial de cualquier campaña, que debe ser la oferta de los líderes políticos y de sus partidos, como del modo de actuar y obrar de quienes aspiran a ocupar el sillón presidencial.
Los tiempos han cambiado. Tanto, que la militancia en los partidos se ha aviejado con el paso del tiempo y, de pronto, la experiencia de los militantes se ha convertido en un hándicap, una carga pesada y difícil de llevar, aunque todo el mundo sepa que donde más se aprende es en el día a día, en la acción continuada… Pues no, ahora nos han llegado cuatro líderes jóvenes, -que vivieron la Historia y la Transición en la cuna o en las ansiedades y deseos de sus padres aún “vírgenes”-, para descalificar todo lo pasado por viejo e inservible. De poco sirven las informaciones que han dibujado al franquismo y al posfranquismo como un gran suplicio. Y de poco sirve que la Transición haya sido alabada en otros lugares del Mundo por su eficacia y su ejemplaridad, porque ahora se revisa todo con el vergonzante método de condenar al olvido los esfuerzos de quienes evitaron una nueva guerra y eludieron provocar desórdenes estériles.
A los cuatro líderes actuales, -Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias-, habría que regalarles algunos libros, o releerles algunas crónicas del pasado. La Historia ofrece pasajes memorables que los actuales líderes se empeñan en despreciar. Curiosamente lo hacen al mismo tiempo que hablan, sin ton ni son, de una “memoria” que en casi todos los casos resulta ser selectiva, y a la que se califica de “histórica”, aunque se use una historia tan superficial como acomodaticia. ¿Por qué se está desvirtuando la mal llamada (por el nefasto uso que se hace de ella) “memoria histórica”? A la desideologización a la que asistimos le sobran los intérpretes espontáneos, tan poco rigurosos como muy osados. Recuerdo las fotografías de los grandes políticos e ideólogos que permanecen en los libros de Historia, muchos de ellos mostrando rasgos de antigüedad (que no de vejez) y de autoridad moral, pues bien, ya están enmohecidas las fotos, y nuestros líderes actuales, aupados a la gloria por sus ambiciosos compañeros más cercanos, dicen que “la juventud es un valor”, aunque en tantas ocasiones esa juventud implique inexperiencia e ineficacia, cuando no compromiso humano.
Yo no sé si los cuatro nombrados anteriormente se han dado cuenta del modo como se construyó la Democracia que ahora disfrutamos, que es precisamente la que ha hecho que ellos estén ahí. Ellos no han necesitado usar nombres falsos (“Isidoro”) ni estar escondidos para sobrevivir, ni han tenido que ponerse una peluca para entrar en España como tuvo que hacer Santiago Carrillo, ni han tenido que sufrir cárcel ni destierros solo por ser diferentes a quienes ostentaban un poder robado e ilegítimo… Pero piensan, y pregonan desvergonzadamente, que todo aquello, personas e ideas, está enmohecido.
Por eso el debate ideológico actual brilla por su ausencia. Cada promesa de un líder político solo persigue llamar la atención, desde luego que mucho más que sentar las bases de una sociedad más justa y estable. Es la política del impacto inmediato. “Podemos” y “Ciudadanos” han llegado con un propósito concreto: eclipsar y desacreditar a las ideologías clásicas. Para ello la estrategia ha sido similar en ambos casos. Lo viejo es malo, han dicho. No solo es perverso sino que, habiendo sido descubiertas algunas corrupciones, -inadmisibles-, favorecidas por el ejercicio del poder, han ideado proyectos para “asaltar” el poder y ejercerlo de forma “inmaculada y responsable”, dicen, pero a las primeras de cambio han mostrado las mismas inclinaciones perversas, ¡tan humanas, ay!, que vinieron a remediar.
¡Que sea lo que los dioses quieran! Pero da mucha pena ver a estos líderes (unos más que otros, claro está) que, osados, atropellan sus palabras para decir muy poco, porque se han perdido, o abandonado, los modelos de sociedad a perseguir. Y porque las ideologías, sobre todo las progresistas y revolucionarias, -como es el socialismo-, están en manos de “albaceas” muy acomodaticios.
Tal como se va desarrollando la Campaña Electoral uno puede ya sacar algunas conclusiones, no tanto de lo esencial de cualquier campaña, que debe ser la oferta de los líderes políticos y de sus partidos, como del modo de actuar y obrar de quienes aspiran a ocupar el sillón presidencial.
Los tiempos han cambiado. Tanto, que la militancia en los partidos se ha aviejado con el paso del tiempo y, de pronto, la experiencia de los militantes se ha convertido en un hándicap, una carga pesada y difícil de llevar, aunque todo el mundo sepa que donde más se aprende es en el día a día, en la acción continuada… Pues no, ahora nos han llegado cuatro líderes jóvenes, -que vivieron la Historia y la Transición en la cuna o en las ansiedades y deseos de sus padres aún “vírgenes”-, para descalificar todo lo pasado por viejo e inservible. De poco sirven las informaciones que han dibujado al franquismo y al posfranquismo como un gran suplicio. Y de poco sirve que la Transición haya sido alabada en otros lugares del Mundo por su eficacia y su ejemplaridad, porque ahora se revisa todo con el vergonzante método de condenar al olvido los esfuerzos de quienes evitaron una nueva guerra y eludieron provocar desórdenes estériles.